Asomándose al lado humano de los monstruos

Entrevista • Mónica Ramírez Cano, criminóloga

Retirada del servicio público, la doctora elaboró el perfil psicológico de la élite de la delincuencia en México en los últimos 20 años, del caníbal de Chihuahua a ‘La Mataviejitas’, pasando por ‘El Chapo’ Guzmán y ‘El Mochaorejas’

“Mi trabajo es ver el lado humano de los monstruos”. (Especial)
“Hay que tener la capacidad de terminar de hablar con los criminales y disociarte”: Mónica Ramírez. (Especial)
Editorial Milenio
Ciudad de México /

Mónica Ramírez Cano (Chihuahua, 1976), hija única, decidió su profesión a partir del fenómeno “las muertas de Juárez” a principios de los años 90 y por un personaje de novela y película que la atrapó: Clarice Starling, alumna del FBI que debe lidiar con el asesino serial Hannibal Lecter. Hoy es la más reconocida criminóloga mexicana con una hoja curricular en la que desfilan perfilados El Chapo Guzmán, “un encantador y un romántico”; El Mochaorejas, “un psicópata violento, un desastre”; El Cholo Iván, “una máquina de matar”, así como otras figuras de la élite del delito como La Mataviejitas, Mario Villanueva, El Z40, El Menchito, Succar Kuri, La Narcosatánica...

La labor de esta criminóloga, perfeccionada con una trayectoria de más de 20 años entre doctorados en España, trabajo de campo en Portugal y servicio público en México, es considerada única en su género, porque desarrolló un instrumento que representa un plus frente al desempeño de cualquiera de sus colegas, el “método inductivo de investigación aplicada”, usado en cinco países y operado aquí con autores de diversos delitos.


Los criminales, dice, nacen, se hacen y también pueden surgir de lesiones cerebrales, sin dejar de lado la familia, el entorno y la cultura, “la idiosincrasia del mexicano, que es machista, violenta, cruel, invasiva, castiga y es impune”. Estos personajes son seres bio-psicosociales y culturales y cada una de estas áreas, expone, aporta lo suyo al caldo de cultivo de la delincuencia.

En resumen, dice: “Mi trabajo es verle el lado humano a quienes el resto del mundo ve como monstruos”.

Desde su retiro del servicio público, en proceso de escribir sus memorias, la doctora charla con MILENIO.

Desde fuera me pregunto si para un criminólogo es fascinante estar frente a personajes como El Chapo o El Mochaorejas. ¿Pueden llegar a ser, digamos, seductores?

Para un criminólogo será siempre fascinante cualquier caso que le represente un reto mayor, la idea es irse superando a uno mismo, y aunque no lo digo soberbiamente, El Chapo y El Mochaorejas fueron una tarea más en mi desarrollo profesional, con la excepción, claro, de que uno era el delincuente más buscado del mundo y el otro el que, en su momento, dio un giro a la historia y parió una modalidad muy específica de secuestro en México: el exprés.

Siguiendo con esa lógica, ¿cuál es el caso que más te ha atrapado y por qué? ¿Hay alguno que se te escapó?

De atraparme, todos. El que se me ha escapado de perfilar es El Mencho Oseguera, pero porque está libre. Trabajé con su hijo El Menchito mientras lo tuvimos detenido en penales federales, pero el que siento que me falta y que se me puede escapar es El Mencho, porque ahora estoy dedicada ya no al campo ni a la investigación, sino a escribir mis memorias.

Con mi método, yo camino con el delincuente a través del desarrollo de su vida, identificando los factores que se combinaron y cómo lo hicieron para que se viera orillado a decidir a cometer un crimen. Identificados estos factores que son, digamos, los “focos rojos” que pueden estar presentes en cualquiera de las cuatro categorías de análisis, los paso a áreas que se dedican a la prevención o intervención y combate de ciertos delitos. Por eso mi modalidad de perfil es “inductivo”: estudio a los secuestradores, los perfilo para que de alguna manera quien combate ese delito tenga armas y áreas con y en las cuales intervenir y tratar la temática.

