Conocer el pasado del Palacio de Lecumberri va más allá de saber cómo una prisión se convirtió en el Archivo General de la Nación, ya que desde su construcción, el recinto tuvo papel muy importante en la historia del crimen en México y los poco exitosos intentos del gobierno para evitarlo.
Sin embargo, esto lo llevó a ser un lugar con un pasado oscuro y marcado por la injusticia, e incluso, embrujado. Si aún no lo conoces, te contamos su historia.
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¿Cómo y por qué se construyó?
De acuerdo con el historiador Ismael Espinosa García, el Palacio de Lecumberri se comenzó a construir en mayo de 1885, tras las primeras reformas al Código Penal de 1871, con el único objetivo de ser un penal para todos los prisioneros más peligrosos, tanto hombres como mujeres, y hasta niños con delitos menores o huérfanos.
Esto debido a que desde principios del porfiriato se hicieron estudios sobre por qué hay tanta criminalidad en México y si hay algún factor que tienen los mexicanos como para que haya altos índices de delincuencia.
"El Código va a establecer que se haga un palacio o un sistema de justicia, un lugar donde se recluya a todos los presos. Ya había otras cárceles como la de Arcos de Belén, Santiago Tlatelolco, pero Lecumberri va a ser este lugar de prisión para los reos más peligrosos.
"Lecumberri, va a ser una cárcel para hombres y mujeres, incluso para niños con delitos mínimos, o incluso van a estar ahí por cuestiones de abandono, sería como el antecedente del DIF, al cuidado del gobierno mexicano", contó a MILENIO.
El penal se construyó en lo que en ese entonces era la periferia de la Ciudad de México y hoy es la alcaldía Venustiano Carranza, con la finalidad de marcar aún más el aislamiento de los criminales, del resto de la sociedad, y que existiera "un aislamiento de todo el mal social".
Su planeación y construcción estuvo a cargo de los ingenieros Antonio Torres Torija, Antonio M. Anza y Miguel Quintana y Lorenzo de la Hidalga, quienes inspirados por Jeremy Bentham, realizaron un diseño panóptico, con el objetivo de quitar la privacidad como una forma de castigo.
"Esta arquitectura va ser una construcción que en su centro va a tener un torreón, que va a estar vigilando ciertas galerías y las celdas de todos los presos desde un mismo punto.
"Desde esta torre se podía observar todo lo que hacían los presos y por eso sentían estrés porque no tenían privacidad, en cualquier momento, esta torre los vigilaba a todos, para evitar cualquier sublevación", explicó.
Y fue hasta el 20 de septiembre de 1900 que el presidente Porfirio Diaz inauguró finalmente el penal en el Palacio de Lecumberri.
¿Palacio Negro o Palacio de Lecumberri?
Contrario a lo que se cree, sobre que alguna vez fue la residencia de un noble, su nombre surgió porque los terrenos donde se estableció pertenecían a un español de apellido Lecumberri.
Entonces, ¿por qué Palacio Negro? Espinosa García comentó que se le conoce así porque meses antes de la inauguración hubo una inundación de aguas negras en las construcción, las cuales la pintan de color negro.
Pero lo que no sabían, es que "las historias de terror que se cuentan del palacio le harían justicia a esto del palacio negro".
Código Penal y sobrepoblación
El historiador narró que en un principio, sólo se tenía previsto albergar a un máximo de mil prisioneros, quienes tendrían su propia celda y servicio sanitario privado.
Pero entre 1920 y 1931, el Código Penal fue modificado en varias ocasiones, agregando nuevo crímenes, como los delitos sexuales en 1929, lo que contribuye a que el penal se vaya sobrepoblando, llegando a tener hasta 20 prisioneros en una misma celda.
"Para 1920 se reforma el Código Penal, porque pasada la revolución hay muchos elementos que no concuerdan, se crean muchos crímenes, los delitos sexuales se incluyen en 1929, y se vuelve a reformar en 1931. Todas estas reformas contribuyen a la sobrepoblación de Lecumberri", comentó.
Aunque este no es el único daño a la prisión, pues con ello también llegaron los problemas de hacinamiento, mala higiene y epidemias de piojos, así como el abuso de poder.
