En la autopista interestatal 10 rumbo al estadio de fútbol americano de los Cardenales de Arizona, los automovilistas avanzan a alta velocidad cuando en la vía rápida sorprende un anuncio luminoso que abarca tres carriles e imponente anuncia el camino hacia el sitio de vacunación y advierte que para asistir es necesaria una cita.
Tras avanzar unos metros aparece en el paisaje el State Farm, estadio que desde el lunes 11 de enero se convirtió en un centro de esperanza, donde algunos adultos mayores de entre 65 y 75 años conducen sus vehículos solos para recibir la vacuna; mientras que a otros los llevan sus hijos con el anhelo de que la inmunización proteja a sus padres de la enfermedad y aleje el dolor, angustia y muerte que ha ocasionado el virus.
El estacionamiento del estadio de los Cardenales en la ciudad de Phoenix se llenó de tiendas perfectamente ordenadas y señalizadas con números por donde los vehículos circulan agilmente.
Al ver la coreografía involuntaria de los coches circulando en un zig zag señalizado por banderas de colores, uno se siente en el primer mundo y es inevitable pensar que si México tuviera el mismo acceso a la vacuna e infraestructura, nuestros padres ya estarían en la fila para ser vacunados. Mi madre es maestra jubilada y cumpliría los requisitos de edad para hipotéticamente ir al estadio Azteca a vacunarse.
En el estadio se atiende los siete días de la semana, las 24 horas del día como parte de la llamada Operación Vacunación que comienza a avanzar de manera progresiva en Estados Unidos, donde ya se inmunizó al personal médico y ahora luchan por protegen a los ancianos y a los trabajadores esenciales como policías y maestros.
Tan solo en este centro de vacunación covid-19 este fin de semana se administraron 100 mil dosis sin aglomeraciones ni desórdenes. La vacunación en este lugar es como presenciar el fast food de la medicina anti SARS-CoV-2.
Este lunes primero de febrero, el Estadio Municipal de béisbol, casa de los Sun Devils de la Universidad de Arizona, se convirtió en el segundo centro estatal de vacunación. El estacionamiento se equipó con ocho carriles de vacunación simultánea para atender a las personas desde sus vehículos. En el lugar se colocaron mantas con frases como: Juntos podemos vencer esto; Un paso adelante para detener el covid y Operación vacunación.
El oficial del departamento de seguridad, Kameron Lee, es uno de los afortunados en el mundo que ya recibió la primera dosis y está formado en una de las carpas para recibir la segunda inyección. Una voluntaria se acerca a la patrulla, verifica la cita y comienza un cuestionario con preguntas médicas antes de la aplicación de la vacuna.
—¿Te estás sintiendo enfermo hoy?— le dice mientras anota cada una de las respuestas en el formulario que llena en su ipad.
—¿Has tenido alguna vez alguna reacción alérgica severa a algo?— prosigue.
Al terminar las preguntas, anota con plumón el número de cita en el parabrisas de la camioneta y le da la indicación de avanzar a la siguiente fase.
El proceso consiste en tres etapas. La primera es la revisión por la que acaba de pasar el sargento Lee; la segunda, es la vacunación que se hace sin descender del vehículo y la tercera, comprende un periodo de observación.
La doctora Cara Christ del departamento de salud de Arizona es la encargada de suministrar las primeras dosis frente a los representantes de los medios de comunicación. A cada uno de los vacunados les sonríe, les pregunta cómo están y reitera la pregunta sobre la existencia de posibles alergias.
Es el turno de Lee. La doctora Christ toma de una bandeja cubierta con una toalla la inyección previamente preparada, se la coloca en el brazo izquierdo y le pone un curita.
—Te estaremos observando por 15 minutos— le dice amable.
“Tuve la primera vacuna sin ningún problema, solo sentí un poco de dolor. Estoy emocionado de tener esta segunda vacuna para que podamos avanzar hacia la normalidad”, dice Lee a MILENIO mientras transcurre el tiempo de espera para ver su reacción a la inmunización.
El proceso es tan sistematizado que desde la llegada hasta la inyección, el reloj solo avanza alrededor de 15 minutos. Al día en este estadio se aplicarán 500 dosis debido a la escasa producción de vacunas a nivel mundial, pero tienen la infraestructura lista para hacer un proceso realmente masivo.
A sus 75 años la maestra Alexandra Navrotsky aún da clases en la escuela de ciencias moleculares. “No estoy jubilada y aún tengo mucha energía”, se apresura a decir.
A ella le gusta contar su experiencia como una de las primeras maestras inmunizadas al covid-19 y salir en los canales de televisión estadunidense y ahora en la tele mexicana, por lo que fue la única vacunada que bajó de su automóvil para charlar con la prensa.
Ella se presenta como una mujer de ciencia que después de la segunda dosis de la vacuna se siente liberada. Para ella las clases por zoom no eran un problema por el reto tecnológico, pero ahora se siente más tranquila de volver a tener interacción con sus alumnos.
“No dejaré la máscara, el distanciamiento social, el gel, pero al pertenecer a un grupo de riesgo el haber podido contar con la vacuna es un privilegio”.
—¿Qué opina de los procesos de vacunación en México? —le pregunté.
—Claramente todo mundo está luchando para tener la vacuna primero, pero la verdad es que todos deben tenerla y lo más pronto mejor.
En Estados Unidos por cada 100 personas se han vacunado 8.31, mientras que en México .52 por cada 100 mexicanos, según datos de Bloomberg y la Secretaría de Salud al 28 de enero. En un ambicioso plan, el presidente Biden quiere vacunar a 100 millones de personas en sus primeros 100 días de gobierno, incluidos los inmigrantes indocumentados.
Una vez que aumenten las vacunas disponibles, el plan es que la vacuna se aplique en consultorios médicos, farmacias, hospitales y centros de salud. Así se evitará que las personas que no cuenten con un automóvil queden marginadas de los procesos de vacunación. Por ahora, no es fácil ver a un mexicano en las filas de estos estadios para vacunarse. Las camionetas que acceden a los estacionamientos pertenecen a hombres y mujeres blancos, a pesar de la diversidad étnica que conforma a los Estados Unidos.
He de confesar que sentí envidia al ver la organización para la aplicación de la vacuna que se tiene a unos cuantos kilómetros de nuestra frontera.
ledz