De feminismo se habla mucho estos días, un movimiento que siempre ha estado vigente, pero que retomó fuerza mediática apenas el último lustro en Hidalgo. Aun así, ¿qué pasa en la periferia de la Zona Metropolitana de Pachuca?
“En la Huasteca (hidalguense) hay mucho machismo, y sabemos que existe y sabemos que nos lastima, pero poco se nombra, poco se dice que las cosas están mal y eso es parte de la urgencia de nosotras de comenzar a hacer algo (…) hay mucha violencia intrafamiliar, de hecho somos de las regiones que más violaciones de menores hay y sobre todo (perpetradas) por miembros de la familia, entonces creo que es muy necesario que comencemos a mencionar las cosas como son, y también por eso la necesidad de descentralizar el movimiento feminista y darle visibilidad a los feminismo que resisten en las periferias, eso es lo que queremos remarcar. El feminismo no es un movimiento homogéneo, no es un movimiento centrista que permanece en las capitales, y por eso el feminismo es un arma poderosísima de cambio”, señala Guadalupe Azuara, fundadora de la Colectiva Feminista de la Huasteca Tetik Siuatl, que ha unido a las mujeres en la orilla noreste de Hidalgo.
Si bien la violencia machista es un mal general que azota cada parte de la Tierra, desmenuzarlo puede ser una manera de evaluar las violencias específicas que aquejan a cada sector para entenderla y atenderla de manera integral, por eso el principio de llamar en plural: “las violencias” y “los feminismos”, porque en cada espacio afectan de forma peculiar.
Por ello el primer paso y la misión del grupo Tetik Siuatl es acercar a las mujeres huastecas al feminismo para que puedan tomar conciencia de sus derechos. “Queremos que las niñas, adolescentes y mujeres de aquí se reconozcan como valiosas y que sepan que el feminismo les da la libertad de ser y vivir como ellas quieren, por decisión y no por imposición de los roles de género”, acota Carmina Quintero, quien también conforma el movimiento huasteco creado desde el 8 de marzo de 2020 ante la necesidad de nombrar un feminismo más descentralizado que aporte una visión específica a la problemática de la región.
“Nos sentimos desprotegidas en todos lados, pero en esta zona abunda el machismo y como no se habla de violencia machista, no se señala como tal, pues entonces tiende a normalizarse (…) aquí vemos que inclusive hay resistencia de las mismas mujeres que quieren la igualdad, pero que no se proclaman feministas porque piensan que es una lucha de gente buena contra gente mala, y eso tiene que ver más con un miedo y una falta de conocimiento teórico y epistemológico del feminismo, de la historia, del contexto político, pero eso es normal, no todas conocemos de historia y tampoco somos eruditas, pero creemos que sí podemos tejer redes donde entre todas nos acompañemos en este camino”, ahonda Guadalupe.
Y es que la expresión geográfica de la entidad no les deja otra opción, viviendo desigualdades gestadas desde sus propias creencias y costumbres, y alejadas de las capitales que en muchos casos centralizan las actividades a favor de los derechos de las mujeres. Según datos del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), en México el 23 por ciento de mujeres vive en localidades rurales, lo que significa que cerca de 10 millones de ellas enfrentan obstáculos determinados por su ubicación geográfica, que en muchos casos se traduce en falta de acceso a servicios de salud óptimos –a pesar de que en estas zonas las tasas de natalidad son considerables, por ejemplo–, o en el acceso a la educación, pues este mismo instituto ha contabilizado que las jóvenes mayores de 15 años en estas regiones han estudiado en promedio solo 6.6 años, cuando a nivel nacional el promedio es de nueve.
“El machismo en la región es muy persistente y hasta normalizado por mismos hombres y mujeres, por falta de información, desgraciadamente en las periferias son lugares rezagados no solo económicamente sino en educación y demás y la desinformación es la causante de que muchas mujeres sigan en el mismo lugar de siempre, sirviendo al esposo y a la familia”, cuenta por experiencia propia Joyce Hernández.
La transversalización de los derechos de las mujeres en la vida cotidiana ha sido un camino difícil de andar, porque mientras las leyes dicen una cosa, la realidad hace otra. La educación patriarcal sí permea en la impartición de justicia, tan es así que durante la última protesta en el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres (25N), tanto la policía municipal como estatal estaban más preocupados por evitar las pintas en los monumentos que por proteger el derecho de las mujeres a manifestarse.
“(Deberían dirigir) su atención a los casos rezagados de desapariciones y feminicidios, que la violencia de género es diaria y que sí es cierto que muchas mujeres no levantan la voz es porque el trabajo de las autoridades hasta ahora ha sido juzgar primero a la víctima y hacer caso omiso a los agresores, pedimos y exigimos que se dejen de dar carpetazos a los casos y se juzgue a los agresores de víctimas”, retoma Joyce.
“(Hay que) desmitificar que no es una lucha de gente buena contra gente mala, ni siquiera es una lucha de mujeres contra hombres, sino una lucha contra una ideología, un pensamiento colectivo y un comportamiento sistemático que tiene a la sociedad oprimiendo mujeres. Es un argumento irresponsable, cuando en realidad hay tantos matices que abordar y muchos micro machismos que eliminar que mucha gente consideraría que son buenos actos”, arremete Yeimi Cruz.
¿Y cómo comenzó todo?
“En la zona de las Huastecas somos la primera colectiva que se nombra feminista. Y esto tiene que ver con nuestro compromiso con la ciencia y la información al respecto”, dice Guadalupe.
“El 8 de marzo, estando en Huejutla, yo quería ir a la marcha de Pachuca, pero me puse a investigar y entonces encontré un pequeño grupo en el centro de Huejutla con una manifestación pequeña. Nunca se perdió el contacto y un día a Lupita nos convocó a un colectivo con los mismos idéales de visibilizar el machismo de la región, justo cuando sucedió el feminicidio de una chica de 18 años de la Normal, quien fue asesinada por su expareja. Ya reunidas nos dimos cuenta que es necesario el feminismo y que era momento de hacerlo en la región”, recuerda Alma Pardiñas.
Acompañamiento
La movilización local les ha dado seguridad y esperanza, se sienten acompañadas ahora, la manada crece y la protección también. “Sabemos que es el comienzo de algo bueno y que ya no vamos a parar. Espero que las demás mujeres se sientan seguras y que puedan tener con nosotras redes de apoyo, que las mujeres en las Huastecas lo necesitamos”, invita Guadalupe.
“Lo que es aún más notorio es la molestia de la cultura machista hacia este movimiento y la inconformidad de que la mujer ya no sea sumisa, bien portada y calladita ‘como debe ser’. A este movimiento lo caracteriza la fuerza, el dolor, lágrimas y cansancio de todas aquellas que no queremos más opresión para nuestra vida y para la vida de las futuras generaciones”, abona Roxana Flores.
Invitación
“He visto que aún hay mujeres en la Huasteca que nos ven como el enemigo, que ven al movimiento como motivo de burla, estamos aquí por y para ustedes, queremos ayudarlas y hacer que sean escuchadas. Personalmente el feminismo me salvó, me hizo sanar y darme cuenta de muchas cosas, no tengan miedo, estamos aquí para escucharlas y ayudarlas”, concluye e invita Yamileth Lara.