A seis meses de que se diera el primer brote de coronavirus en Salamanca, Guanajuato, el cual fue detectado en un grupo de 58 viajeros jubilados de petróleos mexicanos, testigos narran como vivieron el acoso cibernético, físico y mediático de una población que los culpaba de traer el virus al estado.
"Tuvimos que hablarle a la Alcaldesa para que ella detuviera la situación porque se estaba saliendo de control hacía nosotros”
Recuerda Ernesto Mariño quien junto con su esposa María Dolores formaban parte del grupo de jubilados de Pemex que como fruto de décadas de trabajo, realizaban dos viajes anuales para vacacionar, la madrugada del 16 de marzo que partieron desde Salamanca rumbo a su destino vacacional en el sureste del país, el coronavirus era apenas un rumor.
"Este viaje estaba programado desde hace más de un año porque los programa nuestro coordinador con mucho tiempo de anticipación, el viaje estaba programado de 17 días pero solo estuvimos 8, se recortó a la mitad”, explica María Dolores, quien por más de 30 años fue enfermera en el Hospital Pemex.
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El viaje que estaba prospectado para realizarse durante dos semanas del 15 al 30 de marzo de 2020 y visitar cinco estados de la república, se vio recortado al encontrar diversos puntos turísticos totalmente cerrados y se optó por regresar.
Hasta el momento desconocen el lugar exacto donde pudo darse la transmisión, aunque en varios puntos turísticos y hoteles era notoria la presencia de extranjeros, que habían arribado al país antes de que los aeropuertos internacionales fueran cerrados.
"De hecho en los recorridos y en los hoteles que estuvimos había extranjeros, nosotros tratamos de mantenernos al margen y de no familiarizar con extranjeros”, dijo.
Ninguno de ellos manifestó síntomas durante el viaje
Fue días después de su regreso que el primer enfermo del viaje llegó a pedir atención al Hospital de Pemex para fallecer un par de días posteriores le siguieron tres más. En ese momento todos los participantes de la excursión fueron localizados por personal epidemiológico que les pidió mantenerse en aislamiento voluntario hasta realizarles la prueba de Covid-19 a la que 18 dieron positivo.
"Desconocíamos síntomas, desconocíamos el tratamiento, pero al momento en que se nos hace el examen nos indican que no salgamos de nuestros hogares hasta que no nos llegue el resultado cinco días después. Fue una psicosis porque es una enfermedad que no conocíamos”, explica María Dolores.
Como si no fuera suficiente hacer frente a una enfermedad poco conocida, la muerte de amigos y un aislamiento total, fotografías del viaje fueron filtradas a los medios de comunicación por lo que una “cacería de brujas” dio inicio a través de redes sociales donde miles de personas contactaban a los jubilados para insultarlos, amenazarlos y en algunos casos llegando a atentar contra su patrimonio y colocar mantas ahuyentándolos.
A seis meses del brote, 14 de los primeros 18 contagios se han recuperado y están en casa, Ernesto y María Dolores han dado negativo y los demás tratan de seguir con sus vidas lo más normal posible, sin embargo la amarga experiencia los ha dejado marcados y hacen un llamado a la empatía “Es una enfermedad que a cualquiera le puede tocar”.