En la reunión inaugural de gabinete como primer ministro el domingo 20 de junio, Naftalí Bennett rindió tributo a Yitzhak Shamir, séptimo primer ministro de Israel, para conmemorar el noveno aniversario de su fallecimiento. Tal como en esta administración, Yitzhak Shamir era el socio del primer ministro Shimon Peres en la rotación del primer gobierno de unidad nacional, en 1984.
Eran tiempos de hiperinflación y existían retos de seguridad con Líbano; a pesar de sus diferencias ideológicas, ambos rivales políticos fueron capaces de superarlas para tratar con éxito estos asuntos nacionales importantes.
Los votantes israelíes están acostumbrados a las coaliciones debido a que existe un fragmentado paisaje político y pequeños partidos que mantienen su registro a pesar del techo electoral fijado en 3.25 por ciento. Aun así, esta coalición rompió los récords establecidos previamente.
La coalición Bennett-Lapid estableció muchos precedentes. Es la primera vez que un gobierno está compuesto hasta por ocho partidos políticos, desde la derecha nacionalista representada por los partidos Yamina del primer ministro y Nueva Esperanza del ministro de Justicia, a la izquierda con el Partido Laborista y Meretz.
En los 73 años de existencia de Israel, Raam es el primer partido árabe —en este caso islámico— que se une al gobierno de coalición, que tiene el deseo de trabajar en asuntos concretos que afectan a sus representados y que influirá en las decisiones políticas desde el Ejecutivo.
En su discurso inaugural en el Parlamento, el primer ministro Bennett explicó los ejes principales de trabajo de su equipo ministerial. Ahí subrayó que “el gobierno que se formará representa a muchos ciudadanos de Israel —desde Ofra (un asentamiento judío en Judea) a Tel Aviv (símbolo del espíritu libre de Israel), a Rahat (la ciudad beduina al sur de Israel) y a Kiryat Shemona (en la periferia norte). Iremos hacia adelante en lo que estemos de acuerdo; lo que nos divide, lo dejaremos a un lado”.
Esta es desde luego la única llave para el éxito en este gobierno tan diverso y a su vez una medicina administrada a tiempo para tratar de sanar la polarizada sociedad israelí. El gobierno de coalición anterior Netanyahu-Gantz ya percibió la necesidad de ocuparse de la profunda división en la opinión pública de Israel al incluir el establecimiento de una comisión para la reconciliación en los principios rectores de su plan de trabajo.
Este nuevo gobierno está comprometido en promover reformas y cambios a largo plazo en áreas como la educación, el transporte y la justicia para sobreponerse a la parálisis que caracterizó al gobierno anterior, subrayado con la prolongada ausencia de un presupuesto estatal.
Respecto al Servicio Diplomático israelí, el gobierno que acaba de iniciar envió una señal positiva cuando confirmó el nombramiento de 36 embajadores y cónsules generales nuevos, que habían sido suspendidos por desacuerdos internos en la coalición anterior.
El gobierno Bennett-Lapid no gozará de un solo día de periodo de gracia: asuntos altamente controversiales, respecto a los asentamientos y los lazos familiares entre ciudadanos palestinos e israelíes, se están debatiendo en el Parlamento, mientras los partidos de oposición —liderados por el ex primer ministro Netanyahu— están firmes en su propósito de aprovechar cualquier oportunidad para desafiar a la frágil mayoría gubernamental.
Asuntos foráneos complejos, como por ejemplo la actitud hacia el gobierno de Hamás en la Franja de Gaza en un contexto regional más amplio o la tradicional relación bipartidista de Israel con Estados Unidos de América, están a la vuelta de la esquina.
La mayoría de los votantes ha otorgado su apoyo a un gobierno de cambio en espera de que el compromiso del primer ministro Bennett y del primer ministro alterno Yair Lapid se ocupen de sus preocupaciones diarias y reunifiquen a la sociedad alrededor de los valores comunes y los intereses nacionales, que se reflejan en los diversos componentes de este gran gobierno de coalición.
Zvi Tal
*Embajador de Israel en México