De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la salud mental es una de las áreas más desatendidas en el sector público, pues se estima que cerca de mil millones de personas viven con un trastorno mental, 3 millones mueren cada año por el consumo nocivo de alcohol y una persona se suicida cada 40 segundos.
De igual forma, considera que millones de seres humanos se han visto afectados por la pandemia de covid-19, ya que tiene repercusiones adicionales en la salud mental.
Muestra de ello es que en Puebla, el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores al Servicio de los Poderes del Estado de Puebla (Issstep) dio a conocer que su Servicio de Cuidados Paliativos atiende un promedio de 8 a 10 pacientes a la semana.
Elizabeth Graciela Eng García, psicóloga y terapeuta especialista en el modelo sistémico dirigido a la atención de las familias y parejas, señaló que a partir de la declaratoria de la contingencia sanitaria la atención psicológica privada se incrementó hasta 60 por ciento.
“Actualmente estoy viendo a 6 o 7 (pacientes) por día y derivándolos a otros colegas porque he tenido que aumentar la atención a los sábados. Ha llegado el momento en que no he podido cubrir lo que la gente demanda”, señaló la especialista con 35 años de experiencia en la profesión.
Por su parte, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en Puebla anunció que derivado de la pandemia incrementó al personal adscrito al área de psicología, y como consecuencia la atención de sus derechohabientes.
Grupos vulnerables y padecimientos
Desde el 2013, el 10 de octubre de cada año se celebra el Día Mundial de la Salud Mental, una fecha establecida por la OMS que busca crear conciencia acerca de este tema, así como impulsar distintos esfuerzos que la promuevan.
Dicha conmemoración parte de lo establecido en el artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que dice que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”, ya que esto debe incluir a las personas “que viven con una enfermedad mental”.
El IMSS señala que la salud mental “es el estado de equilibrio que debe existir entre las personas y el entorno socio-cultural que los rodea, incluye el bienestar emocional, psíquico y social e influye en cómo piensa, siente, actúa y reacciona una persona ante momentos de estrés”.
Añade que “la salud mental es la base para el bienestar y funcionamiento efectivo de una persona y su comunidad”.
En ese sentido, Eng García refirió que, derivado de la pandemia, las parejas que viven en familia y los adolescentes son los grupos que presentan mayor vulnerabilidad en su salud mental, sobre todo las mujeres.
Indicó que las principales demandas de atención son por depresión, ansiedad, estrés, irritabilidad, desconfianza y temor, así como de tanatología, debido a las pérdidas sufridas.
Luis Antonio López Castañeda, psicólogo adscrito al Servicio de Cuidados Paliativos del Issstep, señaló que la atención principal es por estrés, solo que este pasó de “estrés por pandemia a estrés laboral y ocupacional”.
Explicó que al principio de la contingencia sanitaria, el estrés generó el miedo a contagiarse, “porque las noticias eran muertes asociadas al covid-19 (...) y hay jóvenes que dicen que el estrés ahora es por la escuela. Hay maestras que están refiriendo que pasan más tiempo trabajando que en su vida; entonces, el estrés está cambiando”.
Comentó que el miedo de morir por un contagio disminuyó ampliamente, pero aumentó la tensión por las cargas laborales:
“Ahora es el estrés de que tienen que estar calificando los trabajos. Si son empleados, el entregar el trabajo a tiempo; y si son alumnos tienen que estar conectados a una televisión. Creemos que también aumentaron las consultas a oftálmico, porque tanto niños y adultos están pegados todo el tiempo a una computadora o un aparato electrónico”.
Graciela Eng consideró que a partir de la declaratoria de la contingencia se incrementó la atención psicológica privada, debido a que las instancias de gobierno o universitaria que brindaban este cuidado realizaron ajustes.
Remarcó que también aumentaron las llamadas de auxilio por los conflictos de pareja, así como el maltrato a niños por la irritabilidad de los padres. Estableció que el grupo de edad más vulnerable que llegan a consulta son adolescentes, a partir de los 11 años hasta los 17.
“Hablamos de adolescentes en inicial, media y final son los que están presentando irritabilidad y conflictos en la familia, con padres y hermanos”.
Señaló que por la pandemia se reporta una demanda de mujeres que han sido violentadas verbalmente, “inclusive por los mismos hijos”.
La también catedrática en diversas instituciones de educación superior, como la Anáhuac, Upaep, UVM y la Pedagógica Nacional, expresó que los pacientes niños acuden por la presencia de temor.
Resaltó la importancia de que la población cuide su salud mental a pesar de que el semáforo epidemiológico marca un descenso en los contagios.
“Algo que estamos visualizando en estos momentos son indicadores altos de ansiedad y depresión desde etapas tempranas, debido al ambiente no solo familiar, sino social. La comunidad inmediata, tanto niños, adolescentes, jóvenes y adultos, mandan mensajes continuos de riesgo”.
Crear estrategias de contención emocional
La especialista recordó que ha tratado a familias que perdieron a uno o dos de sus integrantes, “lo que quiere decir que estamos acompañando duelos inesperados, que se incrementan además por la pérdida de la posibilidad de la elaboración de un ritual de acompañamiento de estos familiares”.
Por ello, alertó porque la depresión, ansiedad y estrés se presentan por igual en los grupos vulnerables, a quienes llamó a proteger y atenderlos para su recuperación.
Aseveró que el vislumbrar un futuro incierto, porque se desconoce cuándo concluirá la pandemia, combinado con la incertidumbre laboral y de la aparición de la cura o tratamiento, genera ansiedad.
Apuntó que ésta no permite movilizarnos y tener estrategias para elaborar la cotidianidad. Señaló que ante la reducción de las posibilidades para tener recursos de convivencia y económicos, derivado de la pérdida de empleos, la falta de factores de adaptación provoca que la ansiedad, depresión, irritabilidad y, por lo tanto, los conflictos familiares incrementen.
Por ello, lamentó que la relación entre un estado de bienestar que conlleve a la salud emocional no se refleja igual que el semáforo epidemiológico, debido a que genera una expectativa de posibilidades.
“El factor al que llamamos terapeuta de fe o esperanza no está siendo suficiente, porque no se ve reflejado en la economía o en los sistemas de apoyo de salud y de educación. El semáforo puede cambiar, pero la familia sigue teniendo que recurrir a estrategias para acompañar a los niños y sus factores de ansiedad como padres no están siendo resueltos. No se resuelve la situación económica, por lo tanto, el manejo de las clases en línea los pone irritables y sin estrategias”.
Por ello, urgió en la necesidad de plantear estrategias para esta nueva realidad, “que no se cambia, solo cambian los semáforos y pese a ello no se ve algo real, tangible u objetivo en la economía, en la salud, (donde) no se están atendiendo a los otros enfermos”.
Por último, insistió en la necesidad de buscar y plantear estrategias de bienestar al interior de la familia.
“No se ha podido decir ‘la economía está inestable’ y, por lo tanto, tenemos que aprender a ganar el dinero, ahorrar, buscar una forma de invertir y repartir el dinero. Asimismo, plantearse las pérdidas en las familias cómo las podemos afrontar, así como los tipos de duelo y las estrategias que se pueden dar”.
mpl