México, convertido en campos de exterminio: Rossana Reguillo

En entrevista con MILENIO, la antropóloga hace un análisis de la violencia en el país a partir de lo escrito en su libro.

Rossana Reguillo, antropóloga | Facebook
Ciudad de México /

La antropóloga Rossana Reguillo comenzó a estudiar la violencia en México a finales de los ochenta del siglo pasado, en particular entre grupos marginales de jóvenes, y después de tres décadas concluye en su más reciente publicación que con el nivel de violencia actual en el país “ya no es suficiente morir” y el fenómeno de muertes y desapariciones tiene semejanza con los campos de exterminio nazis.

En Necromáquina. Cuando morir no es suficiente (Ned ediciones 2021), la catedrática del Iteso y de la Unesco va más allá en estos ensayos del concepto de narcomáquina que desarrolló en textos anteriores y documenta cómo a partir del gobierno de Felipe Calderón y su llamada “guerra contra el narco” la violencia fue transformando al territorio nacional en un gigantesco campo de exterminio de mexicanos.

“Fue un libro que me costó muchísimo escribir. Hubo noches en que salí del estudio llorando. Es muy difícil contar las cosas que cuento, sobre todo porque en el momento de estar haciendo trabajo de campo, no te puedes quebrar, no te puedes romper. Poner todo este tejido narrativo junto es muy duro, pero de eso se trata: citando a Franz Fanon, quiero que mi voz no sea suave, quiero que mi voz sea brutal; tratar de evitar la huida, decir que esto es cierto y es lo que nos está pasando”, explica la activista en el caso de desaparición de estudiantes de la Normal Isidro Burgos de Ayotzinapa en 2014, sobre la cual, a unos días de conmemorarse el próximo martes 30 de agosto el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas, ya provocó la detención del ex procurador José Murillo Karam.

—¿Cómo evolucionó este concepto que incorporó de las narcomáquinas al de necromáquinas?

"El concepto de narcomáquina a mí me ha servido justamente para tratar de entender y nombrar la articulación entre los poderes político, económico y delincuencial. Me fue abriendo paso alrededor de 2010-2011 cuando el tema de las narcofosas empezó a volverse evidente. En ese momento, la “lógica” que impregnaba el ejercicio de estas violencias estaba más vinculado a las ganancias, a través del control de territorio, del control de actores políticos. Pero, como fuimos avanzando, ya en la segunda década del siglo XXI y partir de todos los terribles sucesos de entonces esta narcomáquina tuvo una continuidad a lo que estamos en este momento: la disolución absoluta de la vida, en un estado de constante urgencia. 
"Fuimos transitando poco a poco de una violencia más utilitaria en la que te mato por el control de la plaza a otra violencia donde te mato porque puedo hacerlo, te diluyo porque puedo diluirte, te desmiembro porque puedo desmembrarte... Y con eso se manda un mensaje muy fuerte a la sociedad, en un ejercicio de lo que llamo “violencia expresiva” o “violencia simbólica”, que vemos con los cadáveres colgados de los puentes o con el levantamiento de personas que estaban en un mal lugar.

—¿Cómo se articula el concepto de necropolítica, que usted retoma de Achille Mbembe, entre estos conceptos de narcomáquina y necromáquina? ¿Cómo entra la política en ellos?

"El libro traza un arco de tiempo que va desde principios de los 2000 hasta el 2021, donde trato de hacer este relato del horror de lo que está sucediendo. A principios de la década de los 2000 y, en especial con la llegada del gobierno de Felipe Calderón, era muy evidente la corrupción política y la asociación de los poderes locales en lugares como Michoacán, Chihuahua, Coahuila o Tamaulipas, era muy visible cómo estos grupos del crimen organizado operaban al amparo del poder político. Y esto, lejos de solucionarse, con el paso de los años ha ido empeorando.
"Lo vimos de manera muy clara en el proceso electoral intermedio del 20-21 con la gran cantidad de candidatos y candidatas asesinados, ejecutados y amenazados no por otras fuerzas políticas, sino por grupos del crimen organizado que han tomado el control de poblaciones enteras; es decir, ellos deciden a quién ponen y a quién quitan. Eso te habla de pactos y de territorio controlados por el crimen organizado donde el Estado se ha ido replegado. Esta dimensión de la política vinculada a este horror es innegable, no se puede ocultar.

—Sorprende que en su libro señale que México se ha convertido en un campo de exterminio similar a los campos de concentración nazis, a partir de su interpretación del libro de Los hundidos y los salvados de Primo Levi. ¿Cómo llega a esa conclusión?

