Lesbomaternidad en México y los retos de la visibilidad

MUJERES QUE LUCHAN

Ana y su pareja lograron el reconocimiento de hijas e hijos de madres lesbianas en 2013 y también que les respetaran el derecho a elegir el orden de los apellidos en el Registro Civil

Las madres lesbianas tienen sus propios retos ante la autoridad y el Estado. (Melisa Agüero/Milenio Digital)
Melisa Agüero
Pachuca /

Las lesbianas sexualizadas como producto para el consumo patriarcal están claramente muy normalizadas, tanto que ante esta postura parece que son más aceptadas que los hombres homosexuales, sin embargo, las lesbianas de a pie, las madres, las que no siguen el estereotipo hegemónico, ellas claramente están invisibilizadas ante la sociedad y, a veces, hasta dentro del movimiento LGBT+.

Ana de Alejandro nació para romper esos estereotipos, peleando por la visibilidad lésbica en la capital del país y adonde la vida la lleva, la lucha la alcanzó en cada espacio que visitó y siempre que llega a una meta, nace una nueva necesidad para su comunidad, así que la resistencia sigue y sigue.


La lesbomaternidad es una de las áreas más desconocidas de las relaciones entre mujeres, pero “las madres lesbianas existimos y puede ser cualquier persona cercana a ti, es decir, tu enfermera, tu vecina, tu amiga a la que no ves desde hace varios años, la maestra de tus hijas y tus hijos. Las lesbianas estamos en todos lados y muchas somos madres y ése es un reto: la visibilidad”, comienza a plantear Ana de Alejandro en el conversatorio al que fue convocada por la organización Servicios de Inclusión Integral y Derechos Humanos (Seiinac).

Logró ser madre en 2006, cuatro años antes de que el matrimonio igualitario se hiciera una realidad, por lo menos en Ciudad de México, donde radicaba en aquel entonces. “El principal reto que tenemos las madres lesbianas es que se entienda que existimos, la visibilidad es el primer reto. El segundo reto son todos los trámites, por ejemplo, a nosotras se nos ocurrió así casual ser mamás en 2006, pero el matrimonio igualitario en Ciudad de México no fue posible hasta 2010, por lo cual vivimos cuatro años en ‘pecado’ y los hijos estaban registrados a mi nombre, entonces yo técnicamente y socialmente era una madre soltera y nosotras no estábamos dispuestas a vivir con eso, por eso creamos el blog de ‘Las dos mamis’ para darle visibilidad a nuestra familia lesbomaternal, que se entendiera que éramos y somos dos madres”, dice riéndose de una situación que en realidad le valió días de frustración y también una inversión monetaria que, como dice, a las madres heterosexuales no les ocurre.

“Por supuesto que el hecho de que nosotras pudiéramos contraer matrimonio no nos resolvió todo porque, aunque efectivamente todos los hijos nacidos dentro de un matrimonio se presumen del matrimonio y por lo tanto, las que se hubiesen casado de 2010 en adelante y hubieran querido registrar a sus hijos e hijas, pues no tuvieron problema, pero como nosotras, nuevamente les digo, habíamos tenido hijos en 2006, así que lo que necesitábamos era un reconocimiento de hijos, y ahí es cuando ves toda la situación, porque si yo hubiera ido con cualquier señor de la esquina al Registro Civil y les hubiera pedido que le pusieran su apellido, me hubieran dicho que sí y sin prueba de ADN, pero si yo llevaba a otra señora me preguntaban que cómo sabían que no era la vecina, que no era una amiga, que si no era una persona que solo quería adjudicarse a mis hijos, y ahí dije: ‘¿pues qué piensan que somos las lesbianas? ¿Que andamos compartiendo la maternidad con quien sea o cómo?’, y en algunos casos sí es así. Fue así como tuvimos que enfrentarnos a muchos retos en el Registro Civil y no fue hasta 2013 que logramos el reconocimiento de hijas e hijos de madres lesbianas, y fue ahí también cuando logramos que nos dieran la oportunidad o, mejor dicho, que nos respetaran el derecho a elegir el orden de los apellidos”.

Es decir que el hecho de que ahora cualquier modelo de familia, heterosexual u homosexual, pueda elegir el orden de los apellidos que debe llevar su hijo, se lo debemos enteramente a la lucha de las madres lesbianas en México, que pelearon por el derecho tan básico como el registro y el reconocimiento de sus hijas e hijos.

