El puerto de Tampico, al igual que muchas ciudades en México y en el mundo, se desarrolló a orillas del río Pánuco gracias a su actividad comercial.
Familias libanesas, españolas y de otras nacionalidades se asentaron en lo que hoy conocemos como el primer y segundo cuadros de la ciudad.
A lo largo de los años, aquellos edificios que se alzaban orgullosos, mostrando la arquitectura de su época, han pasado a ser estructuras vetustas que vivieron tiempos mejores.
La belleza de su diseño contrasta con el deterioro actual, dejando a la vista el descuido que ha afectado al patrimonio arquitectónico de la ciudad.
Recientemente, un viejo edificio colapsó y, en esta ocasión, la fachada se derrumbó a consecuencia de las lluvias del pasado fin de semana.
Este incidente no es aislado, sino parte de un patrón recurrente en Tampico. Cada cierto tiempo se producen derrumbes que afectan a marquesinas, fachadas e, incluso, a inmuebles completos.
Esta situación se agrava por el abandono en que los mantienen sus propietarios quienes, a menudo, parecen ignorar su responsabilidad de conservar y asegurar sus propiedades.
La Ley de Protección Civil establece claramente que los propietarios de inmuebles son responsables de garantizar la seguridad de sus estructuras.
Sin embargo, muchos de estos edificios antiguos han sido descuidados, exponiendo a la ciudadanía a peligros latentes. La inacción de los propietarios refleja una actitud irresponsable que podría tener consecuencias fatales.
Por otro lado, las autoridades municipales y de Protección Civil también tienen un papel crucial en esta problemática.
Su obligación es supervisar y actuar de manera preventiva ante el riesgo evidente que presentan estos inmuebles.
Sin embargo, la falta de acción ha sido una constante en el manejo de esta crisis.
Cada vez que ocurre un derrumbe, sin importar el gobierno en turno, las autoridades lanzan planes y proyectos que prometen prevenir futuros siniestros.
Pero estas medidas son, en muchos casos, solo promesas vacías que no se traducen en acciones concretas.
La combinación de la irresponsabilidad de los propietarios y la omisión de las autoridades crea un escenario peligroso.
El riesgo de una tragedia es inminente y, a medida que las lluvias aumentan, la situación se vuelve más crítica.
Es esencial que tanto dueños como autoridades comprendan la gravedad de la situación y actúen en consecuencia, antes de que un nuevo colapso cobre vidas y afecte a la comunidad de manera irreversible.