Alaín Pinzón, el activista que se ha convertido en símbolo de lucha y resistencia

Entrevista

En febrero del año pasado lideró su primera marcha para exigir a las autoridades de salud suministrar en tiempo y forma los medicamentos para personas con VIH.

Alaín dejó de tomar su tratamiento contra el VIH y estuvo a punto de morir, pero se recuperó y ahora apoya a otras personas. (Cortesía)
César García
Ciudad de México /

Alaín Pinzón (1988) se ha convertido en un símbolo de lucha y resistencia para las autoridades de la Ciudad de México y otras entidades, pues sabe que en la vida deben enfrentarse las injusticias y adversidades día a día.

Este activista y defensor de derechos humanos sabe que si no sale a las calles a protestar su lucha no tendrá impacto; que si no rompe vidrios, no será escuchado y que si no recibe mentadas de madre su activismo no está funcionando.

Él es líder de la asociación civil, VIHve Libre, organización que apoya y se solidariza con personas que viven con VIH/SIDA de la comunidad LGBTTTIQ+ y otros sectores vulnerables. Nunca llegó a pensar que su activismo iba a tener impacto, pues al vivir con VIH más de 10 años, mantiene la esperanza de que esta enfermedad erradique los prejuicios y estigmas que le rodean.

Sostiene que hay interlocución con autoridades, e incluso en casos específicos se han atendido peticiones de gente sin seguridad social. (Cortesía)

¿Cómo inicia tu activismo?

Soy licenciado en Relaciones Internacionales por la UNAM y ahí empecé a trabajar esto de derechos humanos; más o menos en 2008 incursionando en algunos temas como drogadicción, seguridad y diversidad sexual en mi universidad. Ya en 2015, después de una etapa de Sida muy complicada que tuve, inicié con temas de salud específicamente VIH, la verdad es que se pensaría que llevo mucho tiempo en el activismo en materia de salud y derechos humanos, pero la verdad es que no, llevo muy poco tiempo.

Y es que al acompañar a un amigo a la Clínica Condesa en 2010 para hacerse una prueba de VIH, él se animó a hacérsela y el resultado fue positivo.

¿Cómo te sentiste?

Tenía mucho miedo, al ver mi resultado positivo: vi caer mi vida, no me la cambió, se me cayó totalmente. Y así estuvo en el suelo durante muchísimos años, aparte de que en ese momento mantenía una relación con una persona y la verdad como buen puberto y como buena persona homonormada y con mucho tradicionalismo interiorizado, jamás hablamos de que si nuestra relación iba a ser abierta o cerrada, nunca supimos nuestros acuerdos de pareja.

¿Qué le dijiste a él?

Le comenté que yo había salido positivo. La neta es que me rechazó horrible.

Aunque semanas después de haber sido diagnosticado con VIH empezó su tratamiento en ese centro de salud, ante los estigmas y prejuicios que esta enfermedad tiene a su alrededor, Alaín dejó de medicarse, lo que derivó en malas consecuencias de salud.

¿Por qué lo dejaste?

Una de las razones por las que dejo mi tratamiento es el gran estigma que existía en los servicios de salud de la Clínica Condesa. No determinó mi estadía ahí. Y es que al empezar mi tratamiento, las reacciones secundarias eran horribles, mareos, vómitos y vértigo durante las 24 horas del día. El infectólogo me dijo que esos síntomas iban a ser normales durante un tiempo, pero yo ya no soporté. Llegué a la casa después de esa cita y rompí todos los papeles, póliza, seguro popular, carnet y recetas, los tiré a la basura y agarré mi medicamento y los eché al inodoro. Y dije, ¡Aquí no pasa nada! Yo no tengo nada, y si voy a vivir 10 años o voy a vivir dos va a ser bajos mis condiciones, no bajo las condiciones de este virus.

Alaín siguió su vida sin tratamiento. Sus días se tornaban iguales, y cuatro años más tarde, durante una larga jornada laboral y tiempos de tesina para su universidad, las cosas cambiaron.

“A mediados del 2014 empecé con una faringitis y a partir de ahí se me fue convirtiendo en bronquitis, pulmonía y al final ya no podía respirar ni caminar. El doctor que me atendía supuso que lo que yo estaba padeciendo parecía ser una etapa de Sida crítica, y al ver los resultados, en efecto, me olvidé del VIH que llegó al grado de convertirse en Sida, al grado de la muerte”, externó a MILENIO.

Fue atendido en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) al ingresar de urgencia, donde permaneció más de dos meses en coma inducido y de recuperación.

“En ese momento nadie de mis familiares sabía de mi diagnóstico, mis abuelos y una tía, con quienes vivía se enteraron después por el doctor que me atendió y que les detalló que no solo tenía VIH, sino también Sida y que me iba a morir. Fue sumamente complicado para ellos, porque mientras yo estaba inducido, ellos estaban recibiendo la noticia”, comentó.

Su madre falleció cuando Alaín tenía sólo 14 años de edad, por lo que tuvo que enfrentar la vida como pudo, siempre apoyado por sus abuelos. Pues después de lo que pasó en el INER, los doctores le dijeron que había sucedido un milagro.

