Para el año de 1943, la ciudad de León fue sorprendida al amanecer de un día de marzo con una capa de un polvo blanco, dejó cubiertas las azoteas, patios, autos, plazas, árboles y demás; dicho polvo, de aspecto granuloso, habría sido traído por fuentes vientos que azotaron a la ciudad y que con el paso de los días, en lugar de desvanecerse, comenzó a acumularse y colarse al interior de casas y hogares.
Luego de que se diera a conocer de que al mezclarse ese polvo con el agua, se formaba una pasta muy parecida al cemento, muy difícil también de retirar, el entonces presidente municipal, Don Guillermo Vera, instruyó a la población el realizar limpieza en sus azoteas a diario; tras lo cual también más medidas comenzaron a ser notorias, puesto que la población mantenía entradas y salidas cerradas, comenzaron a usar cubre bocas, y algunos más pararon labores.
Pero, ¿qué era aquella arena?
A 340 km de la ciudad de León, en el estado de Michoacán nacía el volcán ‘Paracutín’, uno de los más jóvenes del mundo y que tras su surgimiento sepultó a los poblados de Paricutín y San Juan Parangaricutiro, el primero de estos quedando borrado totalmente del mapa.
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Fueron por 9 años, 11 días y 10 horas que dicho volcán duró activo, tiempo en el que la lava recorriera cerca de 10 km y en donde por fortuna no hubo pérdidas humanas, puesto que hubo suficiente tiempo para desalojar a toda la población.