La cuenca hidrológica Atoyac-Zahuapan que abarca 84 municipios de los estados de Tlaxcala y Puebla, recibe hasta 200 millones de metros cúbicos de agua residual al año y llegó a su límite ambiental.
En el punto anterior coincidieron los investigadores, Gabriela Pérez Castresana, especialista de la Universidad Iberoamericana Puebla; Samuel Rosado Zaidi, académico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); Pablo Méndez-Hernández, de la Universidad Autónoma de Tlaxcala; y Numa Castro González, investigadora de la Universidad Autónoma de Puebla (UAP), para quienes los niveles de contaminación de la cuenca erosionan la calidad de vida de miles de pobladores de las comunidades para las que el acuífero solía ser sagrado. Durante el foro especializado sobre la Cuenta del Atoyac, organizado por la Universidad Iberoamericana Puebla, Samuel Rosado Zaidi explicó que la cuenca es una región rica en agua que se nutre de muy diversos ríos, condición que la ha convertido en un espacio atractivo para las industrias, principalmente textileras y de autopartes.
“Los ríos han pasado de ser parte fundamental de la cultura y espiritualidad de las comunidades a drenajes para más de 22 mil empresas. La mayor parte de las descargas llegan de forma directa al río Atoyac; el resto, a través de canales, riachuelos e infiltraciones. Corredores como los de Huejotzingo y Cuautlancingo son los principales emisores de contaminantes que perjudican principalmente a las zonas de cultivo”, comentó.
Las comunidades de la región, en su mayoría campesinas, están expuestas a una diversidad de sustancias genotóxicas que derivan en enfermedades en la piel, intoxicaciones, malformaciones y muertes prematuras, apuntó el especialista. “Esta vulneración ha sido denunciada por décadas ante instancias locales y nacionales; también se han emprendido acciones comunitarias para proponer un protocolo de saneamiento integral de la cuenca”, comentó.
Por su parte, la investigadora de la Universidad Iberoamericana Puebla, Gabriela Pérez Castresana, explicó la mortalidad por condiciones crónicas no transmisibles es clave para determinar la salud pública de una región como el Atoyac.
AFM