La vulnerabilidad es un estado, pero no tiene que ser una constante. Hay sectores de la población más propensos a sufrir desigualdades, pero éstas deberían ser una situación aislada y no un status de vida; sin embargo, la niñez es un periodo en la vida de las personas que pareciera hacernos acreedores a cuidados, pero no a ser tomados en cuenta para ejercer derechos, como si fuéramos una persona a medias.
Para contrarrestar esta ideología adultocentrista, la cual favorece siempre las opiniones de adultos sin importar si éstas se gestan desde la desinformación o los estereotipos, en 2014 se publicó la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, con la cual se busca reconocer los derechos de las personas que aún no han cumplido la mayoría de edad; no obstante, la soberbia adulta ha invisibilizado las luchas de las infancias y el modus ‘porque yo lo digo’ o ‘yo sé lo que es mejor para ti’ siguen siendo la bandera con la que minimizan la opinión niñas, niños y adolescentes.
“A los diez años me di cuenta que hay mucha desigualdad entre las personas y quise hacer algo, pero me enfrenté a muchas críticas por no encajar en lo que se supone debería de ser (…) después descubrí que no es lo mismo ser niña que adolescente, joven o adulta, cuando eres menor de edad es como si fueras invisible, como si no tuvieras opinión. La primera vez que me dijeron directamente ‘no, tú no tienes opinión’ fue a los 11 años y yo solo pensaba que sí tengo opinión, soy alguien, pero aun así es difícil”, cuenta Sandra Huerta de 14 años, quien desde Hidalgo propone nuevas dinámicas para que cada vez sus pares se involucren más en la toma de decisiones que involucra sus derechos y necesidades, así incursiona en el activismo a favor del medio ambiente y de las mujeres.
¿Cómo comenzó todo?
Quizá la semilla se sembró desde que Sandra tenía tres años, cuando comenzó a asistir a protestas medioambientales y después ya nada fue igual.
“Lo primero que hice fue organizar colectas de juguetes; la primera fue muy difícil pero después de enviar fotos a cada persona que donó, las demás fueron creciendo y además muchas personas querían ser voluntarias en las entregas donde hacemos convivencia y difusión de los derechos de niñas, niños y adolescentes, sumándose varias organizaciones y el INE (Instituto Nacional Electoral) en Hidalgo a esta causa. Al encontrar espacios de participación y apoyo, comienzo a generar propuestas de talleres, el primero que yo diseñé e impartí fue con mis amigas feministas de la colectiva Mujeres de Viento, después propuse hacer un verano feminista online gratuito para que más niñas y adolescentes pudieran conocer sus derechos, del feminismo y el autocuidado, también propuse la primera generación de la escuela de liderazgo.
¿Cómo hace sentir el adultocentrismo a una adolescente?
Aunque exista una ley que defienda los derechos de las infancias, terminan siendo los adultos los que definen el futuro de quienes aún no cumplen 18 años, lo que hace que quienes se encuentren en sus primeros años de vida sean acreedores de cuidados, pero no sujetos de derechos.
“Me sentía minimizada, triste y enojada, incluso llegué a discutir con maestras, me lo decían en la escuela y amigas, pero con ellas era en forma de resignación, así como ‘no te preocupes, nuestra opinión no cuenta’ y la verdad no sé de dónde saqué el valor de no quedarme callada, pero creo que tuvo mucho que ver mi educación, el hecho de que mi papá y mi mamá me dejaran decidir desde pequeña”.
“(El adultocentrismo) no impulsa nuestro crecimiento, nos limita, no considera del todo nuestra opinión, dicen que nos incluyen pero al final terminan tomando la decisión. En el medio social me han hecho sentir diferente, que solo tendré opinión cuando tenga 18 años, que las cosas que hago no son tan importantes (…) hay espacios para que se escuchen nuestras voces pero no son suficientes, deben generarse más mecanismos de participación accesibles que incluyan realmente a la diversidad de niñas, niños y adolescentes, pues no tenemos las mismas condiciones”.
Infancias, covid y educación
Minimizar la opinión de las infancias los convierte en un sector vulnerable que tiene que defenderse de las acciones que no prevén sus preocupaciones, porque las decisiones que se toman para protegerlos, terminan por proteger intereses de las personas adultas, y entre ellas se encuentran los legisladores y mandatarios, quienes fomentan políticas públicas que simulan atender el tema, pero que terminan por desproteger sus derechos.
La falta de sensibilización entre los funcionarios ha generado que durante la pandemia de covid-19, el confinamiento y las carentes estrategias pedagógicas vuelvan los hogares un espacio inseguro para las niñas, niños y adolescentes, ya que, como lo refiere la Red por los Derechos de la Infancia en México en su Balance Anual 2020: “la invisibilidad de la niñez –que ya tenía antes de la pandemia- se ha profundizado porque la narrativa sanitaria ha eclipsado todos los temas pendientes en el país. Precisamente el abandono de la niñez y adolescencia tendrá consecuencias a corto, mediano y largo plazo que pueden ser devastadoras, dado que se pronostica un aumento entre el 10% y 50% de la mortalidad infantil global, un aumento en la desnutrición, una crisis alimentaria infantil, un incremento de pobreza, niñez trabajadora y, como consecuencia, la falta de acceso a servicios básicos, principalmente en materia de salud. Esto traerá consigo también el incremento de desigualdad económica y el rezago social, factores estructurales que puede propiciar que una niña, niño o adolescente esté más expuesto, por ejemplo, al reclutamiento del crimen organizado”.
Si a esto sumamos que las instancias dedicadas a la educación básica, media superior y superior en México están preocupadas por que los alumnos y alumnas adquieran conocimientos sin considerar el contexto de cada familia y hogar, estamos hablando de que se genera un ambiente que no siempre favorece la salud mental de esta población, que preocupada por su entorno inmediato, ahora tiene a la escuela dentro de su privacidad, dentro de su propia casa.
¿Qué te hace reflexionar esta nueva dinámica educativa por la pandemia?
“Considerar que no todas las personas tienen las herramientas para una educación así, por lo que deben implementar más estrategias (…) yo en lo personal no me siento tan mal por el hecho de no poder salir de casa, es más, me siento segura al estar adentro. Lo que me hace sentir estresada es la escuela en línea, creo que las autoridades educativas deberían no solo prestar atención en que terminemos el año sino también en nuestra salud mental”.
¿Qué sigue?
“Actualmente he establecido alianza con Mujeres de Viento, quienes se han sumado a la campaña por el derecho a la salud mental de mujeres jóvenes y con las que estoy planeando nuevas escuelas de liderazgo donde pueden participar desde los 12 años con un permiso firmado. Estoy segura que cuando sumamos fuerzas podemos hacer cambios sin importar la edad. Yo he encontrado personas que han creído en mí y también he visto cómo gente que no le interesaba hacer nada por cambiar al mundo ahora está sumándose a las iniciativas que pasaron de ser acciones personales a un movimiento juvenil”.
¿Qué le dirías a tus pares?
“El mensaje que les daría a la población joven sería: ¡participa e infórmate! No te dejes influenciar por los comentarios de las personas, tú sí vales, tú sí tienes opinión, tú eres perfecta o perfecto y alza la voz, ¡no dejes que nadie te haga menos!".