Transformar y compartir, dos verbos que la arquitecta Annik Keoseyan (1990) ha sabido conjugar ingeniosamente en sus proyectos urbanísticos. Especializada en sustentabilidad y en espacio público, la investigadora mexicana de origen armenio obtuvo el primer lugar de la Región Europea del prestigioso premio “Next Generation”, otorgado por la fundación LafargeHolcim.
El reconocimiento en este concurso de diseño sostenible, el más importante a nivel mundial, cobra especial importancia en el contexto actual ya que responde a una cuestión que preocupa no solo a urbanistas, sino a la sociedad en general: "¿cómo vamos a vivir juntos?"
El proyecto, diseñado para una zona marginal en Bruselas, Bélgica, plantea nuevos modos de vida comunitaria a partir de la creación de espacios compartidos, los cuales permiten a los vecinos mejorar la calidad de vida y beneficiarse de “vivir juntos”.
A través de la transformación de espacios ya existentes en las ciudades, aprovechando estructuras desvalorizadas o en situación vulnerable, la urbanista propone un cambio de paradigma en el cual se privilegie el colectivismo sobre el individualismo.
Keoseyan, quien desde hace aproximadamente tres años se ha dedicado a estudiar el tema de la vivienda, explica que se enfocó en infraestructuras de vivienda social en Bruselas que estaban en “deterioro absoluto y sin condiciones dignas de habitabilidad”. La estrategia consistió en reducir la superficie del área doméstica privada a favor de la creación de una serie de espacios compartidos entre los vecinos. Su proyecto fue premiado “por revolucionar la idea convencional de vivienda social y proponer una solución de hábitat fundada en el concepto de compartir”.
¿Cómo lograr una vida sustentable bajo la premisa de “compartir”?
A través de ideas que buscan la transformación. A partir de conceptos que nos permitan provocar otro tipo de interacción dentro del mismo hábitat. Esta propuesta, fundamentada en el concepto de compartir, da la posibilidad de realizar una crítica política, social y económica a ese individualismo imperante que lleva a consumir más recursos.
Si se tienen ciertas áreas donde se compartan espacios de cocina, de lectura, de cuidado de niños, la energía que consumen esos espacios se comparte dependiendo de la tipología de los apartamentos. Así, se disminuye el consumo energético y también la cantidad de basura. Al reducir el espacio privado y crear espacios compartidos con los vecinos, se establecen dinámicas de refuerzo social para grupos vulnerables, lo que da como resultado una comunidad más arraigada, socialmente empoderada.
¿Qué tan viable sería una propuesta así en las ciudades de México?
Es una pregunta que yo también me he hecho. En Bruselas, la propuesta iba encaminada a las fuerzas sociales existentes en las grandes ciudades europeas que viven una crisis por el excesivo individualismo. En México es otro tipo de sociedad y de entorno.
Aquí se dan otras dinámicas en donde compartir es mucho más ameno, pero esas prácticas de compartir no se dan dentro de una vivienda social. Y es ahí donde el proyecto se vuelve factible, se trata de producir un intercambio social que lleve a una mayor interacción, más comunicación y más entendimiento entre los habitantes.
La propuesta sería un proyecto socialmente sustentable en donde la gente se sienta cómoda de conocer a sus vecinos, de entablar diálogos con quienes le rodean y no se conforme con vivir en un microespacio de 40 metros cuadrados.
En México, empezaría por realizar un análisis de infraestructura abandonada o de vivienda social en deterioro. A partir de ahí, deben conocerse las dinámicas sociales para mejorar las condiciones de habitabilidad de la gente que vive en espacios que por lo general son muy pequeños. A final de cuentas, lo que hacemos como arquitectos es dignificar la vivienda y la experiencia humana.
¿Cuál es la importancia actual de la sustentabilidad?
Su aplicabilidad ahora es importantísima. Creo en reciclar, en la economía circular, en repensar espacios abandonados, ya tocados por el hombre, en donde podamos generar una conciencia sustentable a partir de la reconversión, de la transformación de lo ya existente.
En cuanto a la materialidad, recuerdo que tuve esa plática con un gran profesor de la carrera, el arquitecto Humberto Ricarde, coincidimos en que la sustentabilidad es una filosofía que tiene diferentes vertientes.
