Hay más niñas y niños que trabajan desde que llegó la pandemia

Alrededor de 181 mil 902 menores tienen que ganarse la vida en Jalisco, entidad que ocupa el lugar 8 de 31 con esta problemática en el país

En Latinoamérica el número de pobres podría aumentar entre ocho y doce millones; dos de estos corresponderían a mexicanos. (Nacho Reyes)
Teresa Sánchez Vilches
Guadalajara /

En Jalisco, al menos 181 mil 902 menores de edad tienen que trabajar para ganarse la vida. Entre las herencias de la pandemia se dio un aumento considerable de niñas, niños y adolescentes que tuvieron que sumarse como proveedores o ayudadores domésticos de sus padres, obviamente sin paga y en la mayoría de los casos tuvieron que abandonar sus estudios. Lo anterior, coloca al estado en el lugar ocho de 31 con esta problemática.


Pero esta región del Occidente del país no es la única con índices altos de trabajo infantil. Ni siquiera es algo que solo suceda en México o en América Latina. De acuerdo con el informe “Trabajos infantiles: Estimaciones mundiales 2020, tendencias y el camino a seguir”, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef ), en los cuatro años más recientes se sumaron 8.4 millones de niños, por lo que en total hay 160 millones de menores de edad en esta situación y se calcula que nueve millones de niños podrían adherirse para finales de 2022. Un modelo de simulación prevé que esa cifra subiría a 46 millones sin cobertura de protección social esencial.

La Encuesta Nacional de Trabajo Infantil (ENTI) 2019 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), coloca en primer lugar al Estado de México, con una población en trabajo infantil de 387 mil 594, mientras que Baja California Sur es el último, con 15 mil 485.

En días pasados, la senadora del Partido Acción Nacional (PAN), Josefina Vázquez Mota, presidenta de la comisión de los Derechos de la Niñez y de la Adolescencia, señaló que en México 2 millones personas menores de edad podrían sumarse a las filas del trabajo infantil, debido a las pérdidas de empleos, ya que miles de micro, pequeñas y medianas empresas han cerrado a causa de la crisis generada por el confinamiento.


La funcionaria dijo que los datos resultan preocupantes, pues actualmente existen alrededor de 3 millones de menores que sólo pueden sobrevivir trabajando: “Si a esta información se le suma la deserción escolar, el panorama se vuelve mucho más complejo, desafiante y urgente de atender”.

Además, de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), México es el segundo país de toda América Latina con los mayores índices de trabajo infantil, después de Brasil. La Secretaria de Trabajo dio datos de los sectores con mayor presencia de trabajo infantil, los cuales son el agrícola, el industrial, la construcción y el comercio. Dicho esto, Vázquez Mota precisó que de 2017 a 2019, cerca de 100 mil niñas y niños han ingresado de otros países a México a trabajar.

En la calle

En uno de sus informes más recientes, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) informó que en Latinoamérica la población de pobres, por la pandemia, podría incrementar en ocho millones y hasta 12. Para Ricardo Fletes Corona, académico de la División de Estudios Políticos y Sociales, del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH), de la Universidad de Guadalajara, México podría contribuir en ese crecimiento con dos o tres millones.

Ante este escenario, se espera a raíz del confinamiento sea posible un incremento en la población de niños y niñas de la calle en el Área Metropolitana de Guadalajara (AMG), ya que muchos padres y madres, ante el desempleo, como estrategia de sobrevivencia sumarían a sus hijos e hijas al trabajo en calle.


El contacto del niño o niña con la calle es el primer paso que podría detonar la salida permanente de su casa, y del núcleo familiar, y va a pasar a formar parte del mundo de la calle. La situación no es fácil ante la migración del campo a la ciudad que se está registrando en el AMG; se trata de personas que han sido expulsadas de las zonas rurales por la sequía y la pandemia, y son estos núcleos generadores de población de la calle, que abarca a personas de distintas edades, incluso a adultos mayores.

Fletes Corona destacó que en el caso de la población indígena, a diferencia de los mestizos, tiene fuertes lazos de cohesión familiar, y es más difícil que un menor indígena rompa con el núcleo familiar. “Sí los hay, pero son muy pocos”, subrayó.

Describió que detrás de los niños y niñas de la calle está la pobreza económica y social; este último caso incluye a aquellas personas con poco capital social. Es decir, escasas relaciones con personas, amigos y parientes, que les permitirían solventar de mejor manera las situaciones difíciles; además de tener poco contacto con instituciones como iglesias, universidades, centros de atención como el DIF u organizaciones de la sociedad civil.