Te ha tocado de todo: caníbales como el de Chihuahua, políticos como Mario Villanueva, pederastas como Succar Kuri, homicidas como La Mataviejitas, narcos como El Z 40, El Pozolero de Piedras Negras...

Cada perfil es un reto aunque estemos hablando del mismo delito. Por ejemplo, El Chapo y El Licenciado Dámaso López son muy similares en algunos aspectos, en cambio El Cholo Iván no tiene nada que ver, era simplemente una máquina de matar movida por la cantidad de cocaína que consumía y el grado de adrenalina en el que vivía. Así que sí, cada perfil es una investigación profunda y exhaustiva, que lleva tiempo porque cada caso es importante en sí mismo y aportará ingredientes diferentes al conocimiento existente. Podemos generalizar ciertos rasgos si hablamos de un delito, o de un tipo de delincuente, pero cada caso es importantísimo y vale la pena perfilarlo. Mi trabajo se divide en un total de 10 a 12 sesiones de entre cuatro y seis horas cada una, pero como no me gusta interrumpir una entrevista, por ejemplo con Sara Aldrete (La Narcosatánica), la primera vez que estuve con ella me llevó 11 horas ininterrumpidas.

Entiendo que usas el “método inductivo de investigación aplicada” siempre partiendo del hecho de que “decidieron” delinquir, por lo que no trabajas con gente inimputable. Sin embargo, pregunto: ¿Nacen, se hacen, quizá alguna lesión cerebral?

Nacen, se hacen y comparten generalmente un deficiente desarrollo o una precariedad en la conexión de las bases fisiológicas de las emociones, que constituyen el “circuito límbico” (hipotálamo y amígdala), daños en los lóbulos temporales y deficiencias en la corteza prefrontal, sea por herencia, sea por mala alimentación durante la gestación y los primeros meses-años de vida, o por un golpe. Los criminales son seres bio-psicosociales y culturales y cada área aporta al caldo de cultivo de la delincuencia.

Supe por un amigo común, tuyo y mío, que El Chapo pidió en prisión el libro del Quijote. Cuéntame de este personaje, Guzmán, acaso el delincuente más famoso de México desde los años 90.

Hay muchas cosas que llamaron mi atención, pero no desde este lugar de “ser el delincuente más buscado”, sino como narcotraficante, es decir, un narco entre narcos y como ser humano. Recuerda que mi trabajo es verle el lado humano a quienes el resto del mundo ve como monstruos. De eso se trata lo que hago y he concluido que mis entrevistados son “el reflejo” de su propio delito o de su propia organización. Pues así con El Chapo, un capo de la vieja escuela, que a diferencia de Pablo Escobar no es un psicópata, por lo que la serie de actos de solidaridad para con la gente de su pueblo y de escasos recursos viene desde un lugar auténtico, no como con el colombiano, que lo hacía por narcisismo, para buscar votos, lavar dinero. Una parte de la organización de El Chapo, me contó, se dedica a atender a menores de edad de Centro y Sudamérica, así que cuando le pregunté qué era lo que más le movía en términos de problemática social, me respondió que esos menores anduvieran por ahí sin poder comer, sin calzado ni estudios. Tiene hambre de conocimiento, lee mucho y viajaba mucho cuando se lo permitía el no andar escondiéndose. Le encanta la historia, en la biblioteca del centro de reclusión tenía peticiones sobre poesía, así que cuando le pregunté sobre su éxito con las mujeres, me dijo lo evidente: “soy muy romántico”. Es muy respetuoso, muy cordial y muy amable. Pero eso no le quita ser el delincuente que es. Cuando me comentó que “el secuestro” es el peor delito para él, ya que “mata familias enteras”, lo cuestioné acerca de su negocio, porque, le dije, “mata familias enteras de igual manera”, y solo me respondió que en su negocio “consume quien quiere, no a quien se le obliga”. Esa es la visión que él tiene sobre la demanda en “su empresa”, como él la llama.

