• La Nao de la China ha regresado a México, más poderosa que nunca

“Pinches chinos”. Atrincherados por la xenofobia y la inseguridad, los nuevos vecinos poseen bodegas, compran edificios y mueven toneladas de mercancía.

Ciudad de México /

Una joven china se desplaza silenciosa sobre unos patines de cuatro ruedas que, de tan blancos, brillan entre las cajas marrones que la rodean. Los colores pastel de su ropa y los movimientos que hace al rodar entre los pasillos la hacen ver como una aparición fantasmal que viene y va.

–Momento no, momento no –dice con un escueto español cuando quiero hablar con ella: dos ojos rasgados de gruesas pestañas que apenas se mueven. 

Luego agrega: 

Yo trabajo, no habla.

El Centro Histórico se convirtió en el epicentro de la migración comercial china | Octavio Hoyos

La imparable migración comercial china ha instalado su epicentro en el Centro Histórico de la Ciudad de México, porque aquí ha encontrado espacios ideales para almacenar toneladas de productos coloridos, baratos y de todo tipo: papelería, electrodomésticos, artículos para el hogar, maquillaje, bisutería, electrónicos, paraguas, lo que sea, traído del país asiático.

La joven en patines se aleja levitando hacia la trastienda, donde da instrucciones a tres muchachas mexiquenses que coordinan envíos de mercancía que saldrán hacia otros estados del país. Ella es una de las tantas comerciantes asiáticas que se ha vuelto común encontrar por estas calles.

En la calle Izazaga se encuentran diversos centros de distribución de mercancías chinas | Octavio Hoyos

Estamos en el piso nueve de un edificio en la calle Izazaga. En esta misma cuadra, a mediados de julio pasado, clausuraron otro idéntico almacén –de 16 pisos, más de mil 600 locales comerciales– en un aparatoso operativo policiaco que incluyó a más de cien elementos armados. Las autoridades argumentaron que el lugar no cumplía con las disposiciones de protección civil –el inmueble presentó daños en el sismo de 2017– ni contaba con permiso para funcionar como bodega. “Clausuran megaplaza de productos chinos”, rezaron los titulares.

Ahora nadie quiere hablar al respecto. Cada chino o china a la que me acerco con el propósito de levantar entrevistas se limita a levantar las palmas de las manos a la altura de su cabeza como si les apuntara con una pistola.

–No: hablar no. Hablar no.

Alta tensión en el Centro Histórico

Los vecinos y locatarios del centro temen que cualquier empresa china pagará el doble por su local o departamento | Ritta Trejo

Escucho el insulto cada vez más a menudo. “Pinches chinos”, se queja un colega cuando el aroma a cebollas fritas y chop suey inunda la sala de su casa porque los vecinos del piso de abajo –tres chinos que apenas lo saludan en la escalera– se dedican a cocinar mañana y tarde.

Pinches chinos”, gruñe un amigo cuando los ve desplazarse a bordo de sus bicicletas eléctricas por las calles de por sí caóticas del Centro Histórico. Pinches chinos”, dice un familiar luego de compartir en sus redes sociales las noticias que dan cuenta de su expansión por la capital.

–Es bastante obvio que hay xenofobia en estas calles –me dice Karen, una joven comerciante de la zona oriente del Centro–. No comparto este sentimiento pero puedo entenderlo: existe una preferencia a los empresarios chinos en cosas muy básicas. Los policías les sirven casi de guardaespaldas personal y es común que los de tránsito bloqueen calles para darles paso preferencial cuando mueven dinero o mercancía.

Las plazas mayoristas albergan negocios en su interior en donde se pueden encontrar todo tipo de productos | Ritta Trejo

En las calles de Argentina o Brasil vecinos y locatarios comparten el mismo miedo: que cualquier día el arrendador les notifique que su contrato no será renovado pues una empresa china pagará el doble por su local o departamento. Tampoco es menor la preocupación de que renten el piso arriba de tu hogar para almacenar toneladas de productos, más cuando el edificio cuenta más de 60 años, varios terremotos y décadas sin mantenimiento.

Para evitarse problemas, es común que renten el edificio entero desembolsando de golpe un año por adelantado, a cien mil pesos al mes o hasta medio millón según la zona y el tamaño del inmueble.

–Yo no voy a caer en el odio –dice Karen–. Pero sí desgasta ver cómo una ha batallado por décadas para tener una vida digna en el Centro Histórico, exigiendo al gobierno mínimas condiciones de vida o trabajo, y a los empresarios chinos les otorgan todo a manos llenas.