"Tal cual. Creo que por una alerta y un sistema de defensa, muchísima gente trata de evitar estas noticias; o cuando las enfrenta lo hace de forma episódica y amnésica; no las va sumando, acumulando. Pero, cuando tú articulas la gran cantidad de notas, de noticias, de informaciones, todas ellas fidedignas, de campos de exterminio (el famoso caso de El Pozolero en Mexicali, que era contratado por grupos criminales para que disolviera en ácido a sus víctimas), el país se ha convertido en lugares de fosas clandestinas, de casas de seguridad, de casas de retención de personas, y estamos frente a campos de exterminio; literalmente te levantan.
"Lo que ocurre en Monterrey, o las madres buscadoras de Sonora que dan con campos donde puede haber hasta 300 cuerpos enterrados, esto te habla de una cosa tremenda. O el trabajo del fotógrafo de Culiacán (Fernando) Brito, en la serie Tus pasos se perdieron en el paisaje, donde va documentando justamente cómo van apareciendo los cuerpos a la orilla del río, a la orilla de la carretera, en una calle. Sí, lamentablemente estamos frente a este momento, como dice Primo Levi: 'hay que volver para narrar, hay que volver no mudos de espanto, sino con capacidad de contar lo que estamos viendo, para poder actuar antes de que sea demasiado tarde'".

—Además del horror en México y en los campos de concentración nazis ¿Cuáles serían las similitudes en el lenguaje, en la relación entre lugares como Auschwitz y México? Uno no puede sino citar a Hanna Arendt y su tesis sobre la banalidad del mal, para notar que es algo sistémico.

"Hay varias similitudes. Estuve reflexionando muchísimo, haciendo mucho trabajo de introspección, de revisión de literatura y de datos, porque era complicado afirmar esto. Pero hay varias similitudes. La primera tiene que ver con lo que voy a llamar “la pedagogía del horror”, y es el hecho de que en estos campos de exterminio nazis, lo que se hacía —lo dice Arendt— era burocratizar la muerte. Es decir, lo que se hacía era educar a los que iban a implementar el exterminio, “la solución final”, los hacían acostumbrarse o trabajar para ver al otro despersonalizadamente, para verlo como un despojo, no como una persona, Lo cuenta muy bien Primo Levi en Los hundidos y los salvados. Eso pasa aquí en los campos de entrenamiento para sicarios, el modo en cómo se introyecta en el cuerpo la idea de que el adversario, el enemigo, al que voy a destruir, no es humano, se le cosifica, es la única manera de que te expliques esa saña en la disolución de la personas.
"Una segunda similitud, que me parece muy determinante, tiene que ver con el desapego de cualquier dimensión ética de los responsables de ejercer el castigo; o sea, hay una desapropiación de las mismas personas respecto de sus núcleos éticos más duros. Hice muchísimas entrevistas –en el libro hablo de algunas, no de todas– con jóvenes vinculados al crimen organizado. Para mí era muy fuerte cómo se separaban, había una especie de escisión, pero no una escisión patológica, sino como una escisión muy aprendida de lo que eran ellos como persona y lo que eran ellos en el ejercicio de sus funciones de matar, descuartizar, disolver, etcétera, etcétera".

—Su capítulo del narcoñol, como llama a la jerga que se ha adoptado para hablar del crimen organizado en México, me recuerda mis problemas como editor para que reporteros no usen en sus notas términos como “sicarios”, “ejecuciones”, que normalicen a estos personajes y acciones.

"Esos guiños, o esos partes que hago en el libro, tienen que ver con un trabajo exhaustivo de análisis, pero también son una suerte de guiño como para el respiro. Es cierto, da risa nerviosa, el tipo de español que hemos ido incorporando a partir de la aceleración de las violencias. A partir de la década pasada empecé a darle un seguimiento muy puntual al ejecutómetro, que era horrible; los grandes periódicos hablaban de una suerte de marcador: “Narco: 43 muertos”, una especie de ejecutómetro que fue normalizando la violencia y convirtiéndola en una cifra.
"Fui siguiendo estas evoluciones, luego fui viendo cómo nombrábamos los mexicanos a las distintas formas del cuerpo que nos eran devueltas como despojos; empezamos a hablar de los “encobijados”, de los “encajuelados”, de los “decapitados”. En fin, fuimos incorporando un lenguaje que, por un lado, aminora, anestesia un poco el efecto de esta violencia brutal, y, por otro, elude el problema de fondo. Para mí sí es muy importante, y es una parte del libro muy dedicada a periodistas y editores, porque a veces no se cuidan estas cosas y alimentamos este vocabulario del horror que lo que hace es reducir la condición de la persona humana y simplificar de una manera chistosa, simpática, toda esta sangre que corre por el territorio nacional".

—Cuando aborda el tema de la “paralegalidad”, parece que es un terreno que se crea con este mismo lenguaje, algo intermedio, una dimensión desconocida, que es la que domina al país.

