La determinación de Ale Canales de rechazar los vestidos y esconder su cuerpo con ropa holgada propició que sus padres y abuelos vieran en las ECOSIG (Esfuerzos para Corregir la Orientación Sexual y la Identidad de Género), mal llamadas Terapias de conversión, la forma de "sacarle el demonio” y de corregir, supuestamente, su identidad de género, en su caso, transmasculine no binarie.
“Me decían que era un demonio. Que estaba en contra de dios. Trataron de hacerme un exorcismo. Me llevaron a la terapia de conversión”, recordó Ale quien recuerda ese pasado, justo cuando contaba con 16 años, como una de las experiencias más dolorosas.
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Ale no se sintió identificade con el sexo asignado al nacer. Pero su madre, sencillamente, se negó a aceptar esa realidad. “Mi mamá es muy femenina y por ello procuraba visibilizar sus atributos, como mantener el cabello largo y hacer lucir el busto", expresó.
“Siempre me feminizaba. Cuando empecé a tener algún control sobre mi vestimenta, me dio por esconder mi cuerpo, trataba de ponerme pants y sudaderas, ropa muy holgada”, explicó Ale, quien ha llevado su proceso gracias al apoyo de la Unidad de Salud Integral para Personas Trans, de Secretaría de la Ciudad de México, única en su tipo en América Latina.
Ale se salió de su casa y, al hacerlo, rompió todo vínculo con aquellos que aun no entienden que ser transmasculine no binarie es no identificarse ni con ser hombre ni con ser mujer, y que existe un género fluido.
“La situación con mi familia es un poco ruda; con mis hermanos y mis primos, todo bien, pero con mis padres y mis abuelos simplemente no. Ellos viven en Tamaulipas, son muy conservadores, muy religiosos, muy cerrados, también son homofóbicos. Hoy tengo una vida independiente”, explicó Ale, de 26 años.
La mayor fuente de su disforia, es decir, de su insatisfacción y frustración eran sus senos, por ello hace dos años, tras usar fajas compresoras, optó por efectuarse una mastectomía bilateral radical.
“Me quité el pecho porque eso fue de las mayores fuentes de mi disforia, o sea, eso fue de las cosas que más me molestaban. Yo tenía un pecho grande, me estorbaba mucho y me hacía sentir muy mal. Fue de las primeras cosas que, justo, atendí y me dio alivio.
“Todo estuvo perfecto, en verdad estoy muy feliz con estos resultados. No tuve ningún dolor, la sanación estuvo perfecta”, explicó Ale en entrevista con MILENIO.
Actualmente recibe micro dosis de testosterona para lograr un proceso lento de masculinización que le permita tener una voz más grave, cierto grado de vellosidad y un cuerpo sin ninguna atribución física femenina.
“Yo quiero cierto nivel de masculinización, pero no a la totalidad, quiero llegar a la androginia pura, o sea, yo no quiero verme como ninguno de los dos géneros. Quiero que la gente se confunda, hay gente que me dice 'joven' y otra 'señorita'”, dijo Ale, quien recibe asesoría y acompañamiento de la Secretaría de Salud de la Ciudad de México.
Ale sabe que resulta complejo para algunos entender que hay personas que no se identifican ni con ser mujer ni con ser hombre. “Persiste esa idea de que es algo imaginario, que no debe tomarse en serio y se comete el error de decir que si a los dos años no sabías que eras trans, pue no es válido”.
“Cuando yo nací, me asignaron (como género) mujer. Los primeros años de mi infancia se sintieron raros, pero no sabes qué onda. Ves a los hombres trans y dices, 'Ok'. Pero también sabes que existe otra posibilidad fuera del género binario y eso me pasó a los 18 años. Me di cuenta de que no necesitaba quedarme conforme con lo que me enseñaron que tenía que ser y que podría existir una forma distinta”.
También, explicó que algunos han tratado de invalidar el hecho de que en el proceso no busca alcanzar el cien por ciento de masculinización.
Para Ale la meta es llegar a lo andrógino, porque como lo explicó, “no me identifico con ningún género. Hoy tengo los dos géneros, entonces soy de género fluido o simplemente dejarlo como no binarie”.
“Hay personas no binarias que fueron hombres al nacer: Yo fui asignada mujer al nacer. Hay diferentes historias”.
Actualmente, Ale tiene una pareja que logró el 100 por ciento de masculinización. Además, trabaja en la Unidad de Salud Integral para Personas Trans, de la Secretaría de Salud de la Ciudad de México, donde lucha porque les reconozcan sus derechos.
