Capturar al ‘Chapo’ en su territorio... sin un solo tiro

Crónica | Acción binacional en 2014

En un libro, Andrew Hogan, ex agente de la DEA, narra la captura del narcotraficante, quien previamente se les había escapado por un túnel.

El "Chapo" Guzmán. (Especial | Archivo)
Cenotafio en recuerdo de una persona asesinada en la capital sinaloense. (Cuartoscuro)
Juan Alberto Vázquez
Nueva York /

Tal vez uno de los momentos más felices en la vida del agente de la DEA Víctor Vázquez fue cuando formó parte de la tropa que apresó al Joaquín El Chapo Guzmán en el hotel Miramar de Mazatlán, Sinaloa, aquella madrugada de febrero de 2014.

“¡Vic, Vic, lo tenemos!, ¿puedes bajar a reconocerlo?”, escuchó por el radio con el que se comunicaba con marinos mexicanos. “¡Eres tú!, ¡eres tú!, ¡holy shit!”, repetía Vázquez cuando vio a Guzmán de hinojos frente a un uniformado.

También en el libro que escribió para narrar la captura de El Chapo, Andrew Hogan, otro de los agentes a cargo de aquella operación, cuenta su versión del instante: “Me di la vuelta para encarar a Brady (pseudónimo que usó para “proteger” a Víctor) y nos dimos un abrazo. “¡Malditamente increíble!”, gritaba Brady con lágrimas en los ojos. Yo nunca lo había visto emocionarse por nada”, escribió Hogan.

Víctor Vázquez y Andrew Hogan colaboraron con un comando formado por miembros de la Secretaría de Marina y alguaciles estadunidenses durante dos semanas de febrero de 2014.

Días antes de iniciar se entrevistaron en la embajada de Estados Unidos con un alto cargo de la Semar, quien asignó la brigada de elementos de dicha dependencia que estaban de base en La Paz, Baja California, al mando del almirante Garra.

El supremo objetivo de atrapar a El Chapo fue el justificante para ponerlos al frente de la operación. En fotos y videos que Hogan publicó se mira a los agentes de la DEA armados con carabinas AR y uniformes de uso exclusivo de las fuerzas armadas mexicanas, volando en helicópteros MI-17.

Hogan relata que dos días antes de la captura llevaban varios días durmiendo pocas horas y más de una semana sin cambiarse de ropa interior. El Chapo ya se les había escapado por un túnel de una de sus casas de seguridad y ellos decidieron quedarse cuatro días ahí para replantear la cacería.

El ya retirado agente de la DEA detalla su estrategia para operar. Primero interceptaban la red de comunicaciones de Guzmán, identificaban los dispositivos y en EU un tal Joe escribía declaraciones juradas que luego un abogado auxiliar revisaba para ser llevadas a un tribunal federal en El Paso, Texas. Ahí eran firmadas por un magistrado y de ese modo cumplían con la justificación legal para usarlas en sus operaciones.

En el fallido operativo de Culiacán retuvieron al lugarteniente de El Chapo conocido como Picudo, quien les reveló las coordenadas del Hotel Miramar. Rumbo al lugar, Hogan piloteaba una Suburban blindada proporcionada por la embajada de EU y Víctor Vázquez iba en otra.

Ya en el hotel, se estacionaron a una prudente distancia en espera de la luz verde de los equipos de la Semar y alguaciles cazafugitivos de EU.

Luego de una rápida incursión bajaron a Joaquín Guzmán al estacionamiento y lo subieron a la Suburban asignada a Hogan. Pidió a un marino que tomara el volante y antes de bajar tomó con su iPhone dos fotos a El Chapo.

Al final del libro Hogan agradece a autoridades mexicanas: “Protegieron nuestras vidas... sin tener que hacer un solo disparo”.

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