Desde hace 12 años, Juan Carrillo y su compañía Los Colochos emprendieron una aventura teatral con la adaptación de obras de William Shakespeare a contextos mexicanos, a partir de una primera experiencia con La tragedia de Macbeth, que en su versión y de Antonio Zúñiga se llama: Mendoza.
“Apostamos por un teatro vivo”, sostiene el director de escena que ahora por primera vez presenta el resultado de esa experimentación e intervención junto con dos estrenos, dentro de 4 de Shakespeare con todo…, en una residencia en el teatro El Galeón, entre el 19 de septiembre y el 30 de octubre.
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Los Colochos, una compañía de repertorio, reunió en una sola temporada dos reposiciones: Mendoza y Nacahue: Ramón y Hortensia, ésta basada en Romeo y Julieta; y como novedades Silencio, a partir de La tragedia de Otelo, el moro de Venecia y Reina, la mexicanización de La tragedia del rey Lear.
Castillo, actor de al menos 40 obras y director de otras 25, tiene la dirección escénica de estas 4 piezas, además de que es coautor en los diferentes textos de adaptación con los dramaturgos Antonio Zúñiga, Mónica Portillo, Martín Becerra y Marco Vida, y forma parte del elenco también de Reina.
Comenta que se inspiró en la película Trono de Sangre, de Akira Kurosawa, también basada en Macbeth, para la adaptación al contexto mexicano en Mendoza, que ha sido valorada en el extranjero. “No nos ven como bichos raros, sino como una cultura que tiene puntos de contacto con la suya”, dice.
En medio de la superstición que pesa sobre el drama de Shakespeare al que la gente de teatro se refiere como “la obra escocesa” y con un nuevo temblor en México de contexto, Mendoza se estrenó el lunes 19 de septiembre en el escenario del Conjunto Cultural del Bosque, con Juan Villoro como padrino.
Justo el autor de El testigo y El Apocalipsis (todo incluido) destacó las supersticiones que rondan la pieza y a Carrillo, quien encontró un nombre castellano de siete letras (como el del personaje de Shakespeare) para evadir la maldición que pesa en él; el lenguaje de Juan Rulfo en ella y cómo el joven director pudo representar México en escena con unas cuantas sillas y una mesa con logos de cerveza.
“Tenemos el lenguaje de Juan Rulfo, hay varias alusiones directas a este grandísimo escritor, pero me atrevo a decir que, desde la narrativa, ninguno nos hemos podido acercar a su poesía verbal y a la manera en que supo capar el dolor de nuestro pueblo. Y en esta obra está de cuerpo entero la obra de Rulfo”, dijo Villoro tras el reestreno de Mendoza, que se presenta lunes y martes hasta el 18 de octubre.
En entrevista a propósito de Mendoza, ambientada en la Revolución Mexicana y con las espectaculares actuaciones de Marco Vidal en el protagónico (Macbeth) y Mónica del Carmen como Rosario (Lady Macbeth), Carrillo recordó que se estrenó en 2010, y desde entonces se ha montado en Perú, Costa Rica, Colombia, España, Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Portugal y varios estados del país.
“A partir de Mendoza, vinieron las otras adaptaciones. La compañía cumplió 12 años. Y la punta de lanza fue ese primer montaje, que vimos que nos despertaba una serie de inquietudes artísticas, personales. Macbeth fue una inquietud personal que compartí con compañeros que se hicieron cómplices del proyecto. A partir de ese primer texto, que tocaba temas sobre el poder, veíamos que había mucha relación con nuestro contexto actual y con México, pero con él se resolvían unas cosas, pero no otras. Y quisimos ir probando con otras obras ante esas inquietudes no resueltas.
“Se despertaron líneas de investigación, que fueron la reinterpretación de los textos, la adaptación, la escritura, el apropiarnos de esos discursos al convertirlos con referentes nacionales mucho más cercanos al contexto del público al que nos vamos a dirigir, que es el mexicano. Veíamos que estas obras emblemáticas de Shakespeare, por su universalidad, permitían hacer este trabajo. Y también nos interesaba intentarlo como experimento, a ver adónde nos llevaba, y es por eso que ahora estamos celebrando juntar las cuatro investigaciones, a ver adónde nos lleva con el público”, explica Carrillo.
—Yo no veía ya a Macbeth en su puesta en escena; veía a México.
Sí, coincido contigo. En un punto del proceso les pedía a los actores que ya no estuvieran leyendo la obra de Shakespeare, porque de ella sacamos la estructura, pero la idea justo es que no se note que es un clásico, que al espectador le ofreciéramos un clásico sin que se diera cuenta, el reto era que pareciera una historia mexicana. Eso intentamos hacer con las cuatro obras. El reto es que el público diga que esta historia que escribió Shakespeare en Inglaterra en 1600 bien pudo haber pasado en México con otros contextos y referentes, con personajes puestos de otra manera y en otro lugar. Como compañía nos importa hablar de las cosas que nos rodean a nosotros. Coincido contigo. Que tú me digas eso es que estamos cumpliendo el objetivo que nos planteamos con todas las obras.
—¿Cómo fue el trabajo con el lenguaje, no solo en el aspecto rulfiano que señaló Villoro?
