Juan Ramón de la Fuente y el duelo en las víctimas de violencia

El ex rector de la UNAM creó un grupo interdisciplinario para atender la salud mental de los familiares afectados por las muertes y desapariciones registradas en nuestro país en la última década

Juan Ramón de la Fuente
Padres del estudiante normalista desaparecido Abel García Hernández
Adriana Malvido
Ciudad de México /

A Juan Ramón de la Fuente, la escena le quitó el sueño:

Formadas en una fila interminable, un grupo de mujeres, sobre todo indígenas de origen humilde, esperan su turno. Buscan a sus hijos y familiares desparecidos. Un equipo de forenses argentinos les toma muestras de sangre para ver si su ADN corresponde al de alguna de las osamentas halladas en los alrededores de Iguala, donde se han encontrado docenas de cuerpos en fosas clandestinas, durante la búsqueda de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa.

El doctor miraba la televisión, aquella escena desgarradora se le grabó y desde entonces se pregunta: “¿Por qué nadie se ha ocupado de estas familias? ¿Qué, el estrés postraumático solo ocurre en las víctimas de las atrocidades en Irak, en Irán, en Siria, o en los marines veteranos de guerra estadunidenses? ¿Qué nuestras poblaciones indígenas no sufren depresión?”.

Al día siguiente acordó viajar a Guerrero con sus alumnos del Seminario de Estudios sobre Globalidad de la UNAM. Advierte: “En México no hay un solo programa para atender la salud mental de las víctimas de la violencia, de las madres, de las viudas… Si hay 180 mil, entre muertos y desaparecidos, hay 180 mil familias en duelo. Hay una enorme necesidad de atender la depresión y el duelo no resueltos en estas comunidades”. Se integró un grupo interdisciplinario de psicólogos, psiquiatras, antropólogos que ya están trabajando en la región. Primero, dice, “hay que entender cómo están, qué les está pasando y luego instrumentar una serie de medidas para ayudarles”.

A este trabajo le dedicará los próximos años y también su siguiente libro: “Hay que alzar la voz, más que una ofensiva militar del gobierno, se requiere una ofensiva social para atender el problema de la salud mental de las víctimas”.

Juan Ramón de la Fuente ya habla de su próximo libro cuando acaba de publicar tres al hilo: A quién le importa el futuro, las disyuntivas de México (Temas de hoy); Marihuana y salud, coordinador (FCE) y La Universidad rediviva, diálogos con Ignacio Solares, (Taurus).

En entrevista, De la Fuente reflexiona sobre el tiempo. En el juego de la memoria aparecen sus padres, los escritores que le han dejado huella, y cómo su propia pérdida, la de su esposa, lo llevó, gracias al impulso que un día le dio Carlos Fuentes, a soltar la pluma para expresar sus emociones. Así publicó en la Revista de la UNAM su texto “Buenas noches, duelo”, donde escribe

“Qué más doloroso que la muerte de un ser amado. Más, mucho más que la muerte de uno mismo. Porque la vida es lo que uno ama. No hay hada más intenso que el amor. No hay mayor sufrimiento que el duelo. (…)

Elaborar el duelo, procesarlo, es aprender a vivir a pesar de todo; volver a gozar a pesar de todo; amar de nuevo a pesar de todo. Aceptar el veredicto. La herida dolorosa. El duelo es aceptación de la muerte. Está del lado de la muerte como suceso y del lado de la vida como proceso.

Cada uno se las arregla como puede. ¿Es mayor el duelo de un padre que ha perdido a un hijo, de un hijo que ha perdido a su madre o el de quien ha perdido a su compañera de vida? Qué importa. Todos sufren igual, cada quien a su manera. (…)

Hay que pensar que la vida es finita para aceptar la muerte. Pero pensarlo y repensarlo, hablarlo, meditarlo, compartirlo o escribirlo, no basta. Nunca estamos suficientemente preparados. Es más fácil aceptar la muerte de uno que la del ser amado. Cuando yo muera, en mí, no habrá duelo. Por lo pronto es aún tiempo de vivir.

Buenas noches, duelo”.

A quién le importa el futuro, ofrece un riguroso diagnóstico de México en el contexto global, pero también plantea alternativas desde un optimismo informado y la esperanza en la sociedad civil y en el “talento acumulado” que hay en este país. De la estadística surgen preguntas y propuestas mientras que la filosofía, la literatura, la historia y la poesía brotan como referencias que iluminan la reflexión.

