Accidente con Cobalto 60, así ocurrió la mayor catástrofe radioactiva en México

A mediados de los años 80, Ciudad Juárez fue el origen de la mayor tragedia radiactiva en el país, pues la dispersión de cobalto 60 afectó a más de 4 mil personas.

Descontaminación de las zonas afectadas. (Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguardias)
Ciudad de México /

Aunque al hablar de desastres nucleares de inmediato se piensa en lo acontecido el 26 de abril de 1986 en la ciudad de Chernóbil, específicamente en la central nuclear Vladímir Ilich Lenin, de la en ese entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), dos años antes de ese suceso, en 1984, en México ocurrió una catástrofe que afectó a miles de personas: la dispersión de 450 curios de cobalto 60.

Este isótopo radiactivo, que tiene un periodo de semidesintegración de 5,27 años, emite una energía que detiene a las células cancerígenas y hace que no se produzcan, por lo que es usado en varios hospitales para tratar el cáncer. Aunque en personas saludables es contraproducente. Y justo a través de un nosocomio fue que se desencadenó el accidente que puso en jaque a las autoridades sanitarias del país a mediados de los 80.

El 25 de noviembre de 1977, una unidad de terapia con una fuente de cobalto 60 fue vendida por la compañía tejana X Ray Equipment al Centro Médico de Especialidades de Ciudad Juárez, Chihuahua. Aunque este negocio se hizo de forma ilegal, pues la importación de equipos de esta naturaleza requería la autorización del Instituto Nacional de Energía Nuclear (INEN), institución que nunca recibió aviso de la compra por parte del hospital.

Aunque, debido a la falta de personal capacitado para operar el dispositivo, éste fue almacenado en una bodega de la empresa. Hasta que, los primeros días de diciembre de 1983, un técnico de mantenimiento del Centro Médico, Vicente Sotelo Alardín, desmanteló la unidad con el objetivo de venderla como chatarra.

Sotelo vendió las piezas desmanteladas, entre ellas el cilindro que resguardaba el cobalto 60 – que el técnico perforó de forma intencionada, provocando la dispersión del isótopo radiactivo en su vehículo de transporte –, al depósito Yonke Fénix.

“Ha podido establecerse que para el 14 de diciembre de 1983 ya había sido utilizada la chatarra contaminada con el Cobalto-60 por las fábricas de producto de acero, en las fundiciones. Durante el mes de enero se exportó a Estados Unidos tanto varilla para construcción como bases metálicas para mesas, fabricadas ambas a partir de material contaminado”, señala un informe realizado por la Secretaría de Energía.

El descubrimiento de la catástrofe ocurrió casi un mes después, el 16 de enero de 1984, cuando un camión que transportaba varillas contaminadas pasó cerca de un laboratorio en Nuevo México con detectores de radiación. Entonces, tras la alarma, las autoridades estadunidenses rastrearon el camión, que tenía como procedencia la planta de la empresa Achisa en Chihuahua.

Tras ser informada de este hecho, la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguardias (CNSNS) investigó a fondo a todos los implicados, resultando que, además de Achisa y Yonke Fénix, la maquiladora Falcón de Juárez, la camioneta de Sotelo Alardín y los talleres de mantenimiento del Centro Médico de Especialidades también arrojaban resultados positivos en radioactividad. Posteriormente se realizó una descontaminación de todos estos lugares.

“Se estima que, como resultado del accidente, aproximadamente 4 mil personas han estado expuestas a la radiación; de éstas, casi 80 por ciento recibieron dosis inferiores a los 500 m-rem (unidad de medida para indicar la peligrosidad de una radiación); 18 por ciento recibió dosis entre 0.5 y 25 rems, y que el 2 por ciento restante, alrededor de 80 personas, recibieron dosis superiores a los 25 rems. De este último grupo se considera que 5 personas recibieron dosis que varían desde 300 a 700 rems en un periodo de 2 meses”, añade el documento de la Secretaría.

El material contaminado, recolectado por la CNSNS, fue enterrado en tres sitios distintos: en una zona conocida como la Piedrera, cerca del ejido El Vergel, en Chihuahua; cerca del poblado de Santa María Maquixco, Estado de México; y en otro lugar cerca de la ciudad de Mexicali, Baja California.

Respecto a las personas con casas construidas a partir de varilla contaminada, el texto de la institución gubernamental señala que quedaron expuestas a una probabilidad mayor de desarrollar “neoplasias malignas y defectos genéticos en células reproductoras, sin embargo, la frecuencia esperada de estos defectos es prácticamente despreciable (menor al 1.0 por ciento) e indetectable en estudios epidemiológicos. Las personas que transportaron, construyeron o manipularon la varilla contaminada tienen un riesgo todavía menor”.

​yhc

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