“Y pensamos que ya ahí era todo, de hecho la mamá de mis hijos pensaba ya en colgar los tenis porque creía que ya no había más qué hacer ya con matrimonio igualitario, y ya con el registro de los hijos era suficiente, pero entonces tenemos el problema de la escuela y nos topamos con esta maestra que quería enseñarle a nuestros niños que las familias tienen una mamá y un papá, y luego la directora que decía que nosotras éramos unas ‘mamitas especiales’ y a nosotras no nos parecía asertiva ni una ni otra cosa, pero aparte había rumores y pensábamos ‘¿por qué tiene que haber rumores sobre la sexualidad de la gente?’, y por eso con la Red de Madres Lesbianas creíamos necesario sacar este manual para precisamente enseñarle a las y los maestros cómo tratar a nuestras familias”.

Se trata de un manual publicado por el gobierno de la Ciudad de México con la colaboración de la Red de Madres Lesbianas, de la cual Ana de Alejandro también es fundadora. “Es un reto que las maestras y maestros no reconozcan tu tipo de familia, que no entiendan tu modelo de familia, que hablen de tu familia como si fuera algo extraño, que terminen mandando un recado con un ‘estimados padres de familia’ cuando no hay un padre, o que le digan a nuestros hijos ‘que te lo firme tu papá’ (…) es estarle recordando a la gente que no hay un lenguaje inclusivo solo para visibilizar por género, sino que existe para incluir comunidades, para incluir a personas, para hacer visibles a las comunidades más vulneradas, porque no somos vulnerables porque ‘ay, pobrecitas de nosotras’, sino que somos vulneradas porque el Estado crea situaciones que nos ponen en riesgo”.

“Luego quisimos sacarle pasaporte a nuestros hijos, pero resultaba que la Secretaría de Relaciones Exteriores dijo ‘ah, pues qué padre que el Registro Civil haga esos trámites tan raros de lesbianas, pero eso no quiere decir que nosotros queramos reconocer su reconocimiento’, y entonces tuvimos que meter una queja ante la CNDH (Comisión Nacional de Derechos Humanos) y Conapred (Consejo Nacional Para Prevenir la Discriminación) porque era ver cuál nos hacía caso primero, y además una petición en Change.org, y luego de dos meses y de mucho batallar y de salir en algunas notas periodísticas, finalmente fue que dijeron que siempre sí. Y así vamos paso a paso, día a día, sumando este tipo de situaciones”, así continúa contando De Alejandro con el sarcasmo que la caracteriza durante toda la plática.


Y sumado a todos los tipos de discriminación por no presentarse como una persona heteronormativa, fue como “también tuvimos el ‘problemita’ del IMSS que no se le quería dar a la otra y que tuvimos que meter uno de esos ‘pequeños amparitos que ni duran tanto tiempo’, nada más once meses nos tardamos, y vamos sumando”, ahonda mientras hace un recuento mental de cómo a cada paso que dan el Estado les pone una traba que deben zafar con mucha convicción.

“Al final de cuentas, la mamá de mis hijos y yo decidimos separarnos como pareja y seguimos siendo muy amigas, pero cada una quiere cosas distintas, principalmente ella quiere vivir en un país en el que yo no quiero y entonces los hijos se quedaron a vivir con ella, y ahí empieza otro de los temas de las madres lesbianas: ¿cuál es la verdadera madre?, y es que socialmente siempre está la gente que quiere saber de qué coño salió el hijo, y dependiendo de dónde haya salido, ésa es más mamá que la otra, y es un tema que a nadie le interesa”.

Y es que tener que competir entre estándares heteronormativos también se vuelve un esfuerzo cotidiano entre las madres lesbianas, “hay que tener mucha disposición para crear, porque lo que no hay, tú lo tienes que inventar (…) nuestras familias existen, no se van a ir a ningún lado, y eso es un logro”.

“Mi conclusión es recordar que existimos y no puedo dejar de hacer énfasis en eso porque a veces parece algo tan simple, pero (…) lo que no se nombra, no existe, así que digan las cosas por su nombre, las lesbianas somos lesbianas, porque las palabras crean realidades, así que hablemos de este tipo de familia, hagámosle saber a la gente nuestras necesidades para que de verdad podamos concretar”.


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