La mañana del miércoles podría ser determinante para el presente y futuro político de Nuevo León.
En el interior del Palacio de Gobierno estarán por primera vez en dos años compartiendo la mesa, intentando (al menos eso dicen) llegar a un acuerdo o un cese al fuego que casi ha paralizado por completo la gobernabilidad del Estado.
Señales hay por todos lados, en pro y en contra del éxito del encuentro.
Los juicios políticos contra Samuel García siguen en pie, por ejemplo, y en el discurso no hay mucha paz que digamos.
Pero también hay indicios positivos, como el hecho de que el Gobierno del Estado publicara más de 200 decretos pendientes que habían sido aprobados en la Legislatura anterior.
No son los 444 pendientes y la mayoría de éstos son solo cuentas públicas, por lo que aún están por verse los más determinantes, pero tienen la salvedad de estar en pausa por disputas legales, como aquellos que podrían quitarle la Unidad de Inteligencia Financiera y Económica, por supuesto que tampoco lo relacionado con la Fiscalía, tema central de esta pugna entre Poderes.
Lo cierto en todo esto es que sobre esa mesa habrá manos extendidas desde que se sienten los líderes de los partidos de oposición en el Congreso.
Esas manos reclamarán el dinero que se les debe, aquellos fondos que no se le entregaron a los municipios y que han sido un pasivo importante para alcaldes y alcaldesas que se fueron sin recibirlo.
No hay nada nuevo bajo el sol, la política es sinónimo de acuerdos, de diálogo condicionado, de negociaciones.
Gobernar es rectificar y legislar debe ser tender puentes y no reforzar barreras o levantar muros.
Si lo de mañana fracasa será una muestra más de que no hay nivel en nuestros funcionarios para enfocarse en soluciones.
Es la prueba de fuego, ojalá así lo vean, y tal vez aplique aquello de que más vale un mal arreglo que un buen pleito.