Mucha gente habla de reciclar botellas de plástico y hacer un material a partir de ese reciclaje, pero yo soy de la idea de otro tipo de sustentabilidad, de una que pueda ser capaz de regresar al suelo, a la tierra, una que usa materiales locales y que aprende las prácticas tradicionales de la arquitectura popular.
La sustentabilidad tiene que ver con transformar, repensar la ciudad no solo desde la superficie, sino desde su contenido, desde lo que sucede al interior con nuestras prácticas domésticas. Hay que ver la sustentabilidad como un potencial transformativo de lo ya existente utilizando materiales locales. Para mí, esa sería la propuesta para repensar las ciudades en un ámbito sustentable.
Hablas de esferas políticas, económicas y sociales, ¿Cómo se logra abarcar esos ámbitos en un proyecto urbano?
Creo que ahí es donde está el problema: "¿Cómo integrar la parte social, la política y la económica en una ciudad que está en crisis en esas tres vertientes?" A partir de estrategias públicas que impacten a largo plazo, a partir de la interacción y del diálogo.
Hay que entender que ya hay un potencial de transformación infinito en la ciudad, por lo que es necesario un proyecto bien formulado, con estrategias graduales, primero a una escala que se pueda manejar para que después se traduzcan en un proyecto replicable, con mayor consecuencia.
Llevo años trabajando en Ciudad de México, justo en temas de espacio público y es un tema muy complejo. La clave es tener una metodología clara para articular los órganos de consulta y las instituciones que toman las decisiones.
Es necesario un estudio multidisciplinario para articular las instituciones que trabajan en el espacio: la Secretaría de Obras y Servicios, la de Desarrollo Urbano y Vivienda, las secretarías que tienen que ver con la política del espacio público y la movilidad en Ciudad de México.
Se necesita un estudio hecho más en campo que desde el abstracto de un plano, hay que estar en contacto con la sociedad. Los arquitectos debemos acercarnos a otras disciplinas: historia, sociología, biología y de ahí crear propuestas adecuadas a las formas en las que opera la ciudad.
¿Cuál debe ser la estrategia de movilidad en las ciudades del futuro?
Creo mucho en el concepto de “ciudades archipiélagos”, que consiste en pequeños núcleos en donde está la vivienda, el trabajo, los centros de salud. En esas pequeñas islas te mueves y te desarrollas, entonces ya no necesitas desplazarte de un lugar a otro.
Es una estrategia que no se limita al transporte público, sino que busca cómo crear esos núcleos en los que la gente pueda desarrollarse dentro de un espacio de ciertos kilómetros que vaya de acuerdo a las necesidades de cada persona.
Es algo muy interesante ahora cuando la ciudad sufre esta sobrecontaminación de vehículos y existen muchos prejuicios hacia el transporte público. Es maravilloso que haya transporte público, pero es necesario un mejoramiento del mismo y promover su uso.
¿Es posible adaptar este modelo de “ciudades archipiélagos” en México?
Sería una estrategia a largo plazo. Yo soy una total optimista de que las cosas puedan suceder, siempre y cuando las fuerzas en la toma de decisiones vayan encaminadas hacia ese lugar. Debemos empezar con lo que está sucediendo a nivel de ciudad y de movilidad y entender cómo podríamos repensar la ciudad en esos términos.
Me parece que podría ser posible implementar este modelo si hay un empuje, una fuerza, por parte del gobierno, de los arquitectos de la misma Secretaría de Obras y Servicios que vayan pensando cómo hacer esos centros en los que se reúnan muchos más servicios para la comunidad.
¿Cuál ha sido la enseñanza que ha dejado la pandemia en el tema urbano?
A partir de las crisis hay muchas oportunidades de repensar y reflexionar una ciudad para que sea más plural y sea capaz de integrar a los diferentes sectores de la sociedad. Al principio de la pandemia, vivimos una lentitud en la que nos sentíamos más tranquilos. La ciudad respiró un poco de este movimiento constante. Creo que un gran aprendizaje de la pandemia es que debemos tomarnos las cosas con más calma, hacer una pausa.
Ciudad de México es muy dinámica y tiene mucha energía, es parte de una energía capitalista que te hace producir, producir, producir y la pandemia nos enseñó a dejar las cosas respirar, a dejar a la naturaleza ser. Para mí eso ha sido algo muy importante.
dmr