Se habla mucho de que el sitio de origen influye para casos como el hoy famoso Monstruo de Ecatepec, que mataba y devoraba a sus víctimas junto con su esposa. Pero conozco Rotemburgo, en Alemania, donde surgió un asesino similar, que pactaba con su propia víctima el crimen, y es una de las ciudades más bellas en la próspera y culta Europa.

En el caso de Armin Meiwes, su contexto inmediato fue el que lo marcó: su padre les abandonó cuando él era un pequeño y eso dejó una herida muy profunda en él; su madre, una mujer histriónica y chantajista, le propinaba una sobreprotección que acabó por explotarle en la cara. Escogió además una profesión que le permitía surfear en la red por lugares inhóspitos y ver pornografía en línea que no estaba al alcance de cualquiera, solo de profesionales como lo es en la “Deep Web”. Lo mismo sucede con los feminicidas de Ecatepec: cuando nos referimos al contexto social y cultural, hablamos de los grupos de amor primario: padre, madre, cuidadores o tutores, hermanos, familiares, luego amigos, conocidos, y después la idiosincrasia cultural. Si indagas en la mente de los feminicidas de Ecatepec, antes del medio tan criminógeno en el que se desenvolvieron con alta impunidad, estuvo presente el contexto inmediato, ambos sufrieron maltrato de sus padres, luego fueron víctimas del contexto social y posteriormente la impunidad cultural les jugó a favor. Con esto no quiero decir que todo el que sufre abuso en la infancia se convierte en criminal, pero la infancia de los criminales sí está marcada por estos factores.

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Robert K. Ressler, ex agente del FBI que se dice creador del concepto “asesino serial”, recupera esta cita de Nietzsche en el libro correspondiente editado por Ariel: “El que lucha con monstruos debería evitarse convertirse en uno de ellos en el proceso. Y cuando miras al abismo, él también mira dentro de ti”. Mónica conoce el texto, conoce la frase, es su campo, y comenta: “Por ética profesional debemos estar muy conscientes, con los pies en la tierra, de que no estás hablando con cualquier persona, sino con un criminal, y en mi caso yo llevo terapia psicológica y psiquiátrica, hay una supervisión para poder decir ‘esto no es mío, esto es de la persona a la que estoy perfilando’. Es importante, básico. Como criminóloga me toca no empatizar en el sentido de justificar, nunca justifico ningún acto de violencia. Lo que hago es aproximar a la gente a un entendimiento de las motivaciones de los criminales para cometer un delito. Hay que tener la capacidad para terminar de hablar con ellos, disociarte y volver a tu vida cotidiana”.

¿Puedes dormir, Mónica?

Siempre padezco insomnio, pero cuando logro dormir, mis sueños son como películas: con principio, clímax y final, y siempre ando persiguiendo a algún delincuente o estudiándole o ya me mató o mató a los míos. Pesadillas terribles. Por eso las terapias, por salud mental.


“Hay que tener la capacidad de terminar de hablar con los criminales y disociarte”: Mónica Ramírez. (Especial)

Lado B. De Harry Potter a Harari, del jazz a los 49ers de San Francisco

• “Los criminalistas nos hacen por decirlo así el trabajo sucio a los criminólogos, ellos nos dan respuestas sobre el qué sucedió y cómo se desarrollaron los hechos (es decir, la secuencia de actos) y nosotros debemos encontrar a través de los indicios el porqué el criminal se ha comportado de esa manera y para qué”.

• “Me gustan las películas de la saga Harry Potter y mi libro favorito es El Conde de Montecristo, de Alexandre Dumas padre, del cual debo presumir que tengo la primerísima edición en castellano de 1876. Ahora estoy sumergida en un romance con el escritor israelí Yuval Noah Harari, que es sin duda extraordinario.”

• “Como suelo trabajar con música, me gusta mucho el jazz, la música electrónica, la clásica, la ópera. De deportes I’m a 9er and always a 9er, de los 49ers de San Francisco de la NFL. No soy aficionada ni me muero si no veo un partido o el Supertazón, pero generalmente estoy con ellos. Ahora practico el yoga.”

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