Apoyo institucional para personas trans y no binarias
El Instituto Nacional Electoral (INE) incluyó la letra X para aquellos ciudadanos que no se identifican con ser mujer ni con ser hombre. Pero en las instituciones de salud, por ejemplo, el IMSS, ISSSTE y la Secretaría de Salud aún no abre expedientes con esa opción y lo mismo sucede con las entidades bancarias.
A la Unidad de Salud Integral para Personas Trans también acude Susana Sánchez, de 50 años, quien concluyó, hace más de un año, todo su proceso de transición para convertirse en una mujer transexual.
“Yo recuerdo que le dije a mi mamá 'a partir de hoy soy una mujer; no quiero que me trates como hombre'” y aunque hubo aceptación, comenta que le impusieron el rol de lo que debe ser 'una mujer decente' dedicada a la limpieza del hogar y que no sale de casa después de las siete de la noche. Finalmente se salió del hogar y. desde hace cinco años está legalmente casada.
“Yo tengo con los implantes aproximadamente 15 años, me hice varias cirugías estéticas, ya no tengo genitales, ya tengo, de una u otra manera, una vulva, un clítoris”.
Aunque es feliz, Susana reconoció que el proceso de transición no fue sencillo. “Sí, es difícil adaptarte porque de alguna u otra manera tu cuerpo nació con genitales masculinos y se viene todo un cambio hormonal. Claro que cuesta volverte a adaptar a tu cuerpo porque de alguna manera la estás castigando, porque lo estas mutilando”.
Ella explicó que en la infancia jamás aceptó los juguetes masculinos, pues le gustaban los diseñados para niña. En secundaria se dejaba las uñas largas y a los 15 años comenzó a usar corpiños y pulseras, y aunque siempre debía quitárselas, no recuerda haber sido atacada con palabras violentas de género.
Su sentir es con aquellas que le recuerdan que por más cirugías que se haga, “jamás será cien por ciento mujer porque carece de ovarios y de la posibilidad de engendrar vida”.
Para la legislación civil, Susana es una mujer y está legalmente casada. Actualmente recibe de dicha unidad médica terapias de reemplazo hormonal.
Su historia nada se parece a las primeras mujeres trans que, por desesperación, se mutilaban los genitales ni tampoco se vio obligada a tomar sustancias que terminaron por mermar su salud, ni se vio en la necesidad de prostituirse ante el rechazo familiar ni ante la negativa de trabajo.
“Es una realidad, el promedio de vida de una trans es de 35 años porque se recurre a infiltraciones o porque sencillamente son asesinadas por cuestiones de odio”.
En la Unidad de Salud Integral para Personas Trans se ofrece todo tipo de asesoría y acompañamiento de salud física y mental, de afirmación de género, tratamiento hormonal prescrito por un médico, así como también trabajan para reeducar a la sociedad.
Oyuki A. Martínez, coordinadora de la unidad de salud trans, explicó que lamentablemente se sigue usando un lenguaje machista en contra de la comunidad.
“Un lenguaje despectivo y muy violento, como 'marica', o 'joto'. Estamos luchando por la deconstrucción de estos paradigmas violentos”.
Los términos adecuados deben de coincidir con lo que las personas se sienten consigo mismas identificadas. No tiene que ver con la imposición del género al nacer, solo por tener pene o vulva.
“Esta unidad responde a la exigencia de la sociedad civil, también a los mecanismos y tratados internacionales para generar una política de salud incluyente y que reconozca los derechos humanos. Es el único modelo en todo México y América Latina con un enfoque psicosocial, comunitario, que acompaña a la persona y además que se complementa con la parte médica, por ejemplo, ofrecemos ciertos servicios de atención médica general, de endocrinología, dermatología, sexología, psiquiatría.
“Contamos con un área de laboratorio, de ultrasonidos, de farmacia. Hay un equipo muy importante, fundamental, de especialistas para garantizar una salud amigable, empática y segura para las personas trans y no binarias de la Ciudad de México, aunque en los últimos años, atendemos a personas que vienen de otros estados”.
Los integrantes de la unidad de salud están luchando para lograr que el ISSSTE, IMSS y todos los servicios de salud efectúen los procedimientos quirúrgicos y otorguen los tratamientos integrales de cambio de género, asimismo, en reducir en tratar la salud mental, ya que el estrés o la ansiedad producidas por el rechazo pueden llevar al suicidio.
“Estamos vinculando a las personas al segundo y tercer nivel, pero queremos que entiendan que no se trata de un capricho y que queremos evitar intervenciones y procedimientos con efectos adversos. Estamos luchando para que las personas trans y las no binarias encuentren en la unidad un apoyo y no caigan en situaciones graves que las lleve al suicidio”, aclaró.
JATS