Antes de la designación de Kamala Harris como candidata del Partido Demócrata a la Presidencia de los Estados Unidos, el proceso electoral se antojaba como una crónica de una derrota anunciada para Biden y los demócratas, con un previsible triunfo por paliza en favor de Donald Trump.
Joe Biden se percibía como un candidato viejo, errático, que no conectaba con el electorado y con pocos logros que presumir en su Gobierno.
Trump en cambio, a pesar de también ser mayor, tenía una campaña más dinámica, que además se benefició de un atentado fallido en su contra.
Sin embargo, los ataques republicanos hicieron mella en Biden y se hizo a un lado de la carrera, recomendando que la candidata sustituta fuera su vicepresidenta Kamala Harris.
Muchos creyeron que la decisión de Biden provocaría una guerra civil al interior del Partido Demócrata, pero pasó todo lo contrario, los gobernadores más influyentes se decantaron por Kamala, recibió apoyo de Nancy Pelosi, de los Clinton y los Obama, por lo que llegó a la convención demócrata con la nominación en la bolsa y el partido unido.
Kamala ha demostrado en pocas semanas ser una excelente candidata que ha refrescado la campaña y ahora quien se ve viejo y fuera de forma es Donald Trump.
Harris además conecta con los habitantes de las grandes ciudades, con la clase trabajadora, con los migrantes, con las mujeres, con la población afroamericana, latina y asiática, además de con los grandes capitales y el mundo del espectáculo.
Además, el haber elegido al Gobernador de Minnesota Tim Walz como compañero de fórmula ha sido un acierto, porque su desempeño y arrastre es superior a J.D. Vance compañero de Trump.
De forma que Kamala Harris que entró a la carrera con desventaja, no sólo ha logrado emparejar a Trump, sino que ya le saca una ligera ventaja en las encuestas, que no es determinante porque Trump suele tener mucho voto oculto a su favor, pero hoy Harris tiene oportunidades claras de triunfo si sigue haciendo bien las cosas.
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