Segundas dosis anticovid... del dolor del brazo al del corazón

Tienes tu esquema completo de inmunización. Don Goyo morirá de un paro respiratorio y tú recibirás otra segunda dosis, ahora de la muerte. La primera la recibiste hace más de 14 años, cuando murió tu mamá.

Los adultos mayores recibieron la dosis de AstraZeneca | Especial
Editorial Milenio
Ciudad de México /

Bien dicen que la vida es muy pinche torcida: mientras la enfermera te inyecta la segunda dosis de la vacuna con la que puedes sobrevivir al Covid, otra enfermera, a 8.5 kilómetros de distancia, le dosifica las cantidades de morfina y de fentanilo a tu viejo para que aguante el dolor del cáncer en los huesos, pero sobre todo para que aguante el ardor de las quemaduras que trae en todo el cuerpo, quemaduras que le provocó el suministro de un antibiótico (síndrome de Stevens Johnson, le llaman a esa extraña y destructora enfermedad).

Tu viejo se estaría muriendo a unos metros de donde te encuentras, el estacionamiento del Centro Médico Siglo XXI, pero hace cuatro noches los médicos residentes de Oncología lo desahuciaron y lo regresaron al hospital de traumatología, conocido como Magdalena de las Salinas, a donde hace dos semanas lo llevaron, tú y tus hermanos, por una infección en la cadera, causada tanto por la metástasis como por el rechazo al material (una placa y dos tornillos) que, en Magdalena, le colocaron en el fémur, allá por diciembre pasado, cuando empezó lo que, ahora sí, parece terminar en el Centro Médico La Raza, a donde han trasladado a tu viejo.

De allá vienes, de darle de desayunar a tu viejo porque él no puede moverse por las quemaduras. Los fármacos que le suministran por la sonda lo mantienen sedado pero, en algún momento en que pisó tierra, le contaste que te tocaba la segunda dosis de la vacuna. “¿Y a mí cuándo me toca?”, te preguntó y tú le dijiste que, apenas se mejorara de la piel, lo llevarías. Por eso lloras: porque el pronóstico médico no es nada compasivo para tu viejo y tú le has mentido.

La enfermera te pregunta si te encuentras bien. Sí, sólo estoy conmovido por la vacuna, le mientes y ella te dice que mucha gente ha llorado apenas la vacunan. Luego te ordena seguir al resto de los vacunados. Un minuto después, estás sentado frente a un par de médicos que, en los próximos veinte minutos, vigilarán que a ninguno le dé el patatús.

Uno de tus hermanos, el que trabaja en la salud pública, te contó apenas que en la alcaldía Gustavo A. Madero, en la aplicación de la segunda dosis, no se presentaron varios adultos mayores y, por lo mismo, tuvieron que vacunar a quien fuera. Pero hoy hasta los rezagados de otras alcaldías andan por acá. No crees que sobren vacunas.

Todo eso pasa mientras Love me do suena de fondo. Tu viejo, bien que lo recuerdas, fue con la primera persona que escuchaste a The Beatles. Fue en ese tocadiscos gris que tu viejo compró en abonos. Querrás marcharte del Siglo XXI para cuando el par de animadoras azuzen a los vacunados para bailar a Depeche Mode y ejercitarse. Te largas: te espera una pedaleada hasta la farmacia dermatológica donde necesitas surtir las cremas y polvos que en La Raza le recetaron a tu viejo para las quemaduras.

Dos días después, el jueves 17 de junio, pasadas las 5 de la tarde, don Goyo morirá de un paro respiratorio y tú recibirás otra segunda dosis, ahora de la muerte. La primera la recibiste hace más de 14 años, cuando murió tu mamá. En aquel entonces te sentiste desamparado y muy temeroso. Así te sentirás con la muerte de tu viejo. Con la Pfizer te dolerá el brazo. Con la muerte te dolerá hasta lo que no te dolía.

Buen viaje, papá. Hoy estás vibrando entre las estrellas.



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