“Tenía como una carga viral de cuatro millones, tenía una neumonía fulminante, los pulmones llenos de líquido. Aparte agarré una infección nosocomial, o sea me tenían como en cuarentena y me tenían aislado, todo estaba mal conmigo, pues a partir de ahí de alguna manera sí cambió todo para mí”, externó.

El día que decidió salir a las calles para erradicar la discriminación 

Después de todo lo que pasó con su enfermedad, decidió dedicarse al activismo, “un movimiento 360” como lo cataloga él. Se preparó con diplomados para entender un poco más sobre derechos humanos y temas de salud.

Y en un chat de una asociación LGBT+ se percató que empezaban las quejas, de que algunos centros de salud suministrarían retrovirales más de tres meses a personas que los necesitaban, sólo iban a recibir un frasco o caja por mes.

“A mí en ese entonces mi medicamento me lo daba el INER, el cual me dotaban de tres a cuatro frascos cada que yo iba, ¿por qué?, porque estás en control, eres indetectable y estaba en un control virológico óptimo. Pero cuando entra esta administración, no iba a haber continuidad de nada, porque esta administración era nueva”, mencionó.

Dijo que varios centros de salud dejaron de dar seguimiento durante más de cinco meses a los enfermos con VIH.

“Me empezaron a salir llamas de la cabeza, y empecé a teclear en el chat en donde un servidor público había dicho eso y que le digo: ¡Cállate! Tú no sabes que es vivir con VIH en este país y nos sabes lo que vivimos y lo que menos puedes hacer es hablar de algo que no vives, y las personas que si lo padecemos aquí”, mencionó.

El 25 de febrero de 2020, Alaín Pinzón decidió salir a las calles por primera vez, junto con su asociación VIHve Libre e Inspira A.C. y organizó una protesta.

¿Cómo te sentías?

Estaba en un trance de mucha rabia, por todo lo que había pasado, porque fue una cronología bastante clara, en donde salieron autoridades con una plataforma a decirnos que éramos unos mentirosos.

Rompiste vidrios…

Sí, fue cuando rompimos los vidrios de las instalaciones del IMSS. Y después de aventarle pintura al edificio también reflejando la sangre.

¿Qué ha cambiado desde ese día para ustedes?

Mira, semana tras semana, el IMSS nos daba mesas de diálogo, en la cual nos veía la cara, porque no entendían que no estábamos recibiendo en tiempo y forma los medicamentos. Pero a partir de ese momento, las cosas han mejorado de alguna manera. Fue una catarsis.

Esa vez querías hablar con el titular del IMSS, Zoé Robledo. ¿Has logrado sentarte con él?

Con Zoé Robledo no he tenido ninguna charla directa. Pero sí con otros funcionarios de los cuales a diario tengo charlas de pacientes que necesitan su ayuda.

¿Mueves masas?

Yo considero que no sé, más bien quiero ser una voz que ayude a parar con el estigma y la discriminación.

¿Por qué sigue habiendo discriminación?

Porque nos siguen viendo como esos enfermos que no merecen nada. Porque creen que por ser homosexuales o trans no merecemos nada. Somos esos jotos que se acostaron con 40 en vapores desde los ochentas ¿para qué?, ¿para qué quieres derechos? Si tú te lo buscaste. ¿Por qué crees que no ha habido una vacuna para el VIH como la del coronavirus? Porque ya vamos un año de pandemia y ya tenemos varias vacunas. Porque al final somos eso para ellos: los jotos, las vestidas que se buscaron su realidad.

Pero sin duda alguna, la pandemia de covid-19 lo ha retado más para apoyar a decenas de personas que se han quedado sin empleo, pues muchos de ellos, sin ingresos económicos no pueden seguir pagando su tratamiento retroviral, por lo que él con donaciones de otras personas, les hace llegar sus medicamentos en tiempo y forma, ya que algunos no cuentan con seguro social.

Este activista también ha acusado que en redes sociales ha visto que los retrovirales se venden en el “mercado negro”.

“En Twitter se ve constantemente a personas que venden nuestro medicamento, medicina que no nos dan en las farmacias de centros de salud. ¿Qué está pasando? ¿La roban del mismo ISSSTE, IMSS? ¿Por qué ahí no nos están dando nuestro suministro? Porque afuera nos lo venden al doble. Eso es ilegal”, detalló en una entrevista con anterioridad a MILENIO.

Su organización también ha apoyado con despensas para que estas personas también puedan mantener una vida saludable en lo que su medicamento es surtido por centros de salud.

¿A las personas les interesa saber de VIH?

Lo que sí es que llevaba mucho tiempo sintiendo que el tema de VIH, y que aún lo sigo sintiendo, sus problemáticas y todo lo que conlleva un diagnóstico, sigue tratándose de forma banal, material y subjetiva en muchos espacios. Y la verdad es que creo que es ahí donde estamos totalmente atorados, ¿no?, por eso siempre he tomado la decisión de hacer cosas que nadie está haciendo y que a nadie le interesa hacer.

DMZ

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