La historia oral de Joy Division: John Savage y el origen de la octava maravilla del mundo

Ciudad de México /

Cada que escucho de principio a fin el Technique me ataca el mismo asombro y adrenalina como la primera vez que le di play. Su sonido me penetra como un delicioso estrés postraumático incurable.

Sobre todo “Fine time”, el primer track. Desde que empieza. Con el pulso de unos martilleos robotizados capaces de reprogramar el estímulo neuronal hasta producirte la sensación de que tus extremidades están contagiadas por estímulos mecatrónicos. Es la máquina Roland induciendo al cerebro a un subidón artificial. Con la misma precisión que las vibraciones de un dildo a base de pilas. Luego viene el desafiante bajo de Peter Hook capaz de humanizar cualquier nota de sintetizador. Le saca la lengua a las programaciones. Se avienta un tiro con los robots. Además está bien pinche guapo. Grandote y salvaje.

Pero el primer verso es devastador. Bernard Sumner susurrando como digno viejo rancio: “Eres demasiado joven para ser parte de mí… muy joven para agarrarme”.

Cuando supe que no hay desprecio a la juventud más frontal, potente y sin remordimientos que esa frase sostenida en un ataque de acid house puro, sin rebajar, entendí por qué New Order es mejor que Joy Division. Que Technique es su mejor álbum. Y New Order la octava maravilla del mundo. Tanto que este espacio lleva su nombre.

¿Soy un miserable traidor por decir que New Order es mejor que Joy Division?

“No. Porque son diferentes. Son completamente diferentes. Y realmente no puedes comparar uno con el otro. Me refiero a que, lo que me gusta de New Order es la pista ansiosa, pero altamente entusiasta que deja su primer track “Everything is gone green”, que realmente me gusta mucho. Ahí es donde empiezas a tener el elemento disco a lo Georgio Moroder. Sin darte cuenta de repente estás muy arriba. Y sí, también me gusta mucho New Order. No tengo exactamente la misma inversión emocional que tuve con Joy Division. Es comprensible. No fueron mis amigos, pero conviví mucho con ellos. Pero sí, New Order me gusta mucho. Y en cierto modo, New Order son muy contemporáneos. Porque son electrónicos y son disco, y son sintetizadores, guitarras, todo eso es genial. Y además: no envejece mal. Todavía suenan bien. Te lo digo porque escucho mucha música electrónica ahora. No escucho mucha música rock contemporánea. Nada. Solo escucho mucha música electrónica”, me dijo el periodista británico John Savage. En una conversación que tuve a propósito de su nuevo libro: Una luz abrasadora, el sol y todo lo demás. Joy Division, la historia oral.


Cierto, El Nuevo Orden es otra cosa. Muy distinta al Joy Division. Pero resulta espinoso separarlos cuando el mismo Bernard Summer y compañía se encargan de mantener su bestial pasado en constante resurrección. Las últimas veces que me ha tocado verlos en vivo, el encore definitivo es “Love will tear us apart” con el gigantesco rostro de Ian Curtis cercando el escenario. Y la frase Joy Division forever corriendo de derecha a izquierda. Nunca me ha convencido ese monumento a su propia nostalgia. New Order ya tiene su propia mitología. Debería cerrar con “1963”. O con la apocalípticamente absurda y hermosa “Temptation”. El sencillo perfecto para un funeral jamás compuesto. O para el mío al menos.

Por supuesto, New Order tuvo más años para madurar. Cuarenta y contando. Aun así, mi relación con Joy Division es de sometimiento pasivo agresivo. Imposible que no me guste. Son los paisajes de J.G. Ballard, restos de un esplendor urbano e industrializado hechos canciones de minimalismo fragmentado. Pero se ha dicho tanto de ellos. De sus abrigos de segunda mano. El seminal concierto de los Sex Pistols en Manchester. De la epilepsia de Ian. Su empleo burocrático. El inesperado suicidio con apenas 21 años. Su leyenda sigue tan vigente como la historia del Nuevo Orden. Ver tantas camisetas del Unknown Pleasures a unos cuantos centímetros unas de otras me marea en ocasiones. La portada del Closer es más de culto.

Como sea. A cada tanto sale algo. Ya estaba el libro de su esposa, Deborah Curtis. La película 24 hour party people de Michael Winterbottom, a quien John Savage no le hace mucha gracia. Dice que es una basura para glorificar a los Happy Mondays. Prefiere Control, de Anton Corbjin. Bernard Sumner y Peter Hook también han contado sus versiones en sus respectivas biografías.


John Savage

En esa sobreinformación, Una luz abrasadora… de John Savage propone una revisión de Joy Division sin narcisismos. El primer trabajo en el que la voz del autor no se cuelga de sus anécdotas con el cuarteto para hacer posiciones sentimentales. De esas que solo buscan apapachar a los fanáticos. A pesar de ser un fanático del grupo. Discreto y distante. Pero fanático al fin. Asegura que nunca se hizo amigo de los Division, pues iría contra las reglas del periodismo. El rigor de Savage lo lleva a escribir una historia coral en voz de quienes de alguna u otra manera estuvieron presentes. Un documental en formato de libro. Cada párrafo corresponde a declaraciones de los entrevistados almacenadas en horas de cintas magnéticas. Y conversaciones de la era digital. Los miembros de Joy Division, Bernard, Peter, Stephen. Deborah, su esposa. El carismático Tony Wilson. Martin Hannett, productor del sonido Joy Division. Además de testigos, productores de giras, periodistas y vocalistas de otras bandas que surgieron en la órbita de Joy Division.

Sigo pensando que New Order es mejor. Joy Division está forzado a permanecer en la angustia postadolescente. Pero con su libro y una edición literaria que contrapone distintas versiones sobre un mismo hecho, Savage me ha permitido ver otros matices que daba por hechos. Aporta información nueva y valiosa. Anécdotas con diversos puntos de vista que rompe con los mitos. O al menos los desmonta para conocer otros detalles que dan más humanidad a una banda cuya mitología no se agota.

El libro se encuentra en español en Sexto Piso. Y la charla completa con Savage, donde debatimos sobre si Una luz abrasadora… es la biografía definitiva de Joy Division saldrá completa en un par de semanas con subtítulos en las redes de la editorial Sexto Piso en México.

Wenceslao Bruciaga

  • Wenceslao Bruciaga
  • Periodista. Autor de los libros 'Funerales de hombres raros', 'Un amigo para la orgía del fin del mundo' y recientemente 'Pornografía para piromaníacos'. Desde 2006 publica la columna 'El Nuevo Orden' en Milenio.

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