"Correcto. Para mí fue muy importante arribar a ello, quizás por eso abro con eso el libro, porque fue para mí un trabajo muy importante llegar a esta formulación, que ahora lo digo fácil, pero en ese momento no era tan evidente, porque era un momento, 2005-2007, en el que se hablaba de la violencia como algo exterior a la sociedad, como que estaba lejos, y, por otro lado, estaba muy firme o muy fijada la idea de que se trataba de simples acciones delincuenciales, que frente a lo que estábamos eran delincuentes y ahí se acababa el problema, por eso había que usar más policías, más militares, más balas, porque estábamos frente a delincuentes, a lo ilegal.
"Pero, conforme me fui adentrando en el estudio de esto, y para mí por ejemplo fue clave Osiel Cárdenas (ex líder del Cártel del Golfo) y sus prácticas, como cuando hubo aquella tragedia en Piedras Negras (el desbordamiento de Río Escondido en abril de 2004, que dejó al menos 38 muertos y miles de damnificados) y él hace llegar un tráiler al cura (Carlos Aguilera) con cobijas, etcétera. (Preso entonces en el penal de máxima seguridad de Almoloya de Juárez) Osiel Cárdenas llega a esa tragedia, a esa catástrofe, mucho antes que el Estado mexicano. Y claro que esto le va a granjear las simpatías de muchísima población.
“Esto también yo lo estudié mucho en Medellín. Yo hice mucho trabajo de campo en Colombia, en los años bien duros del 96 al 2000, fui dos o tres veces al año a Medellín, en los tiempos de la llamada ‘pesca milagrosa’, que ibas del aeropuerto que está en Río Negro, en la parte alta, hacia Medellín, que está en la parte baja, y no sabías si ibas a llegar, porque la práctica de esos grupos era agarrar a quien fuera y por eso ‘pesca milagrosa’, porque o te topabas con una profesora que no valía gran cosa o con un embajador.
"Esto lo vi mucho en Medellín: las estrategias de Pablo Escobar, cómo inundó la ciudad de taxis que él pagó, cómo la gente le debía muchísimos favores, esto me fue llevando a esta formulación de cómo esta narcomáquina primero y ahora esta necromáquina fundan un orden paralelo. No les interesa la legalidad o la ilegalidad, sino fundar un orden paralelo con un código, normas, un lenguaje, unas formas de administrar la justicia, unas formas de gestionar la vida cotidiana. Y eso no se combate con balas, eso no puedes combatirlo con balas o más policías porque va generando esta forma de adscripción de muchas comunidades que viven alrededor de estas lógicas paralegales".

—¿A qué atribuye que ni Felipe Calderón ni su ex partido, el PAN, hayan reconocido nunca que la mal llamada “guerra contra narco” fue una política fallida de la que aún no nos recuperamos?

"No tengo elementos para presuponer, no puedo estar en los pensamientos de nadie. A mí me parece que un gobierno que sustentó su credibilidad, fuerza, “legitimidad” en esta guerra, no lo reconoció en ese momento y no lo va a reconocer ahora como una estrategia fallida. Y mucho menos lo hará en un momento en que la actual administración (de Andrés Manuel López Obrador, de izquierda), en lugar de desandar ese camino, lo acelera con la Guardia Nacional, con la militarización de la vida pública.
"Ellos se van a seguir aferrando a que fue lo mejor que le pudo pasar al país. Estamos viendo que las cifras de muertes dolosas han ido en aumento, es un tema que la historia, no la reciente, sino a lo largo de los años, va a ser muy clara en dónde se va a colocar la administración del ex presidente Calderón y todas estrategias fallidas que han costado mucha sangre y que siguen costando mucha sangre".

—De su experiencia en Colombia ¿Cuál podría ser la solución para frenar esta violencia, esta necromáquina?

"Tengo tendencia a un cierto optimismo, no muy fundamentado, creo que hay que mantener un pesimismo realista, pero también un optimismo de la voluntad, como diría (Antonio) Gramsci; hay que mantenerse haciendo cosas, trabajando, interviniendo. Creo que la única posibilidad de solución es una fuertísima inversión económica en términos de infraestructura, de abajo hacia arriba. Lo que se requiere es volver inútil la opción de la violencia para muchos jóvenes en este país, niños. Lo que se necesita es meter dinero para el acceso a la educación de calidad, acceso a la salud, a la diversión, se gastan el dinero en estupideces en lugar de en lo esencial. En muchos casos, una cancha de basquetbol o un cine club semanal pueden hacer una enorme diferencia en una comunidad.
"Otra es revisar la política de seguridad que, por supuesto, para mí no pasa por la militarización. No tenemos una policía entrenada ni suficientemente armada para enfrentarse a estos tipos. Si tú ves los videos del Cartel Jalisco (Nueva Generación) se te eriza la piel cuando hacen alarde de ese armamento, tanques, vehículos para andar en las carreteras. Y ves la pistola del policía, pues es evidente que el desnivel es brutal. Tenemos que hacer eso: inversión fuerte en términos de infraestructura, de educación, cultura y salud. Y pensar una mejor política de seguridad centrada en el ciudadano y no en la militarización.
"Y, tercero, tenemos que hacer como Italia, un sistema de jueces blindados, en el periodo más duro de la mafia en Italia, los jueces tenían que salir encapuchados. Esas son las tres vertientes de una política que pueda, con mucha voluntad, revertir esta situación. Y que cese la impunidad, pues a fin de cuentas es la cereza del pastel".

FS

  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.

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