Historias del puerto

Tamaulipas /

En el puerto, atracó un nuevo barco al que todos auguraban buenos vientos. Su capitán, conocido por su serenidad y discreción, prometió navegar con aguas tranquilas, dejando atrás las tormentas pasadas. Pero el puerto, como el mar, tiene sus secretos y tempestades ocultas.

Desde el primer día, la tripulación mostró signos de tensión. Una de las oficiales, conocida por su tono altanero y su manera de gritar las órdenes, comenzó a tomar el timón con demasiada frecuencia. Los marineros la apodaron "La Prepotente", una figura que parecía más interesada en imponer su voluntad que en seguir el rumbo trazado. Cada decisión suya llevaba al barco a aguas más turbulentas, mientras el capitán observaba desde la cubierta superior, sin intervenir.

Pero si "La Prepotente" era un problema, el verdadero caos venía de un pasajero inesperado. Un joven que, según los registros, debería estar navegando en otras latitudes, en un barco de otro nivel. Sin embargo, su presencia en este navío local era constante. No vestía uniforme ni tenía cargo oficial, pero sus órdenes resonaban por todo el barco. Los marineros lo llamaban "El Intruso", y se decía que cada decisión que tomaba desestabilizaba más la embarcación.

El barco, que debería ser un ejemplo de organización y buen gobierno, comenzó a tambalearse. Las rutas comerciales se retrasaban, los suministros no llegaban a tiempo, y el puerto entero se llenó de rumores sobre motines y malas maniobras. Mientras tanto, el capitán seguía firme en su lugar, pero su falta de acción dejaba un vacío de poder que otros no tardaron en llenar.

Los habitantes del puerto, quienes habían confiado en esta nueva administración, empezaron a cuestionar si el barco lograría llegar a buen puerto. Las malas decisiones y la intromisión constante no solo afectaban la navegación, sino también el bienestar de toda la comunidad portuaria. En el horizonte, otras embarcaciones observaban con atención. Algunos rivales esperaban ansiosos el momento en que este barco encallara, mientras otros ofrecían su apoyo, pero sin intervenir directamente.

La historia del barco no es solo un relato sobre malos liderazgos y peores decisiones. Es un reflejo de cómo los vacíos de poder abren la puerta a las peores tormentas, y de cómo el interés personal puede hundir hasta al barco más prometedor. Quizá el capitán todavía tenga tiempo de retomar el timón y enderezar el rumbo.


  • Víctor Hugo Martínez
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