“Trabajar, trabajar, trabajar”, dice el mantra chino

Los empresarios chinos han adoptado sus negociaciones a la cultura mexicana | Octavio Hoyos

Hubo un tiempo en que los estadounidenses lo confundían con mexicano: la forma de los ojos, las cejas pobladas, incluso el color de piel lo hacían pasar por un oaxaqueño más en Los Ángeles, California. Esa fue una de las razones que llevaron a Lan Shide a estudiar una maestría en Administración de Empresas en la Universidad de Sonora, al norte de México. Este era un gran país para invertir.

–Yo llego aquí 2010, cuando China está en rápido desarrollo –dice con un acento evidentemente lejano al mexicano–. Hoy la gente del país asiático migra para invertir, no para vivir. Antes la gente se iba: no volvía ya a China. Ahora regresamos todo el tiempo.

Lan nació en una provincia al sur de China, pero creció y se educó en Shenzhen: una ciudad pequeña cerca de Hong Kong que hace unas décadas él comparaba con Ciudad Juárez. Hoy es considerada el ‘Silicon Valley de China’, sede de algunas de las empresas tecnológicas más grandes del mundo –Huawei, ZTE, OnePlus, DJI, Makeblock–, pionera en la masificación de vehículos eléctricos y con un Producto Interno Bruto entre los más altos del país.

Lan Shide en sus oficinas en Polanco. Dejo el Centro Histórico por inseguridad | Ritta Trejo

La empresa de Lan distribuye teléfonos inteligentes a más de 500 tiendas en todo México. De acuerdo con la Secretaría de Economía, los celulares son el producto que más compramos a China. Tan sólo la Ciudad de México se ha gastado un estimado de 27 mil 733 millones de pesos en smartphones fabricados en su territorio, más allá del Océano Pacífico.

–Nuestros padres crecieron en contextos pobres –dice Lan y recuerda que, tras el triunfo del comunismo en 1949, se fundó una ‘Nueva China’ sobre un territorio empobrecido tras dos décadas de guerra interna–. Somos mil 400 millones de población. Eso quiere decir que nuestra cultura se basa en trabajo, trabajo, trabajo. Es lo primero que enseñan nuestros padres: ‘en esta vida hay que ser trabajador y valiente’.

Tal es uno de los contrastes más notorios entre México y China. Nosotros trabajamos demasiado, es cierto, pero también brindamos una importancia vital al ocio, a la fiesta, al recreo, las vacaciones y el descanso. Muy pocos de sus 80 empleados mexicanos le responden un mensaje después de las seis de la tarde, por ejemplo. Shide y la mayoría de sus compatriotas, en cambio, están dispuestos a trabajar las 24 horas del día si es necesario.

–Y no problema: nosotros debemos entender las reglas de cada cultura, sus formas de hacer negocios.

Empresarios chinos emplean a decenas de mexicanos en sus centros de distribución | Ritta Trejo

Las noticias recientes –la clausura de una megaplaza o el desplazamiento de comerciantes para instalar bodegas– le afectan directamente. Dice que él y muchos empresarios chinos en México se esfuerzan por mantener sus papeles en regla, tanto con sus empresas como con sus empleados, en ofrecer sueldos competitivos y buenas relaciones con las autoridades.

–Es complicado –dice y pide ayuda a una de sus empleadas, una joven chino-mexicana capaz de traducir las sutilezas del idioma–. La gente ve noticias y esas noticias hablan de chinos: no hablan del tipo de negocios que llevan esas personas, ni de los dueños de edificios que rentan a personas chinas sin mencionar el riesgo. Cuando salgo a la calle, la gente me ve como a un chino: no a alguien que ha vivido aquí 15 años, creado empleos formales, pagado impuestos.

Lan Shide suspira. Estamos en el segundo piso de un edificio en Polanco. Luego de mantener su oficina durante varios años en Avenida Juárez, decidió mudarse aquí: lejos de la sensación de inseguridad, lejos también de las marchas y el bullicio. Un Buda pequeñito y una geoda decoran un rincón de su oficina; sobre su escritorio, una piedra de jade descansa junto a una pirámide maya.

Por la oficina de Lan Shide uno encuentra muchos detalles de la cultura china | Ritta Trejo

Afuera, en su terraza, Lan mira a los árboles agitarse por el viento y decide cambiar de tema: su empresa tiene un nuevo proyecto: importar componentes para autos eléctricos que pronto inundarán las calles de México.

