Estuvo internado en ocho diferentes lugares desde que tenía 16 años. Algunas veces duraba un mes, otras una semana. La última fue de siete meses: “Ahí fue donde me recuperé”, recuerda Rolando González Prieto, psicólogo y fundador, años después, de un centro de rehabilitación en Monterrey.
Habla de su experiencia y de lo que pueda servir en estos tiempos de encierro generalizado. “A mí me ayudaron los límites claros, el uso ordenado del tiempo y la disciplina”, explica cuando le pregunto qué hace que una persona logre salir adelante: “Una estructura de actividades, de apoyo y de acompañamiento (al estilo alcohólicos anónimos)... Una estructura que da contención emocional”.
Y añade: “La gente que se recupera suele ser muy estructurada, porque hace conciencia de que la estructura le da la posibilidad de no ser víctima de las propias emociones”.
Estas circunstancias no están en las casas normalmente. “Guardarse por obligación de la epidemia de covid-19”, continúa, “está dejando muy claro lo difícil que es estar en condiciones de acompañar a otros”.
Los padres hacen su trabajo y su vida social desde casa. Los hijos están tensos con las tareas. Todos los cuartos están ocupados y la cocina y los baños se utilizan 24 horas. Nadie sale a jugar ni de compras, no hay válvulas de escape y, sobre todo, no hay acercamientos ni conversaciones suficientes. Para González Prieto este aislamiento intensivo “es complicado porque te deja ver lo dependientes que somos y la poca conciencia que tenemos sobre esto. Es difícil convivir con uno mismo. Ahora es un momento propicio para darse cuenta. Puede ser muy favorable para quien quiera y pueda escucharse”.
En su último internamiento (técnicamente se llama tratamiento residencial, según explicó) había una estructura de terapia ocupacional. “Las tareas se dividían. Éramos 80 quienes estábamos en recuperación ahí. En las noches, 50 dormían y 30 estaban en actividades. En realidad no había camas suficientes”.
Comenta: “La familia te llevaba y ya no te dejaban salir, o de plano iban a tu casa por ti. A mí me llevaron. Yo pensé que íbamos a preguntar algo, pero llegó el momento que me dijeron: despídete de tus papás, aquí te vas a quedar”.
González se ha enfocado a la terapia orientada al psicoanálisis. “He aprendido, sin embargo, que no se le puede perder el respeto a la base biológica de las adicciones” explica. “Y si no hay un periodo de abstinencia, en ciertos casos es imposible entrar en ti mismo y resolver las situaciones que te llevaron a ser el caldo de cultivo perfecto para que, al agregar sustancias, se hiciera un desastre incontrolable. Fue mi caso. Ahora, desde la primera entrevista les digo: ‘si piensas que tu único problema es la droga, estás perdido’”.
Para él, lo importante es haberse ubicado como ese caldo de cultivo. “Los problemas que yo tenía, situaciones no resueltas con mis padres, por ejemplo, y la imposibilidad de hacer conciencia sobre ellas, las saqué por la vía de las drogas”, explica. “Se trata de múltiples factores, sociales, psicológicos y hasta biológicos. Cada caso es diferente. Por eso me gusta el psicoanálisis”.
En la situación actual de pandemia “podríamos decir que hay una adicción a nivel macro y que tiene que ver con el consumo general. El mercado requiere seres insatisfechos que buscan objetos que los satisfagan o que les prometan satisfacción. Hay mucha dependencia y en estos momentos muy pocos están en condiciones de acompañar a otros”.
Se le pregunta si es posible aprender a acompañar. “Nadie nace sabiendo, todos aprenden de sus experiencias”, responde.
“No hay duda que en estas semanas o meses de confinamiento en medio de una situación generalizada de dependencia, se dará en las casas una gran experiencia de aprendizaje”.