"¿Aquí es donde se ganan 45 mil 600 millones de wones?", pregunta Stefano, un médico italiano de 42 años, uno de los participantes en Milán (norte de Italia) del desafío basado en la ultraviolenta serie surcoreana El juego del calamar, que se ha convertido en uno de los contenidos más vistos de Netflix, en la que afortunadamente morir es sólo un juego.
Junto con cincuenta candidatos más, el médico se inscribió y pagó 25 euros (alrededor de 600 pesos) para competir en un "juego de evasión" organizado en un hangar cerca de Milán, que se inspira en uno de los capítulos de la exitosa ficción.
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Lanzada en septiembre en Netflix, Squid Game (El juego del calamar, en español) narra la historia de 456 personas que deciden convertirse en jugadores de misteriosos y enfermizos juegos infantiles de supervivencia mortal para tener la oportunidad de ganar una cantidad máxima de 45 mil 600 millones de wones, unos 37 millones de dólares.
Para ganar el premio gordo, arriesgan sus vidas y ya que por cada persona que muere se añaden 100 millones de wones al premio, el conflicto entre los jugadores se incrementa.
A ello hay que sumar el placer sádico de los "VIP", ricos anónimos que apuestan, como en los antiguos juegos del circo romano, para ver morir a hombres y mujeres en enfrentamientos crueles.
Así es 'El Juego del calamar' en Italia
La firma Enigma Room, una empresa milanesa especializada en "juegos de evasión", rápidamente entendió que el negocio era bueno. Al igual que la serie, el éxito ha estado acompañado también por una ola de críticas.
"Se suponía que iba a ser un evento para Halloween, pero tuvo tanto éxito que continuamos. Recibimos inclusive correos electrónicos de padres escandalizados", contó Anna Kovalova, una de las socias de la firma.
Una vez equipados, ingresan al hangar de mil 500 m2 donde competirán. Los inquietantes tambores de Way Back Then, una de las bandas sonoras de la serie, dan el toque de suspenso. "¡En fila!", ordena un soldado con un mono rojo cuando aparece el líder, el maestro del juego, quien dispara un tiro al aire. El silencio se impone.
"Están aquí para satisfacer a los VIP, éste juego ha sido organizado para ellos", dice al indicar a dos personajes enmascarados sentados en una esquina.
Tras las presentaciones, comienza el primer juego. Es "luz roja, luz verde". Anna Kovalova interpreta a la aterradora muñeca robot del primer episodio. Con rifles en el hombro, los soldados disparan a los que pierden, es decir a los que se mueven. Evidentemente, las armas son ficticias, las balas son canicas. "Apuntamos adonde no duele", asegura un soldado.
En total seis juegos, incluido el terrible tira y afloja sobre un precipicio, han sido organizados durante dos horas. Al duelo final llega el número 15, Federico Alemanni. "Vivimos el ambiente, sentimos la adrenalina de Squid Game", se regocija.
El premio resulta justo: no se trata de una alcancía gigante con millones, sino de una entrada gratuita para participar en otros episodios. En realidad no se dispara munición real ni se mata. Los participantes usan una máscara para proteger la cara y se ponen una camiseta con un número para ser identificados.
"Me tocó el 13, ¡qué mala suerte!", se queja la vendedora Viola Nicosi, de 23 años, casi desesperada.
"¡La serie me fascinó y estaba buscando un juego para ambientarme!", explica por su parte su amiga, Laura Tatolo, una mesera de 27 años.
amt