Por ello, se construyó la prisión de las Islas Marías, a donde fueron enviados los prisioneros "sin probabilidad de recuperación", con la finalidad de auxiliar a Lecumberri.
Ir a Lecumberri, ¿era llegar a un infierno?
La sobrepoblación, los abusos de poder y los malos tratos hacia los prisioneros comenzaron a hacer de Lecumberri una prisión que generaba terror a la ciudadanía, e incluso a pensar que el llegar ahí "era llegar a un infierno social muy fuerte".
Lo que fue aprovechado por las autoridades, quienes tras construir el penal de las Islas Marías, intentaron hacer de las historias un mensaje a la población, sobre las consecuencias de cometer un crimen.
Esto tuvo un mayor impulso con la especial atención que le dieron los medios de comunicación al arresto del feminicida, Goyo Cárdenas El Estrangulador de Tacuba, y otras historias de delincuentes que mostrarían la vida en Lecumberri.
Sin embargo, la estrategia no funcionó, pues la mayoría de los delincuentes detenidos no sabían leer.
"La nota roja tuvo mucho que ver para que vieran el interior de la cárcel y fue un medio para generar pánico social y evitar que hubiera crimen, pero no funcionó mucho porque muchos delincuentes eran analfabetas", mencionó Ismael Espinosa.
Presos políticos y famosos en Lecumberri
El Palacio de Lecumberri también albergó a presos políticos, escritores, críticos del gobierno, muralistas e incluso a cantantes. Entre ellos, Alberto Aguilera Valadez, mejor conocido como Juan Gabriel, tras haber sido acusado de robo.
Otros personajes fueron los líderes ferrocarrileros, Valentín Campa y Demetrio Vallejo, "los primeros en hacer marchas políticas en los años 50.
A ellos, se sumaron estudiantes que participaron en el Movimiento Estudiantil del 68, en Tlatelolco, el ex presidente Adolfo López Mateos, y el escritor José Revueltas.
Asimismo, muralistas como David Alfaro Siqueiros y Manuel Rodríguez Lozano, este último fue acusado de robar parte el dinero del gremio de artistas y pintores. Dentro de Lecumberri hizo un mural llamado La Piedad en el Desierto, que actualmente está en Bellas Artes.
Otro dato histórico, es que los opositores del porfiriato, el ex presidente Francisco I. Madero y José María Pino Suárez, fueron asesinados a las espaladas de Lecumberri, razón por la cual hay dos bustos en la entrada.
De prisión a Archivo General
El problema de la sobrepoblación fue más fuerte en los años 30 y 40, por lo que en los 50 se creó la prisión para mujeres Santa Martha Acatitla, con el objetivo de solucionar el problema de aforo en el penal.
Sin embargo, el historiador comentó que "la gota que derramó el vaso" fue la fuga de un extranjero, que se escapó vestido de mujer, lo que ocasionó en 1976, el presidente José López Portillo firmara una reforma para cerrar la prisión y crear los Centros Federales de Readaptación Social (Ceferesos), para comenzar a distribuir a los presos.
Finalmente, el 27 de agosto de 1982, el palacio volvió a abrir sus puertas pero ahora, convertido en la nueva sede del Archivo General de la Nación.
"Se pensó en demoler, pero muchos optaron por convertirlo en un edifico útil y actualmente es el Archivo", recordó.
Fantasmas, sombras y una muñeca embrujada
Ismael Espinosa platicó que en el Palacio de Lecumberri no sólo están los fantasmas que habitan el recinto desde que era prisión, sino que también están los que llegaron con los archivos que ahora almacena.
Destacó que en la prisión hubo varios suicidios, lo que podría explicar que varios de los trabajadores del Archivo General y visitantes, hayan visto más de una vez alguna sombra o escuchado un alarido tenebroso.
No obstante, era falsa la idea de que si morías en Lecumberri tu cuerpo se quedaba ahí, aunque sí continúa en el lugar una muñeca, que supuestamente fue utilizada en un rito satánico y posteriormente hallada en un sótano de la prisión.
FLC