EL ÁNGEL EXTERMINADOR
Hugo García Michel
“Para llegar al mar antes que hubiera carretera / tuvimos que avanzar primero abriendo brecha”, dices en “Brecha”, la primera canción de Lo eterno. ¿Sigues abriendo brecha o La Barranca ya está en plena autopista?
No, yo creo que un grupo como nosotros va paralelo a las autopistas. Vamos en paralelo a todo lo demás y no estamos en las grandes autopistas.
“Si no existe Dios, si no existe el cielo / si no hay purgatorio ni tampoco infierno”, cantas en el tema “Donde la confusión se suspende”. ¿Eres un hombre espiritual?
Yo pienso que todos los músicos de alguna manera creemos en lo inmaterial. Creo en ese tipo de cosas que no tienen explicaciones tan racionales, porque la música es así también y no sé si eso sea una cuestión mística en mí. Me preocupan de pronto las preguntas viejas de la humanidad, de los grandes filósofos. No sé si eso implique un misticismo, pero aunque nací en un hogar católico, no practico alguna religión.
¿Quiénes son esos cuervos “que se llevan en sus picos nuestros días, que se llevan en sus garras los recuerdos” a los que te refieres en “Cuervos”, el primer sencillo del disco?
Los quise utilizar como una imagen de cosas terribles que le pueden suceder a alguien. La canción está construida con exhortos: “ojalá que nunca pase esto, que nunca vuelen estos cuervos, que nunca soplen los demonios...”. Es un desear que nunca sucedan malas cosas.
En “Ceiba” hablas de que muchos han perdido el rumbo. ¿Eso lo has visto en la gente en general, en los músicos, en el rock nacional?
Un poco en todo eso. Esa canción en particular es la que más trabajo me costaría explicar, porque su letra es más hermética incluso para mí. Me sucede con esa canción y con otras que de pronto como que puedo convertirme en un personaje que no soy yo. No es José Manuel Aguilera el que está diciendo esa letra, sino otro personaje que ya ha aparecido en otras canciones de La Barranca. Un alter ego que no tiene nombre o identidad, pero es un tipo al que yo veo desde afuera y que habla de temas que tienen que ver con cosas del pasado remoto. Es una especie de filósofo prehispánico. Quizá producto de mis lecturas de Miguel León Portilla sobre el mundo náhuatl o de los poemas del rey Nezahualcóyotl. Ese tipo de poesía me gusta porque siento que de una manera muy inconsciente, pero asimilada, define un poco nuestra mexicanidad actual. Aunque entre los millennials ya nadie lee y probablemente no ha leído a esos autores, estoy seguro de que esas maneras de ver el mundo han permeado hasta nuestros días de una u otra manera.
¿A quién le hablas en tus canciones? Por ejemplo, cuando dices “considera que estás viva”, ¿te diriges a una mujer, a una musa, a la humanidad?
¡A una mujer! A esa misma a la que no quiero que los cuervos vuelen sobre ella.
En “Manos” dices que confías más en tus manos que en la razón. ¿A qué te refieres?
Yo creo que mis canciones se dividen en tres tipos: las amorosas (que son el 99.9 por ciento), las que hablan sobre lo que sucede en el mundo en que me muevo y hay un tercer tipo de canciones que no entran en ninguna de las otras dos categorías, piezas más oníricas. “Manos” es una canción de amor, pero es abierta. La letra resuelve el tema del amor de una manera muy física. O sea: “No entiendo si me gustas o si estoy enamorado de ti, pero me gusta tocarte. Confío en mis manos y digo que quiero más”. Es algo más sensual que romántico. Esa canción, aunque fue pensada para una persona específica, a la que quiero darle el mensaje, al hacerla pensé también en mis manos de guitarrista y en no saber si está bien seguir haciendo música. Pero al final, las manos son las que mandan.
“Este mundo que se quiebra no se arregla con palabras ni con decretos”, dices en “El escarabajo”. ¿Cómo ves al mundo, cómo ves al país?
Estamos en un mundo muy fragmentado, en comparación con el que nos tocó vivir a ti y a mí, especialmente por el asunto de las redes y por cómo las cosas han llegado a lo sumamente individual. Hay pocos escenarios que permiten la colectividad. La gente ya no quiere ver a otra gente si no es por medio de Facebook. No digo que esté mal o que esté bien, sólo que es diferente, aunque creo que en ese orbe virtual la manipulación es más factible. Vivimos en un mundo donde es muy fácil que a la gente le tomen el pelo.
“Todas las historias se repiten”, mencionas en otro de los cortes del disco. ¿Crees que este álbum se repite con respecto a tu obra discográfica anterior?
Todas las historias se repiten y aun así tienen que escribirse. Las cosas de las que me gusta hablar y las razones por las que hago música siguen siendo las mismas, no sólo desde que empezó La Barranca, sino desde que empecé a hacer música. Eso no ha cambiado y, en ese sentido, este disco obedece a los mismos principios. Quizás a estas canciones se les pueda encontrar equivalentes con otras que he hecho; sin embargo, creo que las maneras son nuevas. Hay otro tipo de construcciones formales, otros procesos de composición, otras búsquedas respecto a cómo decir las cosas, otras intenciones de claridad en ciertos momentos y de oscuridad en otros.
Nada es eterno, nada permanece”, reza el tema final de Lo eterno. ¿Qué viene para La Barranca y para ti en la carretera de la vida?
No lo sé. Es una pregunta difícil. Alguien me preguntó hace unos meses si me imaginaba seguir tocando después de veinte años y mi respuesta fue que por supuesto que no. En México, para un grupo como nosotros, es hasta dañino hacer planes a largo plazo. La incertidumbre es absoluta. Ahora mismo no sabemos qué va a pasar a partir del 1 de julio. Entonces, cuando sientas que estas en un punto en que no sabes para dónde caminar, lo que tienes que hacer es seguir haciendo lo que te gusta. Por eso yo seguiré haciendo canciones, seguiré haciendo música.