Las clases presenciales se suspendieron alrededor del mundo a consecuencia de la pandemia por COVID-19. Para continuar con las actividades formativas, en nuestro país se implementó un programa de educación a distancia llamado Aprende en casa, el cual va en su tercera fase de operación. El ciclo escolar 2019-2020 terminó bajo esa modalidad y parece que el presente ciclo correrá con la misma suerte.
No obstante, ya ha pasado un año desde el inicio de la crisis, la situación ha cambiado y muchas voces piden que se reabran las escuelas por el bien de los alumnos, quienes, a su juicio, no han adquirido los conocimientos ni desarrollado las habilidades necesarias, por lo que se están atrasando demasiado. Para muchos, es necesario reabrir las escuelas.
La Secretaría de Educación Pública (SEP) ya ha anunciado que la reapertura de escuelas, públicas y privadas, se dará cuando las condiciones de salud pública así lo permitan. Esto ha enfadado y preocupado a muchos, pero se ha convertido en un alivio para miles de alumnos que prefieren no volver a las aulas. Y no es que no quieran estudiar o aprender, sino que desean evitarse el sufrimiento de la humillación, los golpes y los insultos constantes.
Las víctimas del acoso y la violencia escolar no quieren que se reabran las escuelas; no desean volver al infierno.
De acuerdo con la SEP, el acoso escolar se refiere a “toda conducta intencional, direccionada, frecuente y en desigualdad de poder (ya sea física, de edad, social, económica, entre otras) que se ejerce entre alumnos/as y en el entorno escolar, con objeto de someter, explotar y causar daño”.
El acoso y la violencia escolar, también conocidos como bullying, se manifiestan de diferentes formas. Son los repetidos insultos que un grupo de alumnos profieren en contra de uno de sus compañeros; son los apodos con los que lo marcan y lo humillan; son los empujones, los zapes, los golpes directos con que agreden a la víctima todos los días; son los chismes que inventan y difunde sobre él o ella para hacerlos sentir mal; son los acuerdos que hacen con otros alumnos para presionar a quienes también forman parte del grupo de estudiantes con la intención de que nadie le hable a quien es objeto de abuso; son los chistes que se hacen en torno a su apariencia física o su comportamiento en general; etcétera.
En el acoso escolar se ven involucrados tres sujetos, principalmente: el acosador, la víctima y el sujeto indiferente.
El primero es quien agrede, sea verbal, física o psicológicamente. El segundo es quien padece la vejación constante. Y es necesario recalcar este punto: el bullying no es algo de un día, sino de todos los días; la frecuencia le da forma al problema. El tercero es quien observa todo a cierta distancia y no hace nada, absolutamente nada. No participa para mal, pero tampoco interviene para bien. los indiferentes pueden ser alumnos, docentes, personal escolar y hasta padres de familia.
Dado que el acoso escolar se caracteriza por la repetición, los alumnos que lo sufren cambian su percepción con relación a la escuela y pierden el gusto por asistir a clases. En algunos casos, ese desánimo nacido del miedo se arraiga tanto que terminan por no querer ir a ninguna otra escuela, pues no saben si encontrarán lo mismo o no. El acoso y la violencia escolar también son causa de la disminución en el rendimiento académico y hasta de una forma de abandono escolar.
En el peor de los casos, la violencia escolar deriva en la muerte de los estudiantes.
Gracias al cierre de escuelas, estos alumnos han tenido un gran respiro, el cual se ha extendido por un año. Lamentablemente, esta situación no puede ser eterna y en algún momento deberán volver a clases. Siendo así, queda en el aire la pregunta sobre qué se ha hecho durante estos meses de confinamiento para abordar el problema y evitar su resurgimiento en cuanto se dé la reapertura de escuelas.
Existen diversos recursos que pueden consultarse al respecto; no obstante, queda pendiente un abordaje realmente concreto del problema, sobre todo ahora que las circunstancias se muestran favorables para tratar el asunto sin necesidad de confrontar a víctimas y victimarios en un entorno que pudiera agravar la situación. Recordemos que las escuelas son los escenarios en donde se desata el infierno y ahora están cerradas.
Maestros y padres de familia pudieran aprovechar este tiempo para valorar lo que sucedía en las aulas, entender los orígenes del problema y proponer estrategias de comunicación e intervención efectiva, en un intento por cortar la cadena de repeticiones de actos de violencia.
La violencia escolar puede trasladarse fácilmente del entorno presencial al virtual.
La atención de la violencia y acoso escolares es fundamental porque son fenómenos que se adaptan a las condiciones en que se vive y se estudia. La violencia escolar puede trasladarse fácilmente del entorno presencial al virtual. El cyberbullying no es más que el bullying que se movió del espacio físico al digital, a internet. La violencia y acoso escolares siguen presentes, ahora en internet.
Dadas las circunstancias, sería aconsejable tomar cartas en el asunto desde nuestro particular ámbito de acción. La SEP ya cuenta con un programa para promover la convivencia pacífica en las escuelas, pero quedaría pendiente saber si nosotros contamos aunque sea con la intención de promover una convivencia pacífica en nuestros hogares. Recordemos que la casa es la primera escuela y lo que ahí se aprende también es para toda la vida.
Quiero pensar que docentes, padres, alumnos y sociedad en general aún estamos a tiempo de convertirnos en una forma de bomberos que pueden contribuir en la extinción de las llamas de ese infierno llamado bullying. Quiero pensar que aún estamos a tiempo de apagar el fuego que consume a miles de nuestros niños y jóvenes y que, al extenderse a otros espacios sociales, amenaza con devorar mucho de lo bueno que todavía tenemos en nuestra sociedad.
Padres, docentes y sociedad en general podemos convertirnos en bomberos para extinguir las llamas de ese infierno llamado bullying.
Jonathan Jesús García Palma
Licenciado en pedagogía por la UNAM. Asesor pedagógico, docente y escritor.