Ante el crecimiento de la generación millennial que representa una cuarta parte de la población y que ya no quiere ser socio de empresas y busca emprender y viajar, se requiere un cambio en los esquemas económicos para impulsar los modelos de cooperativas sociales.
En el punto anterior coincidieron Juan Pablo de León Murillo, investigador de la Universidad Iberoamericana Puebla, y Gonzalo Hernández Gutiérrez, coordinador de la Unidad Académica Básica de Economía del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), para quienes es fundamental poner en marcha una cultura de la colaboración.
De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la generación millennial que se conforma por las personas nacidas entre los años 1981 y 1993 por lo que su edad oscila entre los 30 y los 40 años aproximadamente y que ya se consolida como un motor para la economía y desarrollo del país, suma más de 30 millones.
Juan Pablo de León Murillo, investigador de la Universidad Iberoamericana Puebla, explicó que, actualmente, en comunidades de los estados de Oaxaca, Tabasco y Chiapas, se registran las bases de la cooperación y ya no se aplica solo como un modelo sino como una cultura.
Las economías solidarias pueden proteger la dignidad humana y al medioambiente sin descuidar la rentabilidad de los negocios, explicó el especialista de la institución que forma parte del Sistema Universitario Jesuita.
“En los estados del sur como Oaxaca, Tabasco y Chiapas se encuentra el ADN en el que todo lo que hacen es cooperación. Implementar un modelo cooperativo sin una cultura te llevará al fracaso”, destacó el investigador.
Resaltó que las cooperativas no son sinónimo de pobreza o de pérdidas económicas porque la rentabilidad permite invertir en infraestructura y talento que, a su vez, se traduce en mejores condiciones para el colectivo.
Por su parte, Gonzalo Hernández Gutiérrez, coordinador de la Unidad Académica Básica de Economía del ITESO, destacó que una cooperativa que funciona con valores de empresa intercooperante; mientras que los empleos que se pierden se van a otras cooperativas.
Señaló que las cooperativas impulsan la reducción de las brechas de desigualdad como consecuencia de los límites en los salarios de las posiciones ejecutivas, así como los impactos positivos en la vida de los socios y sus familias.
Hernández Gutiérrez lamentó que las prácticas capitalistas generen graves efectos en el medioambiente y el tejido social, ante lo cual, el cooperativismo debe ser adoptado como un modelo empresarial que genere ganancias sin renunciar al cuidado de la dignidad humana.
Señaló que el espíritu de la cooperación en México está particularmente presente en el sur del país. Por ello, recomendó inculcar la cultura de la colaboración desde tempranas edades para romper con los mitos de la individualidad propios del capital.
Por último, el especialista destacó que, con el lema Humanity at work, la Corporación Mondragón del País Vasco, es una de las experiencias más ilustrativas en materia de economía alternativa y que presenta un esquema que puede ser analizado y aplicado en México y otros países.
CHM