A pesar de ser uno de los proyectos insignia del Gobierno de López Obrador, la obra ni siquiera pudo ser concluida en el sexenio pasado y hoy el Gobierno de Sheinbaum sigue pagando su construcción, que no tiene fecha precisa para quedar concluida.
Además, la misma registra un sobrecosto de 136% en su desarrollo, no ha producido más que un pequeño porcentaje de su supuesta capacidad de refinación y sus proyecciones a futuro son inciertas, porque no queda claro que México pueda recuperar la inversión de más de 19 mil millones de dólares que ha costado.
Se trata de una inversión sin precedentes, que equivale a 385 mil millones de pesos, cantidad que es mayor a todo el presupuesto asignado a la UNAM, el IPN, la UAM, las 35 universidades autónomas estatales (Incluida la UAdeC) y todos los institutos tecnológicos del país. Lo que debería llevar a preguntarnos ¿vale la pena invertir más en una refinería que en la educación de las futuras generaciones?
Sobre todo, porque ante la baja producción de Dos Bocas, sumado a la sobre oferta de sus refinados, no queda claro que la inversión que hicimos que fue mayúscula, vaya a poder recuperarse en años, quizá décadas y lo peor del caso es que es previsible que la demanda de los mismos caiga a futuro, debido a que la transición de autos de gasolina a vehículos eléctricos e híbridos, ya que se requerirá menos petróleo.
Pero en lugar de evaluar el gasto hecho hasta ahora, la Presidenta Sheinbaum está empecinada en apostar por la petroquímica, es decir, de la refinación de los derivados del petróleo, que sin duda hubieran sido un excelente negocio hace unos 40 años, pero que hoy es una apuesta arriesgada.
La educación es la mejor apuesta que México puede hacer, porque va impactar directamente en nuestro desarrollo, en cambio la refinación compromete recursos que quizá nunca recuperemos y además resulta contaminante para el medio ambiente, se trata pues de una apuesta por el pasado, hipotecando el futuro.
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