En el marco de la celebración del Día Nacional del Libro, es casi inevitable que se ponga sobre la mesa la relación que tienen los libros con los habitantes mexicanos. ¿Se lee? ¿Qué tanto y por qué?
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Blanca Nahayeli Gómez Aguilera, maestra y profesora investigadora de la Facultad de Ciencias Políticas de la UAdeC, platicó acerca de la situación lectora en México, ¿en realidad no nos gusta leer?
Para la maestra, la situación es más compleja, no basta con pensar en blanco y negro. En ella, están involucrados diversos factores y, según Aguilera, para explicarlo no basta con hacer alusión a la respuesta que comúnmente se piensa al plantear el problema: la motivación o el interés. Sino que la percepción que se tiene sobre la lectura, la sombra del modelo norteamericano y la confianza absoluta en la oralidad también influyen.
“Muchas personas no registran la lectura como una fuente de conocimiento o la registran también desde una perspectiva de ocio o por placer, y por otra parte, nosotros sabemos que nuestros niveles de atención depende mucho de lo que consumamos y actualmente el mundo de lo escrito compite mucho con todo lo audiovisual o visual”.
Desde la escuela
Lo que sucede con la literatura es que no había algo sólido respecto a ella, una base firme que pudiera competir con la explosión de los formatos audiovisuales que están presentes a todas horas y todos los días de la semana.
“No se ha generado esta cultura de la lectura como una especie de bien o valor agregado a nuestras actividades y ahora sumando todo esto relacionado con otro tipo de fuente, digamos que no había algo solido y esto vino a solidificar menos esta parte”.
Pero, ¿de quién o qué depende crear una cultura de la lectura? Nuevamente, consiste en varios factores. Gómez Aguilera menciona que tiene que ver el poco seguimiento que se la da a la lectura después de la escuela básica, “que es donde nos enseñan a leer, a continuar con la lectura, y se comienza a tomar como algo aburrido o que no va a llevar a ninguna circunstancia”.
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La investigadora comenta que se podría hablar de una imposición de un modelo norteamericano que busca que se acceda a más información pero sin consultar o intentar averiguar la fuente, lo que, indudablemente, genera una especie de consumo.
Para explicarlo, cita a Ana María Borzone, una autora que ha diseñado diferentes programas educativos en el mundo. Para Borzone, en palabras de Aguilera, el meollo del asunto radica justamente en eso, no es que las personas no quieran leer, sino que la escuela, que es la institución formal que distribuye cultura, tiene algunos inconvenientes y uno de ellos es el modelo norteamericano de consumo rápido de la información, sobre todo en los niveles básicos.
“Propician eso, que nunca haya un avance significativo en la lectura”. ¿En que se traduce? Que los estudiantes no estén acostumbrados a acceder a la fuente y entender lo que les transmiten los maestros, quedándose en una oralidad que no en todo momento es la mejor aliada.
“Para mí, muchas veces las personas, y hablando los grados superiores, se quedan en esta oralidad pero no buscan comprobarlo en una fuente. Eso ha traído muchos otros problemas como la posverdad o notas falsas”.
La lectura es, entonces, un espacio de recreación donde se puede obtener información, conocimiento (no específicamente científico) y no solamente sirve para el ocio o la distracción. La maestra afirma que la mejor forma de informarse más rápidamente y de manera amplia sobre algo es a través de la escritura y de la lectura.
¿Fotocopias o no?
-¿Podría ser la situación económica del país un factor decisivo en la situación lectora en México?
"Sin duda eso afecta, pero no me englobaría en ese factor como el más incidente porque he vivido en Buenos Aires y ellos tienen una situación económica menor a México y son muy buenos lectores. […] Desde una perspectiva educativa y mi formación educativa, el factor económico no es la única incidencia y tampoco lo es el tema de la globalización como tal".
Sin embargo, Aguilera está consciente que al no existir un público con sed insaciable de libros, provoca que el producto jamás pueda resultar barato y, que para muchas personas, los libros sean un bien material caro.