–Son el futuro –anuncia.

Los chinos temen a la inseguridad

La comunidad china en México vive con temor a la inseguridad | Octavio Hoyos

A Carina Qiu tampoco le caen muy bien sus vecinos chinos: cocinan todo el tiempo, trabajan todo el tiempo y tienen ideas conservadoras, por ejemplo, sobre lo que “debe ser una mujer”. Ella nació en Argentina hace 29 años, estudia arte en Londres. Sus padres son chinos y su madre trabaja en esta ciudad donde importa y exporta bolsas femeninas y artículos para el hogar.

La gente china tiene muchas ideas sobre los mexicanos –Qiu me advierte en un inglés perfecto–. Piensan que las personas aquí son un poco salvajes y rudas: peligrosas. Lo último que quieren es tener conflicto con un mexicano. Mi madre se preocupa demasiado porque yo sí salgo de noche y he hecho amigos que no son chinos. Se preocupa de que me roben, me secuestren, me maten, me hagan daño.

He visto armas aquí: esto no es Londres, esto no es China”, le insiste su madre. En China, la portación de armas de fuego está regulada, dice. Su tasa de homicidios es, además, la más baja del mundo.

Qiu lleva varios meses en México. Vino a cuidar a su madre después de una cirugía. El edificio en el que se está quedando, cerca de la Alameda Central, solía estar habitado por mexicanos de clase media alta. Sin embargo, en los últimos cinco años personas de origen asiático han comenzado a rentar más y más departamentos, a ser cada vez más visibles. No es raro que los mexicanos mascullen insultos racistas cuando pasan a su lado.

El tradicionalismo sobrevive entre aquellos chinos que han migrado su comercio a otras culturas | Ritta Trejo

Qui es parte de una generación que creció ajena al tradicionalismo chino y que se ha nutrido de una perspectiva cosmopolita, global, sin desarraigarse de su origen. Esa perspectiva le permite entender desde otro ángulo la animadversión que suele generar la diáspora china en los países donde se instala.

–La barrera del idioma es grande pero también la cultura china es antigua y amplia: tiene muchas reglas, jerarquías muy marcadas –me dice, esforzándose en ser clara–. Lo cierto es que nadie quiere entendernos y la gente china hace tiempo que renunció a intentar darse a entender. A estas alturas, un chino no quiere un amigo, quiere un socio. Porque es muy cansado buscar convivir con gente de otras culturas que ya tienen un prejuicio sobre ti.

“La gente cree que, por haber leído una noticia sobre los chinos, ya te conocen como individuo. ¿Para qué invertir tanta energía en explicar o justificar su forma de ser? Difícilmente un chino va a aprender a bailar salsa sólo para hacer amigos, ¿me explico? Preferirá ir a casa a jugar mahjong con su familia. Es por comodidad. Pero también por miedo: están asustados de gente como tú. Te tienen miedo, mucho”.

Torreón, Coahuila, el origen del odio

El hecho dejó esparcidos en las calles 303 cadáveres, todos de personas chinas. (Cortesía)

“Haz patria: denuncia a un ilegal”. El mensaje está impreso sobre un volante decorado con los colores de la bandera mexicana, lo encuentro adherido a una de las bancas que decoran el turístico Barrio Chino. “¿Por qué alimentar a un extranjero cuando nuestros compatriotas pasan hambre?”.

La firma que acompaña el panfleto remite a una organización mexicana de corte neonazi que, además de convocar a quemas de banderas LGBT+ y libros gratuitos de la SEP, encabeza marchas contra el derecho al aborto y la ideología de género. Promueven abiertamente la xenofobia contra migrantes haitianos, venezolanos y estadounidenses. A los chinos, en específico, los acusan de socavar la economía local.

El rechazo a la migración china ha protagonizado episodios vergonzosos de la historia del país. El más célebre: la matanza de 1911 en Torreón, Coahuila, donde 303 personas de origen chino fueron masacradas por una multitud animada por la idea de que esta comunidad establecía una competencia desleal contra los mexicanos.

