A dos años del inicio de la pandemia de la covid-19, se presenta discriminación contra los adultos mayores, hacia las personas con alguna discapacidad y hacia integrantes de pueblos originarios. La discriminación hacia estos grupos se relaciona con prejuicios y con estereotipos.
Guadalupe Chávez Ortiz, directora del Departamento de Ciencias de la Salud, de la Universidad Iberoamericana Puebla, destacó que la vejez se encuentra en un punto intermedio entre el rechazo al deterioro corporal y la reducción de las etapas finales de la vida a una única experiencia para todos.
“La discriminación contra los adultos mayores tiene que ver con los prejuicios que tenemos hacia ese grupo poblacional, pero también con estereotipos”, aseguró Chávez Ortiz.
Durante la Mesa sobre Interculturalidad e inclusión, organizada por la Universidad Iberoamericana Puebla, Chávez Ortiz resaltó la importancia revisar las políticas institucionales en cuanto a la contratación de profesores adultos mayores, así como impartir espacios de sensibilización respecto a la vejez y realizar intervenciones intergeneracionales.
En su participación, Eduardo García Vásquez, investigador de la institución que forma parte del Sistema Universitario Jesuita, destacó que las personas con discapacidad forman parte de un grupo que no está contemplado en el orden social jerárquico.
“Ha sido expulsado del sistema económico, social y político. Lo que se privilegia en las sociedades basadas en el desarrollo, dijo, es el fenotipo de cuerpos fuertes, sanos, bellos y jóvenes”, expresó.
En su participación, María Eugenia Sánchez Díaz de Rivera, especialista en sociología de la Ibero Puebla, destacó que en las dinámicas actuales de encuentro intercultural se hallan presentes los ejes de racismo y clasismo.
“Los estudios del racismo han abordado el dilema de la diferencia: si se invisibiliza la diferencia, se discrimina; si se visibiliza, también. El intento de igualar lo que hace es socavar la diferencia. Es así que el concepto de inclusión se vuelve problemático, pues mantiene las jerarquías racializantes al constituir la idea de lo indígena como un ente único y homogéneo tanto con fines sociales y culturales como en la construcción de políticas a nivel público y privado”, comentó.
El proceso de dominación de un grupo sobre otro se relaciona con el miedo hacia la propia vulnerabilidad; mientras que el encuentro con la otredad implica, precisamente, vincularse con otras personas desde el lado sensible y las fragilidades, apuntó Sánchez Díaz de Rivera.
Comentó que, a diferencia de los pueblos originarios, las personas con discapacidad no representan un grupo heterogéneo y, en muchos casos, no se sienten orgullosos de su condición, lo que dificulta que se conviertan en sujetos de agencia política.
Para Sánchez Díaz de Rivera, las personas de las academias deben profundizar en las dinámicas complejas para proponer soluciones precisas ante un orden actual que genera complicaciones y discriminación hacia los demás.
“Estamos en un orden civilizatorio que se resquebraja, y con él las subjetividades que lo sostiene, las instituciones. Ahí es donde tenemos que encontrar por dónde ir en la dirección adecuada”, explicó.
CHM