La agenda de energías limpias al borde del abismo

  • Vida y Milagros
  • Verónica Mastretta

Puebla /

Si usted estuviera a punto de sufrir un ataque cardiaco llamaría a un médico experto, no al representante en la cámara de diputados o senadores de la Comisión de Salud. El mundo ha dado claras señales de estar al borde del colapso por el calentamiento global producido por los gases de efecto invernadero, y quienes están tomando las decisiones para enfrentar ese colapso son mayoritariamente políticos, comerciantes, cabilderos, o personas que tienen su mirada puesta en lo inmediato, ni siquiera en el futuro cercano. Los esfuerzos del presidente Biden para implementar un programa de energías limpias están en jaque, y lo peor es que el voto que amenaza el presupuesto que debe sustentar la agenda viene de un senador demócrata comprometido con los intereses de la explotación del carbón, una poderosa actividad en West Virginia, el estado de origen del senador Joseph Manchin III, según lo reportó puntualmente el periódico británico The Guardian* el sábado pasado. El senador Manchin, quien también gobernó West Virginia de 2005 a 2010, está pensando en términos políticos, ideológicos, económicos, personales, pragmáticos y electorales. Está pensando en la próxima elección y no en la siguiente generación. La ciencia y sus datos duros no le convencen. La noticia es el golpe más reciente al encuentro para combatir el cambio climático Cop26 que se llevará a cabo en dos semanas en Glasgow. La postura del senador ha puesto a trabajar al gabinete de la Casa Blanca para rehacer el presupuesto, del que tendrán que quitar, entre otras cosas, miles de millones de dólares destinados a las energías limpias.

No solo en el frente interno Biden enfrenta problemas. China, - dice The Guardian- el más grande emisor de gases de efecto invernadero, reveló la semana pasada sus planes para construir nuevas plantas de energía generada con carbón y replantea y alarga sus tiempos para reducir sus emisiones contaminantes. Al parecer el presidente Xi Jinping, el líder chino más poderosos de las últimas décadas, no asistirá a la cumbre Cop26, lo cual quitará ímpetu y peso a la agenda climática y obstruirá el sumar a ella a otros líderes poderosos. Se esperaba que en la Cop26, que se ha retrasado por más de un año debido a la pandemia, se lograrían acuerdos para mantener la temperatura del mundo por abajo del aumento de 1.5 C, la meta de los acuerdos de París de 2015. Las esperanzas de mantener esos acuerdos parecen esfumarse y doblegarse ante la política pragmática de quienes habitan en la inmediatez. En México conocemos muy bien las políticas que privilegian lo inmediato, aunque se sacrifique el futuro. Acá también se ha abierto otro frente no solo contra las nuevas inversiones en energías limpias, sino en contra de las que ya se encuentran funcionando, incluso se pretende limitar a quienes se esforzaron en invertir para poner en sus hogares paneles solares para ahorrar en sus recibos de luz y además contaminar menos.

Los científicos estiman que las emisiones de gases de efecto invernadero deben reducirse 45% para el 2030 comparadas con los niveles de 2010, y llegar a cero emisiones en 2050 para evitar el colapso de la Tierra; al mismo tiempo debe librarse un combate frontal a la deforestación del mundo. Pero los científicos no son quienes están tomando las decisiones, sino los políticos. Los políticos supuestamente gobiernan y lidian con las masas, pero también dan vuelo a sus egos, sus mitomanías, sus filias y sus fobias. Los científicos aportan datos duros sobre una realidad que ya nos alcanzó, pero que muchos tomadores de decisiones se niegan a aceptar. La gerontocracia mundial es algo muy serio. Si bien en la vejez puede haber enorme sabiduría, también puede haber un enorme hueco de desconocimiento de la rapidez con que el mundo se asoma al abismo y una incapacidad gigantesca para entender los cambios tecnológicos que han modificado de manera radical y en unas cuantas décadas el mundo que ellos conocieron; quizá porque los cambios tecnológicos han sido demasiados rápidos y difíciles de comprender, pueden abundar personas de edad avanzada en cargos de poder tomando malas decisiones. Siempre hay excepciones, Ángela Merkel es uno de ellos, pero hoy más que nunca los relevos generacionales me parecen indispensables.

Históricamente, Estados Unidos ha sido el más grande generador de gases de efecto invernadero. Frenar y predicar con el ejemplo es clave para que otros países puedan sumarse a mejores prácticas. Donald Trump, de 75 años, rechazó consistentemente el consenso científico internacional acerca del calentamiento global, y lo negó como quienes niegan la existencia del virus del Covid19, como si de una religión se tratara; muchos gobernantes, como Trump, dicen "no creer en eso" y actúan en consecuencia. El que Biden hubiera priorizado el tema era esperanzador pues pretendía impulsar un programa de infraestructura en energías limpias sin precedente. El recorte al programa de infraestructura necesariamente atrasará esa específica agenda, una de las razones por las que Manchin votará en contra del presupuesto. En un congreso dividido exactamente a la mitad, 50 senadores demócratas y 50 republicanos, el voto en contra de Manchin obligaría a reconstruir toda la agenda.

Manchin ha dicho que se opone a los acuerdos de energía limpia porque tiene poderosas ataduras financieras ligadas a la industria del carbón y además un gran interés en seguir siendo senador. Tiene 74 años, pero obviamente aún no está dispuesto a un relevo generacional. Podría negociar una fuerte inversión para su estado que sustituirían gradualmente los empleos que genera la explotación del carbón y sumarse a la agenda central de su partido. Ha optado por ser un poder en la sombra de cuyo apoyo depende hoy la agenda de Biden. Quizá al final un hijo o algún nieto lo logren convencer de mirar al futuro de manera distinta, un futuro en el que él definitivamente ya no estará, aunque le sea imposible imaginarlo.

*The Guardian es un periódico británico de centro izquierda fundado por John Edward Taylor el 5 de mayo de 1821 como el Manchester Guardian. Con sus dos filiales, The Observer y The Guardian Weekly, hoy tiene 43 millones de lectores. Desde 1939 está respaldado por un fideicomiso que se creó para asegurar su independencia financiera, editorial y periodística, libres de interferencia comercial o política. Se convirtió en sociedad anónima en 2008 mediante un acta constitutiva que preservó las protecciones de sus fundadores. Los beneficios se re invierten en la institución y no en sus propietarios y accionistas. Actualmente su editora en jefe es Katharine Viner.

Verónica Mastretta


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