Una campaña de odio en contra de comerciantes chinos desató la masacre en 1911 | Archivo

Incluso después de esta masacre, las ligas antichinas pulularon en varios estados: el Comité Nacional Pro-Raza, Unión de Comerciantes Mexicanos, Juventud Nacionalista Mexicana, Legión Mexicana de Defensa, Liga Mexica Anti-China y Anti-Judía, todos grupos ciudadanos que generaban propaganda, discursos y manifestaciones contra la población china a veces incitando a la violencia y con el respaldo de los gobiernos estatales.

En 1930, el gobierno de Pascual Ortiz Rubio llegó al extremo de expulsar del país a miles de personas de origen asiático. Desterraron no sólo a los chinos sino a las mujeres mexicanas que habían osado casarse con uno de ellos y a sus hijos bajo el argumento peregrino de impedir “la degeneración de la raza”.

Hoy China es uno de los principales socios comerciales de México. Sólo en 2024, según la Secretaría de Economía, la Inversión Extranjera Directa de China ha sido de más de 750 millones de dólares. La Secretaría de Relaciones Exteriores reportó que, entre 2019 y 2023, hubo un aumento de 157% en la emisión de permisos de residencia temporal a personas de origen chino.

Réplica de la Nao de China, exhibida durante una exposición en el MIB en 2016. (Andrés Lobato)

Esta relación entre ambos países preocupa especialmente al gobierno de Estados Unidos cuyos representantes han aconsejado al gobierno mexicano revisar los negocios con el gigante asiático, a quien considera una amenaza; no hacerlo podría tener repercusiones que lleven a revisar el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).

La Nao de la China le decían a esa flota de galeones que, en el siglo XVI, atravesaba el Océano Pacífico cargada de especias, seda, alfombras persas y marfil que se intercambiaban por plata en Acapulco. Las cosas no han cambiado demasiado: en medio de una guerra arancelaria que intenta equilibrar los precios de los productos chinos en el mercado y la instalación de plantas de producción con capital asiático en distintas regiones del país, parece que la Nao ha regresado a México, más poderosa que nunca.

La derrama económica y el negocio a gran escala

Organizaciones de comerciantes han registrado 25 plazas mayoristas chinas y más de 200 locales en el centro | Ritta Trejo

A espaldas de Izazaga 89, la mega-plaza clausurada, los negocios continúan a pie de calle. Un ejército de diableros descarga cajas de grandes vehículos, las amontonan sobre las aceras, en los callejones. Pero la relación del Centro Histórico con la mercancía china es antigua. En Tepito, por ejemplo, son casi una leyenda los ‘Marcopolos’ , grupos de comerciantes del barrio que aprendieron chino-mandarín con el único propósito de cruzar el océano y hacerse de la mercancía que luego venderán en las calles.

Los productos chinos no necesitan intermediarios: organizaciones de comerciantes locales han registrado 25 plazas mayoristas chinas y más de 200 locales en el Centro Histórico. Utensilios de cocina, bloqueadores solares, freidoras de aire, memorias electrónicas, lámparas de lava, fundas para celular, maletas, maquillaje, uñas de gelish, refrescos de sabores exóticos. Cualquier objeto imaginable puede estar aquí, embalado, empacado o emplayado en alguna de las cajas apiladas que se asoman por la ventana de algún edificio viejo.

Alrededor de Izazaga se cuentan otras cuatro plazas mayoristas de productos chinos: ‘Dragon Marts’ le llaman algunos memoriosos vecinos en honor al enorme centro de negocios que el gobierno de Quintana Roo pretendía construir en Puerto Morelos: decenas de plazas, naves industriales y conjuntos habitacionales que amenazaban un delicado ecosistema de arrecifes y corales protegido por las leyes ambientales. El proyecto fue cancelado en 2015.

Productos chinos se abren paso en los bolsillos de las y los mexicanos | Ritta Trejo

–La gente se enoja porque ve mercancía china exhibida en las calles o porque vendemos aquí cosas baratas –me dice Galindo, quien lleva cuatro años trabajando en una de estas plazas–. Pero el negocio chino es a gran escala: mover toneladas y toneladas de mercancía, trasladarla de un continente a otro. Eso es lo que ellos hacen. Estos edificios no son plazas comerciales: son centros de distribución. Desde aquí enviamos mercancía a todos los estados.

Es un mexicano fornido, Galindo. Se ha convertido en la mano derecha de un chino que importa papelería, juguetería y artículos de temporada. Es responsable de estar atento a las disposiciones arancelarias, las restricciones en las aduanas, esas cosas.

