Hace una semana afirmé que Crepúsculos que duran un instante, exposición que se abrió al público el pasado día 23 de octubre en la Pinacoteca de Nuevo León, era una exhibición diferente a las que estamos acostumbrados a ver, no solo porque en ella se exhiben simultáneamente tres manifestaciones simbólicas (pintura, fotografía y poesía) producidas en estas tierras desde hace 200 años por lo menos, sino que las tres están íntimamente interrelacionadas por el tiempo histórico por el que atravesaban al momento en que estaban siendo producidas.
Lo anterior, ya lo decía también la semana anterior, hace que la muestra no sea de pintura o escultura, como tampoco de fotografía o poesía, se trata de una exposición de historia, ¿de qué historia? La de las manifestaciones artísticas en Nuevo León –por lo menos, parcialmente, la de estas tres–, en consecuencia, le pediría al público que no visite la exposición como si se fuera a enfrentar a la historia de la fotografía o de la poesía en estos últimos 200 años, sino más bien con la curiosidad necesaria para encontrar las ideas, las costumbres, los significados, los cambios, la conformación de una(s) ciudad(es) según su propio devenir.
Quizás el siguiente ejemplo nos permita entender cómo al margen de su valor y trayectoria en lo individual (lo que formaría la historia de la pintura, o de la poesía), al ser considerado, desde otro punto de vista más amplio o quizás tangencial a lo que muestra la imagen deja ver una cierta representatividad en distintas órbitas, por ejemplo, la de la historia cultural.
Amado Fernández y Hombres en el frontón de Piedras Pintas. Retrato de grupo Piedras Pintas, Parás, 1906. Colección Fototeca-Centro de las Artes, Conarte. Fondo Archivo General del Estado. Este ejemplo, una fotografía de principios del siglo XX, nos muestra al doctor Fernández, un arqueólogo, historiador, filólogo, coleccionista aficionado de nuestro pasado, uno de los fundadores de la no menos importante Sociedad Arqueófila de Nuevo León, responsable de algunos rescates de primera línea de nuestro pasado inmediato (información proporcionada por Roberto Ortiz G.). La imagen, pues, nos hace llegar el contexto del cual se desprende lo que vemos en la fotografía, esta fue hecha pensando no solo en la visita a Piedras Pintas, sino que se vuelve representativa cuando se convierte en un documento que expresa o representa el saber e interés que un grupo de vecinos de esta ciudad venía cultivando sobre sus propios antecedentes.
La historia cultural es uno de esos términos ómnibus que agrupan muchas tendencias, cuyo único denominador común quizás sea su rechazo a la historia lineal y racional que se practicaba hasta antes de la Segunda Guerra Mundial. A partir de entonces temas como las mentalidades, el sueño, el turismo, la comida, la sexualidad, la infancia, el juego o los comprendidos dentro de la microhistoria, la historia de los géneros y muchos más, se abren paso no solo entre los historiadores, sino también en otros estudiosos sociales preocupados por tener una imagen más clara de cómo y por qué somos como somos. Una parte importante en la respuesta a esta interrogante la encontramos al estudiar las formas que hemos empleado para representar lo valioso, lo sagrado, lo prohibido, lo cotidiano, lo amistoso, lo doméstico, lo festivo, esto es a través del estudio de las manifestaciones artísticas en su más amplia acepción.
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