Lo que recae en otra pregunta, ¿qué sucede con el tema de la accesibilidad de la información en nuestro país? El compartir PDF´s, fotocopias, el poder comprar un libro. La investigadora recuerda que durante un posgrado, le hacían una pregunta insistente: ¿para qué?
“Una pregunta que nos hacían bastante y que engloba mucho el sentido de la lectura y de otras cuestiones formativas es la parte del para qué, para qué leer, para qué compartir un libro, eso nos puede llevar a muchas cosas”.
“¿Para qué leer un libro? Ahí hay un objetivo, y si lo planteamos no estamos nada más consumiendo por consumir y eso sí resultaría significativo, ¿para qué compartir un libro de forma pirata o no? Si yo lo comparto para obtener ganancias a partir de ese libro, eso ya está mal, pero si yo lo comparto en un sentido para acercar esa información al otro que sé que no va a tener acceso, entonces ahí estaría esa parte de democratizar la información”.
Prestar un libro para que un alumno vaya y le saque copias que entregará a sus compañeros, es una situación cotidiana en la mayoría de las escuelas en nuestro país, sin importar el grado. La investigadora comenta que es una práctica que se realiza porque precisamente no hay acceso a ese material en el país o se sabe que la única manera de transmitir dicha información es por copias.
“El acceso a la información en México es muy complicado porque hay mucha brecha de conocimiento y mucha brecha digital”, comenta.
Aprender para crecer
Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) presentados en febrero de 2020, siete de cada 10 personas mayores de 18 años en el país que sabe leer y escribir un recado, lee libros, revistas, periódicos, historietas, páginas de Internet o blogs. En 2015, eran ocho personas.
Además, de cada 100 personas 40 dicen haber leído por lo menos un libro en los últimos doce meses; en 2015, eran 50. Asimismo, el 38.7% de la población declaró que lo hacía por entretenimiento, a comparación de un 25.5% que dijo hacerlo por cultura general.
Justo como lo expone Gómez Aguilera, el lector mexicano no percibe en la lectura una vía para adquirir y ampliar conocimiento, sino que utiliza el estandarte del ocio, y a éste, muchas veces le precede la falta de motivación.
“Hay una frase bellísima que me gusta mucho de un psicopedagogo que se llama Lev Vigotsky: 'el aprendizaje precede al desarrollo'. De lo que nos habla es que nosotros primero tenemos que centrarnos en aprender, en esta búsqueda del para qué, para qué hacer las cosas y de qué forma podemos mejorarlas, eso va a indudablemente a sembrar un desarrollo y obviamente será positivo”.
Por tal motivo, recalca que es de suma importancia que se centre un objetivo ligado a la lectura. ¿Qué consumimos? ¿Por qué y para qué? Las respuestas a tales preguntas nos podrían ayudar a crear un hábito de lectura. Invita a nunca dar por sentada nada en el tema de la escritura y la lectura, para que tanto padres de familia, quienes estén involucrados en áreas educativas y en cuestiones escritas, puedan motivar a las nuevas generaciones a acercarse a los libros y todo lo que esconden.
“Más que amor es generar un habito del consumo de lectura pero sobre todo que se den cuenta que en ese consumo se pueden satisfacer distintas necesidades”.
Al generar un hábito, se podrá comenzar a identificar el tipo de consumo de cada persona, para ir esclareciendo los objetivos que la llevan a leer y el hábito se haga presente. La lectura es un viaje entre memorias, historia, pensamientos y, también, una manera de aprender sobre lo que nos rodea y ampliar nuestro conocimiento.
“No hay nada comparado con leer, es un acto distinto a cualquier otro y merece ser explorado, si nosotros queremos mejorar nuestras aptitudes respecto a cuestiones del cerebro, eso nos va a ayudar a evitar enfermedades a futuro”, finaliza Nahayeli Gómez.