–Tuvimos que dejar de vender globos porque están hechos de un material que dictaminaron como contaminante. A los chinos les preocupa mucho la relación con Hacienda. Sobre todo, no entienden la burocracia o las especificaciones de las leyes. He tenido que aprender para ayudarles con todo eso.

“Sólo queremos chambear”, insiste él y detalla que, aunque no cuenta con un contrato formal ni prestaciones de ley, sí tiene vacaciones pagadas, bonos para gastos médicos y mucho más de lo que le han ofrecido en otros sitios. Desde hace unos meses, ayuda a la empresa a formalizar una nómina para inscribir a los empleados al Seguro Social.

Las calles del Centro Histórico son inundadas con cargamentos de productos chinos | Octavio Hoyos

–La cultura laboral china es opuesta en muchos sentidos a la nuestra. Para ellos es un pacto de confianza: valoran la lealtad, que no los engañes. No les gustan los haraganes: te pagan por trabajar y entre más rápido y mejor hecho esté tu trabajo, mejor te va.

“No hay diferencia”, me dice un diablero que solía trabajar en los mercados de la zona: “es la misma chinga trabajar para los ‘chinitos’ que para los mexicanos, pero aquí pagan más”.

“Sí, me pagan mejor que en otros sitios”, dice la encargada de una tienda de refrescos, “yo sí tengo un contrato simple y prestaciones”.

“Nos contratan por día o por semana”, me cuenta un venezolano que desempaca, desembolsa y clasifica secadoras de cabello en una bodega: “Para quienes estamos esperando nuestra cita para cruzar a Estados Unidos, es buena opción: nos pagan al contado y sin papeleo”.

Comerciantes chinos emplean a decenas de mexicanos que trabajan en las plazas mayoristas del Centro Histórico | Ritta Trejo

A la salida me encuentro con un guardia de seguridad. “Son unos explotadores, como todos”, se queja socarrón.

–Una vez me tocó acompañar a mi jefe a hacer una denuncia por robo –continúa Galindo–. Una pérdida de tiempo: no entienden todo ese proceso largo que no lleva a ningún lado y en donde además se suelen burlar de ellos.

Galindo refiere que, por eso, los chinos no suelen denunciar: prefieren boletinar a los empleados que roban, por ejemplo. Existe la percepción, además, de que los chinos cuentan con muchísimo dinero disponible: como la mayoría de los comerciantes del Centro Histórico, son blanco fácil de la extorsión.

–La mayoría de los chinos pagan protección a la policía y, sobre todo, a las mafias. Ellos entienden que así son las reglas aquí.

De noche no

La inseguridad de la capital mexicana asedia a la comunidad china y a sus negocios | Octavio Hoyos

China tiene una de las políticas de regulación de armas más exitosas. Sus leyes contemplan, además, la pena de muerte y hace tiempo que el dinero en efectivo es casi obsoleto ante las transferencias electrónicas. Por si fuera poco, el gobierno ha implementado la red de videovigilancia extrema que cubre las calles de las ciudades principales. La preocupación de un robo con violencia es remota: esa es, quizá, la principal diferencia entre México y China. Lo cuenta Lan Shide, el empresario con pinta de oaxaqueño que distribuye teléfonos celulares desde su oficina en Polanco.

–Cuando mi familia se entera que quiero venir a México me dicen que, por favor no, que no lo haga. En ese momento, lo único que se veía en las noticias era que aquí existía mucha mafia, mucha violencia, que era muy inseguro.

–¿Cómo te ha ido en cuestión de seguridad en estos años?

–Personalmente, no me he encontrado yo en una situación de peligro. Pero tengo cuidado. En las noches no salimos de casa por esta razón.

La percepción de inseguridad en México es sumamente elevada para la comunidad china | Octavio Hoyos

–¿No sales de noche nunca?

–No, no, no, no, no. Noche no.

Lan Shide lo dice seguro, la noche es un territorio vedado no sólo para él, sino para la mayoría de sus compatriotas en México. Le pregunto a su empleada, la joven traductora, si ella tampoco suele salir por las noches.

–Me he acostumbrado a no salir de noche –responde con una risa nerviosa–. Intentamos no hacerlo. Es peligroso para nosotros.

​GSC/ATJ 

  • Carlos Acuña
  • Carlos Acuña. Periodista que ha escrito en medios como Emeequis, Gatopardo, Chilango. Fui dementor de la Unidad de Investigaciones Periodísticas de Cultura UNAM. Hoy formo parte de Fábrica de Periodismo.

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