Hijo del doctor Ramón de la Fuente Muñiz y de Beatriz Ramírez de la Fuente, reconocida historiadora del arte, el médico hace memoria:

“Reconozco con gusto, enorme gratitud y mucho amor hacia mis padres, que nací en un hogar donde de manera natural se daban una serie de cosas. Por un lado las ciencias, en particular las médicas, por la formación de mi padre y, por el otro, el cultivo de las humanidades y de las artes que recibí de mi madre. Entonces a mí, la idea de que las ciencias y las humanidades son excluyentes me pareció siempre absurda, porque yo me nutrí de ambas y quizá aún más de las humanidades y las artes, ya que en mi infancia estuve más cerca de mi mamá, que desde muy joven estudiaba y trabajaba. Mis primeras memorias de la Ciudad Universitaria son de cuando yo tenía cinco años, aún estaba en obra la Facultad de Filosofía y Letras, en donde ella hacia su maestría, y nos llevaba a mi hermana y a mí y nos quedábamos jugando en el estacionamiento hasta que ella salía.

“Si visitas mi biblioteca, no necesariamente pensarías que estás en casa de un médico, porque si bien hay libros de medicina, de psiquiatría y de ciencia, proporcionalmente son más los de narrativa, poesía e historia. Más allá del ambiente familiar que fue muy estimulante, después seguí yo, por mi lado, nutriéndome de los autores que marcaron mi formación y mi ideología”. Y revela: “De no haber sido médico, a mí me hubiera gustado ser reportero”.

Entre los escritores que dejaron huella, menciona a Carlos Fuentes: “no había cosa que él escribiera que no leyera yo, aunque siempre me gustaron más sus ensayos que sus novelas, su impronta intelectual, era un socialdemócrata, progresista y liberal”. Gabriel García Márquez: “¿Quién de mi generación no creció con la marca de Macondo?, con él también tuve la fortuna de la amistad”. Mario Vargas Llosa: “como novelista me gusta muchísimo; ideológicamente no estoy tan cerca, por eso me atrae mucho más su narrativa que sus ensayos”. Otra presencia clave ha sido Octavio Paz, cuyos libros revisita constantemente. Y el más fuerte de todos, en términos ideológicos, es Carlos Monsiváis: “influyó mucho en mi posición frente a temas que he ido haciendo causas sociales mías, como el laicismo del Estado, la postura liberal frente a asuntos controvertidos como el uso del condón, la interrupción del embarazo en ciertas circunstancias, el matrimonio gay o la no criminalización de la marihuana”. De estos autores “lo que más me nutrió no fue solo la lectura de sus obras, sino mi interacción con ellos, la conversación…”.

En el último capítulo de A quién le importa el futuro el ex rector de la UNAM presenta la semblanza de gente que ha sido importante en su vida como ejemplo, referencia ética y cultural. Entre otros están Heberto Castillo, Carlos Fuentes, Javier Barros Sierra, Rubén Bonifaz Nuño, Julio Scherer, Guillermo Tovar, Juan Gelman, Elena Poniatowska… “Uno no puede ver hacia el futuro, con las introspección y la reflexión necesarias, si no tiene presente al pasado intelectual y colectivo de México”.

En De la Fuente, la concepción del tiempo se nutrió de Sartre, de Camus, del existencialismo alemán que leyó con pasión y discutía con sus padres. Ahora, “la verdadera fuente de preocupación y de inspiración al hablar del futuro, son los jóvenes”. Puedes tener la perspectiva con tus hijos, tus sobrinos, dice, “pero eso se potencia cuando estás en contacto con estudiantes universitarios y te preguntas ¿cuál es el país que estos jóvenes van a tener?”.

Por eso, antes de hablar con sus alumnos de medicina sobre las bases farmacológicas del tratamiento de la depresión, se da unos minutos para preguntarles sobre el proceso electoral, la visita del papa Francisco… y se da cuenta del desencanto que hay hacia la vida política del país, el poder, los sistemas públicos de salud… “son señales importantes de las que me alimento”. Por supuesto hay lecturas y documentación, pero a la hora de investigar, “mi mayor fuente de información es la gente, de ella me nutro para disparar ideas, reflexiones y preguntas que son fundamentales. La vida como maestro y como psiquiatra me ha enseñado a escuchar, me ha educado el oído”.

La globalización y las tecnologías digitales son para el doctor, el cambio más radical de los últimos 25 años en la humanidad. Por eso ya no puede hablarse de México sin pensarlo en su interacción con el mundo. Ni se puede pensar en México sin Ayotzinapa: “La vida de los países es un poco como la vida de las personas, todos en algún momento hemos vivido episodios que nos marcan más que otros y este caso fue tan traumático que no podemos ser indiferentes.

La verdadera repercusión del 2 de octubre en el 68 no la teníamos tan clara en ese momento, con los años adquirió su verdadera dimensión y probablemente suceda lo mismo con Ayotzinapa, el tiempo no lo va a diluir. Por eso mi trabajo en los próximos años será sobre las víctimas, para entender e intentar hacer algo, ayudar a elaborar el duelo”.

Cada vez que a Juan Ramón de la Fuente le preguntan si será candidato independiente, su respuesta es: “Prefiero hacer política desde la sociedad y seguir impulsando esquemas de participación social”. Seguramente también sabe escuchar al tiempo.

LAS MÁS VISTAS