Eso tenía que ver con la necesidad de la reinterpretación. Ese trabajo se hizo con el maestro Antonio Zúñiga, y fue una parte fundamental e importante porque, a partir de una estructura que más o menos ya estaba dibujada, le dio un carácter muy independiente a los personajes para que tuvieran esta relación genuina y que se nos olvidara que era una versión mexicana de un personaje clásico. Claro, está toda esta influencia rulfiana y toda la experiencia del maestro Zúñiga; se logró esta coautoría cuyo valor poético vino a resaltar y a poner con mucha contundencia el maestro Zúñiga.
—El personaje de Rosario, que interpreta magistralmente Mónica del Carmen ¿no le dio miedo?
A mí me da miedo la actriz porque es un monstruo en escena, es una gran fortuna trabajar con ella, es buenísima. Y nos da miedo que el teatro, de pronto, sea un reflejo de la realidad. Y más miedo nos da que un Shakespeare escribe una obra en el siglo XVI que hoy en día sigue teniendo sentido, eso es lo que más miedo da, de cómo está el mundo, que no ha cambiado después de tanto tiempo, y que ese tipo de temática sigue teniendo vigencia.
—Se ha hablado mucho de la misoginia en Shakespeare; con Lady Macbeth eso es brutal ¿Cómo enfrentó esto con el personaje de Rosario?
Nosotros, al poner Mendoza en un contexto revolucionario, no nos salvamos de que son personajes muy politizados, sobre todo en un México de 1900 en el que hay una serie de usos y costumbres que pusimos en escena como reflejo de ese contexto. Nuestro teatro no tiene ninguna bandera o ideología ni mucho menos; tampoco queremos criticar ni ofrecer una solución, esto sucedía y lo ponemos en este contexto en escena con fines de que la trama avance para decir una historia concreta, no le vamos a corregir la plana a la historia, no le vamos a ayudar, no vamos a decir que los revolucionarios eran gente educada, pero tampoco el acento está ahí, el acento está en otro tipo de situaciones que son las que nos interesan, aunque de pronto se tocan tangencialmente estás aristas que mencionas.
—Sin ser teatro inmersivo, en Mendoza incluyen en una escena al público en una escena brutal, y el público ríe. ¿A qué atribuye esta risa en medio de la tragedia que el público está viendo?
Es bien complejo. Por cultura y educación, para bien y para mal, no podría decir que es un defecto, tampoco que es una virtud total, pero (los mexicanos) nos reímos de todo: de la muerte, de la tragedia; tiembla y dos segundos después ya hay memes. Nuestra reacción ante los eventos es reírnos; en un punto, eso nos ayuda a trascender pero en otro normalizamos cosas. Nosotros le apostamos a eso, pudimos haber hecho un teatro más hermético, más solemne, más que la gente entienda que ahí no te puedes reír, como cuando entras a una iglesia donde todo está hecho para que tengas una actitud de principio a fin. Nosotros no, jugamos un poco con fuego para que el espectador exprese lo que le venga en gana, porque creemos que la tragedia así sucede, de pronto hay risa en medio de llanto y de pronto un chiste en medio de la tragedia. Queríamos rescatar eso y darle la oportunidad al público de participar, y que nos ponga en riesgo porque no sabemos cómo van a reaccionar; ahí la puesta en escena y los actores intentan controlar para llevar a buen puerto cada función y esto nos genera un estado de alerta; digamos que le apostamos a un teatro vivo en eses sentido en el que a lo mejor no puedes tener el control absoluto, pero cuando sale bien la satisfacción es mucha.
—Dice que no hay ideología en su teatro, pero el activismo está muy presente en Mendoza, el conteo de los 43, que alude a los jóvenes de Ayotzinapa desaparecidos, es muy fuerte.
Uno no se salva. Nosotros no hacemos un teatro político, de pronto la política se inmiscuye porque estamos hablando de un tema específico. Por ejemplo, en Nacahuel: Ramón y Hortensia, la versión de Romeo y Julieta, está basada en un contexto cora-huichol, y los actores hablan en cora, pero no estamos haciendo teatro antropológico ni de rescate de lenguas. En realidad, usamos eso de pretexto para ponernos un reto artístico discursivo. Si bien no es nuestra bandera ni postura, al tocar algunas cosas, transitamos de manera tangencial por ahí. No hacemos una obra que critique al gobierno de México, sino que a partir de una ficción se critica al poder de manera mucho más amplia.
Fechas
Mendoza se presenta lunes y martes del 19 de septiembre al 18 de octubre. Actúan también Erandeni Durán, Leonardo Zamudio, Martín Becerra, Germán Villarreal, Ulises Martínez, Alfredo Monsivais, Roam León y Yadira Pérez.<br><br>Silencio se presenta del 22 de septiembre al 2 de octubre, en funciones de jueves a domingos. Actúan Erandeni Durán, Leonardo Zamudio, Martín Becerra, Alfredo Monsivais, Roam León y Yadira Pérez.<br><br>Nacahue: Ramón y Hortensia tendrá funciones del 6 al 16 de octubre, de jueves a domingo. Actúan Mario Eduardo D’León, Sonia Couoh, Marco Vidal, Erandeni Durán, Ulises Martínez y Yadira Pérez.<br><br>Reina se estrena del 20 al 30 de octubre, en funciones de jueves a domingos. Actúan Paloma Woolrich, Marco Vidal, Roam León y Juan Carrillo.
PCL