Junto a la clausura de la exposición “En el jardín” en el museo Marco, la inauguración de “Nuevo León: el futuro no está escrito”, en el mismo espacio, abierta al público en agosto, y esta “Revisión 2024” han sido y creo serán los tres eventos dedicados a la fotografía más importantes en los últimos años (con excepción de la colección de Francisco Toledo) y, sin embargo, hasta donde alcanzo a ver, no han tenido el eco que, según yo, deberían provocar dada la importancia y valor que representan para la actividad fotográfica (producción, distribución y coleccionismo) de la ciudad. Es por ello que he decidido concentrar las próximas tres columnas en la presentación y discusión de algunos temas que creo se necesitan debatir a fin de dar un paso adelante en la cultura fotográfica de la ciudad.
“Revisión”, “Resumen”, “Salón”, son algunos de los nombres bajo los cuales se ha presentado este evento. Suponemos que al cambio de nombre le han seguido los de sus funciones, objetivos, operación, planeación, etcétera, y la verdad es que sí se han introducido algunos cambios, por ejemplo el que haya curadores –no jurados– externos; el que el productor interesado en participar entregue también una especie de racional que justifique su quehacer, etcétera, incluida la más reciente, la incorporación de una categoría denominada “Emergentes”, para así incluir a productores aún noveles.
Independientemente de su nombre, estos eventos han estado destinados al reconocimiento y visibilización de lo que en materia de producción fotográfica se lleva a cabo en el estado. Reconozcamos, en principio, que esto último es una falacia, pues no hay ningún esfuerzo en particular por lograr una representatividad estatal en el evento. Primera pregunta, ¿en verdad será necesaria esa representatividad estatal? Si la respuesta es sí, entonces qué se está haciendo para lograrlo. Y si es no, pues ni para qué plantearlo. Este es solo un ejemplo de un tema que debió haberse discutido y resuelto desde un principio, cuando aún era posible tener claro qué es lo que se deseaba con el evento.
Se habla de que se ha incorporado en esta edición a los “emergentes”, como podrían haber sido l@s invidentes, l@schic@s de los reformatorios, l@s que solo trabajan en B&N, l@s que únicamente se valen de la cámara los fines de semana, o cualquier otro grupo o colectivo que se nos ocurra, mi pregunta es ¿qué gana el evento con estas incorporaciones, en qué se enriquece el panorama de la producción fotográfica en Monterrey?, ¿en serio se cree que por haber incluido esta categoría, se tiene un mejor salón que cualquiera de los anteriores?, ¿no habrá formas menos barrocas para asegurarnos la formación de un salón representativo de lo que se hace en la ciudad? Dígase lo mismo respecto a la temporalidad, ¿necesitamos cada año un evento de este tipo?, ¿por qué no bienal o trienal?
Creo que estas y otras preguntas similares, las puede plantear cualquiera que haya seguido y/o asistido a un par de estos eventos y se sienta, aunque sea ligeramente, incómodo con lo que ve. Yo propondría discutir en torno a los dos siguientes pasos. Uno, comparar la realidad fotográfica de la ciudad, incluidas otras actividades que no tuvieran que ver con la producción (enseñanza, difusión, investigación, etcétera) contra la organización y logros de la “Reseña”, evaluar si en realidad hay una correspondencia entre los dos campos.
Y dos, diseñar un nuevo evento, con base en los datos arrojados por el ejercicio anterior, de tal suerte que efectivamente la actividad pública oficial asociada a los esfuerzos de la iniciativa privada, destinados a la fotografía, hicieran que la “Reseña” fueran la más importante del país.
Por último, aunque parezca una broma de mal gusto, creo que es imperdonable que por segunda vez en dos eventos distintos se le niegue (creo que por ignorancia) el crédito correspondiente al trabajo de Roberto Ortiz Giacomán.
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