La jornada comienza a las siete de la mañana. Araceli Hernández Vázquez recorre con su triciclo de carga, durante cinco horas, alrededor de dos mil casas de las colonias asignadas para recolectar directo de las bolsas de basura todo tipo de residuos reciclables, entre estos, cartón, botellas, papel, latas y demás envases que luego en grandes volúmenes vende en centros de acopio.
Araceli tiene 38 años. Estudió hasta el quinto grado de primaria y se embarazó desde adolescente; ahora tiene cinco hijos, uno de ellos con discapacidad desde el nacimiento. Con la colecta efectuada durante los días de trabajo obtiene de 800 a mil pesos semanales que contribuyen al gasto familiar.
“Las bolsas están afuera de las casas porque pasa temprano el carro de la basura. Mi labor consiste en abrir las bolsas de basura y sacar PET (Polietileno Tereftalato), es decir, botellas de agua, aceite, refrescos, shampoo, cremas, desodorantes; cartón, cuando hay. Camino calle por calle, por varias horas. A veces hay días malos de recolecta. No llenamos el carrito”, comentó.
“Por el material que llamamos soplado nos pagan 4 pesos por kilo; por el cristal, que es el PET o la botella transparente, nos pagan 7 pesos. El PET verde, igual por kilo, 3 pesos. Y el kilo de cartón está a 1 peso, bajó mucho”, detalló la recicladora con casi 20 años de experiencia.
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Araceli forma parte del programa “Reciclando con rumbo”, implementando por la alcaldía de Puebla para reconocer jurídicamente el oficio de los llamados pepenadores a través de un modelo basado en organizar a los voluntarios con horarios y zonas de recorridos específicos para poder recolectar.
Los recicladores voluntarios deben estar censados, portar uniforme, credencial y cumplir con los diferentes lineamientos, como no regar sobre el pavimento la basura contenida en cada bolsa colocada a las afueras de los hogares.
Un aspecto relevante de formar parte del programa es que ya no deben de pagar cuotas a grupos violentos, mafias o “líderes” que controlan la basura en diversas colonias. Ahora, tienen la opción de contar con el cuidado de la policía en caso de algún intento de extorsión.
“Antes era tierra de nadie. Había muchos problemas con esas personas que se ponen muy groseras; a mí me han querido pegar, incluso, recibí amenazas por meterme en una colonia y por negarme a pagar cuotas de 40 a 50 pesos diarios. Son grupos que pretenden aprovecharse de nosotros, cuando nosotros somos los que metemos las manos en esas bolsas de basura donde las personas mezclan sus residuos reciclables con pañales sucios, heces de animales, toallas femeninas, vidrio roto, jeringas sueltas, comida echada a perder. No es justo que venga alguien ajeno y le paguemos por algo que no hace”.
Hay recolectores, igual empadronados, que optan por meterse en las enormes tolvas verdes donde separan los residuos reciclables en medio de montones de basura mezclada con animales muertos, comida podrida plagada de moscas y de fauna nociva.
Ahí se encontraba doña Elvira, una mujer de 63 años que ya superó el asco de meterse en esa tolva maloliente e insalubre. “¡Pos no pasa nada!”, comentó. Su trabajo lleva alimento a su familia.
“Con este programa lo que se intenta es normar. Saber quiénes son, dónde estás, cuál es su área de trabajo y cumplir con normas estrictas como mantener limpio y aseado el lugar de trabajo”, explicó José Salgado Carrillo, coordinador general del organismo operador del Servicio de Limpia en Puebla.
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“Tenemos, hasta la fecha, mil 200 personas recicladoras que ya están registradas con toda su documentación. En la pandemia se dio un incremento de 30 por ciento de habitantes que optaron por la recolección de residuos debido al desempleo. Sigue habiendo recolectores clandestinos, que son alrededor de mil 200.
“Los estamos convenciendo de sumarse y obtengan beneficios. Si bien todos los pobladores tienen acceso a la salud, nosotros gestionamos que los recolectores se atiendan, a través del DIF, y obtengan hasta tratamiento de patente”, aseveró.
Con el programa, agregó, se pretenden también eliminar el estigma que hay hacia este sector clave en la llamada Economía Circular ya que con su labor impiden que los desechos urbanos, como es el plástico blando y duro, llegue a los rellenos sanitarios contaminando el subsuelo, el medio ambiente, el agua potable. Se reducen los desechos y se protegen los bienes naturales.
También, abundó Salgado Carrillo, el ayuntamiento está trabajando para evitar que los recicladores voluntarios, los pepenadores, lleven a menores de edad y se vinculen con grupos de delincuentes que lucran con la basura o utilizan su poder para traficar drogas.
La siguiente etapa es regular a los centros de acopio, que son de los más beneficiados sin meter las manos. Algunos ya empiezan a aceptar.
El encargado del centro de recolección de residuos urbanos Talismán, Marco Antonio Cruz, reconoció que la basura reciclable puede resultar un gran negocio. “Nosotros recibimos a pepenadores y gente de casa que viene a dejar material y también recibimos a empresas. A diario estamos recibiendo unas 45 toneladas de material. Nosotros pagamos desde 80 o cien pesos a los pepenadores, y algunos reciben 20 o 30 mil, básicamente son compañías que juntan, separan y almacenan sus propios residuos”.
En América Latina y el Caribe, la Fundación Avina y Latitud R impulsan proyectos para formalizar el trabajo de los recicladores, además, financian proyectos para evitar que los materiales lleguen a los rellenos sanitarios e impulsa políticas de inclusión para promover que los pepenadores reciban un salario digno por sus servicios, como ya se hace en Bogotá, Colombia.
“Se ve al reciclador de base, al pepenador, como una persona de un estrato social menor, como personas que no tienen derechos como cualquier otro ciudadano y cualquier otra profesión. Ellos recorren kilómetros, cargan mucho peso. Tienen que hurgar entre un pañal sucio, heces de perros. Para nosotros es claro que deben de recibir un pago como cualquier otro oficio. Nunca podríamos en duda el tener que pagarle a un médico, o algún carpintero o algún herrero o un bombero. Tampoco debe ahora hacerse con este sector esencial en la economía y en la ecología”, puntualizó Pablo Baños, de la Fundación Avina y Latitud R.
México no sólo recolecta este tipo de residuos, mucho del cual se utiliza, como es el caso de Oaxaca, cuando se trata de plástico duro, para hacer tablas de surfeo, embalajes y textiles, sino que también importa los desechos plásticos tratados a China.
Se calcula que en el país se generan más de 120 mil toneladas diarias de basura y solo el 10 por ciento se recicla. Además, se calcula que 2.5 millones son pepenadores o recicladores.
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HCM