La familia Medina veló el fin de semana el cuerpo de Alejandro, un hombre de 31 años, padre de dos adolescentes. Alex falleció en 2015, su cuerpo fue hallado en un canal, por el puente del Zapote en Tlajomulco, con severas contusiones en la cabeza.
El cuerpo de Alejandro pasó tres años en una bolsa de plástico, amarrado con cinta adhesiva en una cámara frigorífica, luego lo pasaron a una caja de ventilación para finalmente ser trasladado en un tráiler junto con cientos de cadáveres que siguen sin ser identificados.
Su madre Alicia, una mujer bajita y de cabello corto, recibió los restos en avanzado estado de descomposición y lo pudo identificar por un tatuaje que tenía en la pierna. Alicia revisó un centenar de fotografías de cuerpos con tatuajes parecidos al de su hijo hasta dar con él.
Alejandro Medina era comerciante. En los primeros días de diciembre de 2014 “se fue a trabajar como todos los días, pero ya no regresó. Mi hija Karina se fue unos días después a buscarlo y también desapareció. Ninguno de los dos tenían problemas con nadie, yo les enseñé el trabajo digno y honrado”, cuenta Alicia mientras se despide de su hijo en el velatorio La Paz.
“Estoy muy indignada con la fiscalía, porque no se vale lo que nos hicieron. Fue una cosa muy triste. Desde cuando pudimos hacer esto sin sufrir estos tres años que lo estuvimos buscando.“Supuestamente lo encontraron en 2015, pero no nos avisaron nada pese a que tenían todo, mi prueba de sangre, mi teléfono, mi domicilio. Yo venía casi cada tercer día a preguntar por él”, dice Alicia mientras sostiene una foto de sus hijos.
El 15 de septiembre, se enteró por las noticias que 157 cadáveres estaban abandonados en un tráiler. “Ahí tuve un presentimiento”. En los días posteriores, Alicia hizo largas filas en el Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses (IJCF) para saber si alguno de sus hijos desaparecidos estaba entre los cadáveres abandonados o entre los más de 400 restos que fueron amontonados en cajas de tractocamiones y frigoríficos. Alejandro es la segunda persona cuyos familiares reclaman el cadáver.
El primero fue José Guadalupe Cruz Zamora. Su madre, María del Tránsito Zamora, también identificó el cuerpo de su hijo por un tatuaje en el pie. El pasado sábado 21 de septiembre, María depositó los restos de su hijo en el panteón de Guadalajara.
Peritos trabajan “a marchas forzadas”
Carlos Barba, titular del IJCF, dijo que además de Alejandro y José, otras 16 personas han sido reclamadas por sus familias.
Reconoció que los peritos trabajan “a marchas forzadas” para acelerar los procesos de identificación de los cuerpos. Hasta este miércoles, de los 444 cadáveres, 77 habían sido inhumados que son lo que cuentan con fichas completas de identificación.
“Estamos trabajando en unificar toda la información que se encuentra disociada en cada una de las áreas del instituto. Me estoy enfocando en integrar una carpeta básica de cada uno de los restos para proceder a su inhumación en caso de que no tengamos una persona que los reclame.
“También estamos buscando echar a andar equipos que por algún motivo no estaban funcionando en el laboratorio de genética y que nos permiten obtener de una forma más rápida pruebas para luego obtener los perfiles genéticos”, dijo el funcionario.
El IJCF ha cesado al menos a seis directivos, entre ellos el anterior titular Luis Octavio Cotero, y a la que era responsable del área genética,Karina Sánchez.
Subir a redes sociales información de los cadáveres
Según datos de la Fiscalía General del Estado, de enero de 2013 a octubre de 2017 se reportó la desaparición de 14 mil 19 personas, de las cuales 3 mil 206 ocurrieron entre enero y octubre de 2017.
Esas cifras aumentan cada día y por eso más familias se suman a búsquedas en oficinas, dependencias y redes sociales.
En 2016 , la organización ciudadana Por amor a ellxs ideó una estrategia para que más familias tuvieran acceso a los cuerpos. Consuelo Velázquez, integrante del colectivo y cuyo esposo está desaparecido desde diciembre de 2015, comenzó a anotar las características de los cadáveres que le mostraban, para luego subir las fotografías a las redes sociales.
“En junio, cuando apareció una fosa en Tlajomulco, fui al instituto para ver si mi esposo estaba entre ellos. Me mostraron las fotos de los restos y anoté en mi libreta todo lo que veía. Otra compañera hizo dibujos de sus rostros y después subimos esa información a las redes sociales”, refiere.
El trabajo de Consuelo ha ayudado a ubicar al menos a una decena de personas que estaban en el IJCF y que sí tenían la cadena de custodia completa.
La activista, quien es madre de dos niñas, cuenta que desde mayo de este año, integrantes del colectivo comenzaron a notar el sobrecupo de cadáveres. “El olor se empezó a hacer más penetrante y el número de fichas que nos mostraban era muy reducido comparado con el número de muertes que se registraban en el estado”.
A más de dos semanas del hallazgo de los cadáveres en las cajas de tráileres, el colectivo realiza jornadas de identificación para que más familias puedan saber si sus desaparecidos están entre los 444 cuerpos.
“Nos hemos convertido en antropólogas, abogadas y hasta forenses. De todo hemos aprendido. Anotamos la ropa, el número de calzado, el pantalón, la marca, los tenis, hasta la forma de la prenda íntima, los tatuajes y la forma de los dientes.
“Buena parte de ellos tienen contusiones severas, otros están en pedacitos y esa es la parte más terrible, porque te imaginas lo que sufrió y sin serlo se convierte en tu familiar, te imaginas todo lo que sufrió”, afirma Consuelo.
El colectivo está compuesto de unas 400 familias en Jalisco, solo 30 de ellas trabajan de manera activa en la identificación de personas fallecidas.
Para Consuelo, los cientos de personas en busca de sus desaparecidos se han convertido en su nueva familia. Lo único que nos queda es “abrazarnos, indignarnos y exigir justicia”.