Dolor de cabeza, ausencia de olfato, fatiga y pérdida de masa muscular son algunos de los efectos a largo plazo que el covid-19 dejó en Elienai, Eugenio y Alejandro.
A causa del coronavirus, sus cuerpos y vidas cambiaron. Modificaron sus hábitos alimenticios y añadieron a su dieta distintos medicamentos para fortalecer su sistema inmune e, incluso, uno de ellos tuvo que sobrellevar el contagio junto a 15 integrantes de su familia.
Para Elienai Pluma, ama de casa de 40 años, todo empezó el 17 de mayo del 2020, justo en el cumpleaños de su papá.
Ella cree que se contagió en un tianguis, al cual acudía sola de manera regular para evitar exponer a sus padres. No se realizó ninguna prueba. Apenas el 23 de marzo se había iniciado la Jornada Nacional de Sana Distancia, puesta en marcha por el gobierno federal.
“Apenas eran tres meses, sí había información, pero no como ahorita que ya sabemos todos los protocolos que tenemos que seguir en cuanto tenemos un síntoma”, señala.
Al iniciar con molestias atípicas de la influenza, acudió al médico, quien le detectó una infección en la garganta y, por ende, un tratamiento de ampolletas de penicilina que se extendió durante nueve días. No hubo efecto.
“A la cuarta inyección, me la ponen a eso de las cinco de la tarde y a la media hora me tomo la temperatura porque me empiezo a sentir mal y traigo una de 39.8, casi 40. Es cuando digo ‘no’, yo ya estaba tirada en el sillón; ‘esto no es normal, ya llevo cinco días de pastillas para la gripe, más cuatro ampolletas y yo me siento peor’”, relata.
Por esa razón, asistió nuevamente con un doctor, quien finalmente le dijo que tenía covid. Entre los medicamentos que más recuerda es Clopidogrel, siendo “su salvación” al proteger su cerebro para no presentar algún derrame o embolia.
El impacto emocional más duro para Elienai fue cuando le dio la noticia a su papá, que la esperaba afuera de la clínica, así como la decisión de aislarse de sus dos hijos, de 6 y 15 años. No obstante, ahí no terminó todo. Debido a los vómitos y diarreas perdió 10 kilos y su masa muscular disminuyó.
A los tres meses de su alta, comenzó la pérdida de cabello, siendo otro duro golpe anímico. Actualmente las secuelas que le quedan son migraña, mareos y flacidez muscular. Para lo que ha tomado medicamentos como ergotamina, salmeterol, levofloxacino, entre otros.
“En una semana yo ya no me reconocía al espejo. Uno de los peores momentos fue cuando me empiezo a bañar y de pronto me quedo con una bola de cabello en la mano. En ese momento es otro golpe emocional. Hablo con una de mis tías y le digo: ‘¿Sabes qué? Córtame el cabello, rápame, ya no quiero el cabello’. Me dice: ‘No, estás mal, vas a ver que te vas a recuperar' y así fue”, recuerda.
“La vida es irreversible”
Eugenio Atonal, contador de profesión, relata que los contagios en 15 de sus familiares se debieron posiblemente a su cuñada, quien a mediados de junio presentó los primeros síntomas. Sin embargo, no fue sino hasta que regresó de un viaje a Tlaxcala, con el fin de visitar a su tía, que inició con un cansancio incesante.
“Cuando estábamos en casa de mi suegra no nos cuidábamos, porque se supone que todos lo hacían para irse a trabajar; el problema eran los niños, no portaban cubrebocas. Ahí estaba ella, creemos que ahí nos contagiamos…Yo pensaba que por el viaje de ir y manejar, me había cansado por el sol, eso fue el 20 de junio, ya el lunes decido no ir a trabajar”, indica.
A los ocho días de continuar con el malestar, aunado a la pérdida de olfato y gusto, decidió realizarse la prueba PCR. Con ayuda de su esposa médico, contactó a un laboratorio, dando positivo. A raíz de eso, todos comenzaron a enfermarse. Recuerda que un día, con sólo salir a tirar la basura, sus síntomas se agravaron.
“Después de mí se contagió mi prima, luego mi esposa, otra prima y su esposo. Se contagiaron todos y ya se vinieron a la casa. En automático yo me puse vitaminas para poder levantarme, así como paracetamol de un gramo. En esos 10 minutos que me dio el sol, me explotaba la cabeza y no podía respirar. Mi esposa cerró el consultorio”, apunta.
Aunque el pronóstico siempre fue grave, nadie fue entubado, solamente hubo un deceso. Su esposa, médico de profesión, estaba al cuidado de todos. Al transcurrir los 40 días, regresó el olfato en la mayoría de sus familiares, salvo en su caso, quien al día de hoy, luego de ocho meses, sigue sin recuperarlo del todo.
“Me ponía perfume para ir a trabajar y no olía a nada. Mi hijo que está bebé hacía del baño y pues había que cambiarle el pañal, pero no percibía nada. Ahorita tengo como el 20 por ciento del gusto y el olfato”, asegura.
Explica que entre los cambios más notorios en su cuerpo estuvo la talla, al pasar de 95 a 85 kilos por la pérdida de masa muscular. Para Eugenio, haber tenido coronavirus lo incentivó a dejar de fumar y llevar una alimentación balanceada. Anteriormente, fumaba alrededor de tres cigarros al, día de lunes a viernes.
“Cuando te llega esto, tomas la decisión de dejar el cigarro, porque precisamente es una enfermedad que te afecta los pulmones; la vida es irreversible”, lamenta.
“Siete meses después, sigo sin gusto ni olfato”
En tanto, Alejandro López, odontólogo de 24 años y quien se contagió de covid-19 en julio de 2020, continúa sin percibir los olores y los sabores, además de que aún padece dolores de cabeza y cansancio.
“Somos seis en mi familia y todos nos contagiamos. Afortunadamente pudimos aislarnos. En ese momento sólo me estaba tomando el antibiótico, ibuprofeno, metamizol y vitamina C. Siete meses después, sigo sin oler ni saborear de la comida”, explicó.
Para él, este gremio tuvo que haber sido considerado entre los primeros grupos del Plan Nacional de Vacunación pues, dice, están en constante contacto con los fluidos bucales.
A través de un estudio publicado en la revista digital medRXiv, se reveló que 80 por ciento de los pacientes con coronavirus han presentado, al menos, uno de 55 síntomas hasta cuatro meses después de haber sido dados de alta. Siendo la fatiga el efecto más frecuente en promedio, reportado a 100 días del diagnóstico del virus SARS-CoV-2.
JLMR