El investigador indicó que “si antes de la pandemia se había logrado una reducción del trabajo infantil, y la población de calle estaba incrementando de manera leve, ahora el covid-19 nos dejó al desnudo, ya que muchos de los apoyos sociales son insuficientes ante un número mayor de personas que requieren éstos”.

Externó que “cada niña o niño de la calle evidencia una falla en los mecanismos de atención a esta población. No son suficientes, no lo eran antes de la pandemia. Conozco los programas del DIF o a asociaciones civiles que trabajan con niños y niñas de la calle, y siempre han tenido restricciones en los recursos económicos y humanos”.


“Llama la atención que el personal de programas de atención a la infancia, del DIF, no ha incrementado. Este año debieron de haber aumentado la cantidad de profesionales, promotores infantiles comunitarios de ambos sexos, además de las y los educadores que atienden a la población que sale a la calle”, denunció Fletes Corona.

Hay una falta de visión de derechos humanos sobre esta población en y de la calle, ya que los padres y madres de estos menores deberían de ser apoyados para cumplir de mejor manera su función de criar a los niños y niñas. Estos menores tienen derecho a que todas sus necesidades educativas, de diversión y recreación sean cubiertas de manera plena, satisfactoria y con calidad, dijo.

Fletes Corona explicó que se ignora el número exacto de niños y niñas de la calle. Un conteo hecho en 2018 arrojó mil 82 niñas y niños en diversos puntos del AMG, tanto de calle como en la calle. En 2014, en un estudio hecho para el municipio de Guadalajara, fueron contabilizados 762 menores en las dos modalidades.

Se han detectado a 258 niñas, de los mil 82 de ambos sexos contabilizados. “Al parecer, el porcentaje de población femenina en la calle y de la calle ha aumentado lenta y permanentemente. En 1986 trabajé en el DIF, en un programa de atención a niños y niñas de la calle, y difícilmente llegaban a cinco por ciento las que andaban o trabajaban por la zona de San Juan de Dios, el Centro de la ciudad y por la antigua Central Camionera”.

Insistió que se trata de conteos, no de censos. Para hacer los conteos se trazan rutas en la ciudad sobre las que hay más personas de calle, pero hay vías transversales a las avenidas donde también puede pernoctar y vivir población de calle que no es considerada en los conteos, por lo que podría haber más niños y niñas de la calle. Un factor a considerar es la movilidad de esta población. “Por ejemplo, están en San Juan de Dios (Guadalajara) y luego se mueven hacia la colonia Constitución (Zapopan), y no es sencillo registrarlos”, resaltó.

Observó que hay detectados casos de menores que se quedan a vivir en la calle desde los ocho años, pero siempre acompañados de otro un poco mayor. La edad de inicio de la vida en la calle también ha ido bajando: en los años 80 podían encontrarse a partir de los 11, era difícil encontrar uno de menor edad.

Por desgracia, estos menores no viven mucho. Si alguien alcanza los 20 años ya es considerado un veterano. “Mueren de sobredosis de droga, de infecciones fuertes y diarreas graves, que podrían resolverse en otras circunstancias. Hay que recordar que tienen un sistema inmune bastante precario. No dudo que algunos hayan muerto ya de covid-19, sin saber que tienen esa enfermedad. Fallecen también por intento de asalto o robo y ajuste de cuentas entre ellos”, informó Fletes Corona.

Entre los menores de la calle son frecuentes los embarazos adolescentes y los abortos, y pueden padecer enfermedades de trasmisión sexual, incluso suelen presumir, “ya tuve tal enfermedad, pero me alivié”.

Aprenden a sobrevivir con los valores que imperan en la calle, y es por eso que algunas niñas y niños se llegan a dar cuenta de que su cuerpo puede ser una moneda de cambio para conseguir droga, refugio, e incluso afecto. En cierta ocasión, una menor de la calle le contó al investigador: “Yo, con una relación sexual saco dinero para una semana”. Es triste, pero sucede.

“En ese momento de sus vidas se están construyendo como seres en sociedad y los modelos que tienen en la calle son generalmente personas con muchos problemas de integración social, que pueden ser adictos a alguna droga o que se dedican a robar”, expresó Fletes Corona.

Y además

Mayores desventajas

El 6.5 por ciento de la niñez en el país tiene alguna discapacidad, condición mental o limitación para caminar, subir o bajar, ver aun usando lentes, hablar o comunicarse, oír aun usando aparato auditivo, vestirse, bañarse o comer, recordar o concentrarse. Además, el 5.4 por ciento de las niñas y niños de 3 a 14 años hablan alguna lengua indígena y 1.7 por ciento de los menores de 15 años de edad son afromexicanos o afrodescendientes.


(Click en la imagen para ver más grande)


SRN

LAS MÁS VISTAS