Un vacío muy difícil de colmar deja entre nosotros el deceso, el 10 de marzo del 2022, del Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 1996, el británico John H. Elliott, autor de libros tan enjundiosos e imprescindibles como La monarquía hispánica en crisis (1992), España y su mundo 1500-1700 (1999), Europa en la época de Felipe II, 1559-1598 (2001), En busca de la historia atlántica (2001), La Europa dividida: 1559-1598 (2005), España, Europa y el mundo de ultramar. 1500-1800 (2009), Imperios del mundo atlántico: España y Gran Bretaña en América, 1492-1830 (2011) y El viejo mundo y el nuevo (2011).
Lo suyo fue pasar por el tiempo –alcanzó a cumplir 91 años–, Haciendo historia, título de uno de sus más recientes libros, dejándonos un legado inmenso desde la rara trinchera de los más altos vuelos, el de la “mirada comparativa” y la “generosidad intelectual”.
En efecto, nadando contra corriente, Elliott se atrevió a interpelar sin fisuras la Leyenda Negra angloamericana contraria al legado civilizatorio de España y despecho de la laya de los adictos a la hispanofilia reduccionista, que ni lo aman ni lo odian, como sí podrán hacerlo los de la caterva de “historiadores” orgánicos de ayer y hoy.
Tuvo en grado superlativo la virtud esencial de dejarse interpelar por los excluidos y gracias a ello pudo alcanzar en su rango talla de coloso sin necesidad de convertirse en un islote pero sí la de formar parte sustanciosa del archipiélago donde descuellan también los Jonathan Brown, los Stanley Payne, los Paul Preston y los Hugh Thomas.
No pude menos que recordar este duelo al tiempo de comentar un gesto plausible del gobierno de Jalisco, al expedir este 15 de marzo del 2022 dos decretos, uno “por el cual se declara patrimonio cultural inmaterial del estado a la manifestación de tololos y coloradas, celebración y veneración a San Sebastián Peregrino” y otro “por el cual se declara patrimonio cultural de Jalisco el conjunto hospitalario conocido como Antiguo Hospital Civil de Guadalajara ‘Fray Antonio Alcalde’”.
El primero hace justicia a la identidad cultural indocristiana que desde San Sebastián del Sur mantiene viva una tajada de la cultura popular amerindia, que tanto arraigo tuvo en Guadalajara y sus pueblos de indios comarcanos tal y como los estudió el autor de la monografía “Un heroico mártir de Cristo, patrono de Guadalajara y muy querido en Tuxpan, Jalisco: San Sebastián, particular protector contra la peste” (1983), don Luis Enrique Orozco: San Sebastián de Analco, San Sebastián el Grande y San Sebastianito, en las cercanías de Tlajomulco, no menos que la ermita tapatía que le erigió el Ayuntamiento donde hoy se alza el monasterio de Jesús María, que está por cumplir 300 años de haberse fundado.
El segundo subraya el enorme y lozano legado que hace 250 años comenzó a insuflar por acá ese genio del humanismo / humanitarismo que fue el fraile dominico castellano Antonio Alcalde, gestor y artífice de la Universidad de Guadalajara y del nosocomio más grande de América aplicándole a la obra una visión tan integral como vigente, pues a pesar del tiempo transcurrido por igual admira uno hoy en día el trazo de su conjunto arquitectónico y dimensiones que los ámbitos que le complementaron: su jardín botánico, sus escuelas de farmacéutica, enfermería y medicina y su cementerio, el primero suburbano de Guadalajara.
Nos toca ahora a los ciudadanos consolidar desde su contenido y valor intrínseco y a partir de signos tan emblemáticos como distintivos, una forma de ser tan legítima, peculiar y digna de respeto y tutela como lo es la del pueblo de Jalisco.
Tomás de Híjar Ornelas