La efervescencia norteña en el Día de Muertos

Fechas como el 2 de noviembre o el 24 de diciembre se deben en parte al legado cultural que trajeron los españoles, la cercanía con Estados Unidos y nuestras tradiciones que se unen para darle un colorido especial a estas festividades.

La UNESCO ha declarado el Día de Muertos en México como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Jorge López.
Héctor Benavides
Monterrey /

Con motivo del estreno de la película Coco de Disney Pixar en 2017 abordamos el tema de las tradiciones mexicanas, aquellas en las que celebramos a nuestros seres queridos que se adelantaron en el camino: el Día de Muertos.

Para ello pedimos al doctor César Morado, investigador de la UANL, uno de los historiadores más representativos de Nuevo León y que nos acompañó en más de una ocasión al programa, su opinión sobre los cambios que están sufriendo estas tradiciones en nuestra entidad.

¿Celebrar a los muertos no es una herencia prehispánica?

En la mayoría de los países del mundo existen diversas formas de recordar a los muertos. Para los antropólogos, uno de los rasgos constitutivos de la cultura tiene que ver con la forma en que honramos a los muertos. En México pensamos que somos el único país que les rinde homenaje y que esto deriva del México prehispánico. Ambas cosas son falsas.

En Europa, desde la Edad Media se celebra el 1 de noviembre como Día de Todos los Santos en el que antiguamente la gente iba a los panteones a visitar la tumba de los santos, santas y mártires cristianos. El día siguiente es para “los no tan santos”, el 2 de noviembre es el Día de los Fieles Difuntos. Para la Iglesia católica se trata de una conmemoración, un recuerdo a todos los que han muerto en este mundo (fieles difuntos), pero aún no pueden gozar de la presencia de Dios, porque están purificando, en el Purgatorio. Este día, los creyentes ofrecen sus oraciones (llamadas sufragios), sacrificios y la misa para que los fieles difuntos lleguen al cielo. La celebración de la Navidad es también muy antigua y se realiza desde el siglo I para recordar el nacimiento de Jesús en Belén.

Con la llegada de los europeos a América en el siglo XVI se fundió esa idea cristina de culto a los muertos con la religión prehispánica. Para los antiguos mexicanos vida y muerte no eran opuestos, sino aspectos complementarios. Pensaban que al morir las personas hacían un viaje al Tlalocan, una especie de paraíso o al Mixtlán que se asemeja al Purgatorio.

El pan de muerto, las comidas, las canciones, las flores, son producto de una síntesis de las creencias del mundo prehispánico con las de la tradición católica.

Se habla de la transculturización, ¿aplica en estos casos?

Antes de creía que la cultura era algo fijo. Ahora sabemos que ninguna cultura es pura. El mejor ejemplo de la transculturación en el Día de Muertos como lo celebramos ahora. La conmemoración del Día de Muertos tiene matices particulares al grado de que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, la Unesco ha declarado esta fiesta como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

Para el catolicismo europeo, lo único que se podía hacer por los muertos era rezar e interceder, pero nunca llevarles comida. Sin embargo, el peso de la tradición era mucha y el sincretismo terminó en lo que hoy conocemos: ofrendas los crucifijos junto a los famosos cráneos, hoy hechos de chocolate o de alfeñique.

¿Qué hacer ante la transculturización de las tradiciones?

Nada. Aceptarla como un hecho natural. Las culturas son híbridas. El traje de charro no es mexicano, sino español; el chile no es mexicano, sino de la India, etcétera. No hay que olvidar que las culturas son híbridas, los primeros ataúdes con de Egipto, y tanto en Gracia como en Roma hubo culto a los muertos. El ejemplo más reciente es la tradición del Desfile del Día de Muertos que nunca existió y se puso de moda con la película Spectre de James Bond en 2015. Una película inventa la tradición y ahora se vuelve tradición real.

¿Qué pasa en el norte de México?

Las fronteras de los países son más permeables a los cambios culturales, a las nuevas influencias, pero nadie se encuentra a salvo de “contagiarse de la cultura”. En Monterrey y la región no existían muchas tradiciones festivas. A los muertos se les enterraba sin caja, solo envueltos en el hábito franciscano, adentro de las iglesias. Luego, lo más que hacían nuestros ancestros es llevar flores al panteón y comer cañas de azúcar al regreso. En los años ochenta del siglo XX promovido por la SEP empezó una tradición de hacer altares de muertos. La cercanía con los Estados Unidos hizo que en Monterrey desde hace décadas se adoptara la tradición del día de Halloween que consiste en disfrazarse para generar terror y salir a pedir dulces. En el fondo ya sabemos que estaba el culto de origen celta para agradecer la cosecha.


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