La salud mental es un componente esencial del bienestar general, pero a menudo es pasada por alto, especialmente en comunidades hispanas y latinas que enfrentan barreras significativas para acceder a servicios de calidad. Como médico mexicano especializado en salud pública y con experiencia en sistemas de salud internacionales, he observado de cerca cómo estas barreras impactan negativamente en los resultados de salud. La historia de Luke Smith, un psiquiatra de Arkansas, ejemplifica este desafío y ofrece soluciones valiosas que podrían aplicarse en diversos contextos, incluido el nuestro.
Hace más de dos décadas, Luke Smith notó que muchos pacientes hispanos y latinos en Estados Unidos tenían dificultades para acceder a la atención de salud mental que necesitaban. No se trataba solo de diferencias idiomáticas, sino de una falta de confianza –o “confianza”–en el sistema de salud y sus proveedores.
Aunque algunos profesionales hablaban español, a menudo no podían relacionarse culturalmente con los pacientes, lo que generaba una desconexión y dificultaba el establecimiento de relaciones terapéuticas efectivas.
Consciente de esta problemática, Smith fundó El Futuro en Carolina del Norte, una organización dedicada a proveer servicios de salud mental culturalmente competentes para pacientes hispanos y latinos. A pesar de no ser latino, su dominio del español y su compromiso con la comprensión cultural le permitieron construir un equipo capaz de abordar las necesidades específicas de esta población. Los servicios ofrecidos incluyen terapia, tratamiento por uso de sustancias y grupos de apoyo para niños y adultos, todos diseñados para satisfacer las necesidades sociales, culturales y lingüísticas de los pacientes.
Según un informe del Pew Research Center en 2022, el 44% de los latinos en Estados Unidos afirmó que los problemas de comunicación debido a diferencias lingüísticas o culturales conducen a peores resultados de salud. Este dato resalta la importancia de la competencia cultural en la prestación de servicios de salud. La falta de comprensión y empatía cultural no solo limita el acceso a la atención, sino que también puede exacerbar problemas de salud existentes y generar desconfianza en el sistema sanitario.
Desde una perspectiva de salud pública, es fundamental reconocer que la cultura influye en cómo las personas perciben la salud, la enfermedad y los sistemas de atención. En México, enfrentamos desafíos similares, especialmente en comunidades indígenas y rurales donde las barreras lingüísticas y culturales pueden ser aún más pronunciadas. La implementación de modelos de atención que incorporen la competencia cultural no es solo una cuestión de equidad, sino también de eficacia en la prestación de servicios.