¿Qué lugares ocupan las mujeres en el espacio público y privado? Desde la visión de la sociedad occidental —dice en entrevista la arquitecta y teórica argentina Zaida Muxí— “se ha determinado que a los hombres les toca el espacio público, el trabajo productivo, lo visible, lo pagado, lo reconocido y a las mujeres nos toca el espacio privado, lo invisible, los trabajos reproductivos y de cuidados, lo no pagado y lo no valorado”.
Dentro de la arquitectura y el urbanismo, el espacio público no se ha diseñado para cubrir las necesidades y el esparcimiento de las mujeres ya que históricamente se les ha impuesto el espacio doméstico y las tareas que se llevan a cabo en un entorno de invisibilización.
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Sin embargo, "no podemos hablar de espacio privado para las mujeres porque para tener un espacio privado tienes que tener derecho al espacio público, cosa que las mujeres hasta muy recientemente han tenido o algunas todavía no tienen, entonces no se puede hablar de espacio privado para las mujeres porque el espacio de la vivienda es un espacio también de trabajo y además de un trabajo interminable y no reconocido”, explica Muxí, quien abordará algunas de estas ideas en el seminario Ciudad feminista, ciudad del cuidado, que se impartirá desde la Academia de Verano Arquine a partir del sábado 10 de julio.
La violencia es una de las mayores problemáticas a las que se enfrentan las mujeres en el espacio público, pero también en aquellos espacios que deberían significar seguridad, como la vivienda, en donde los ataques suceden por parte de familiares o parejas que atentan en contra del bienestar físico y emocional de las mujeres.
“Dentro de la concepción de una sociedad machista y misógina la mujer es considerada un objeto y eso genera violencia porque la mujer es vista como una propiedad de ese hombre o esos hombres de la familia y, efectivamente, la vivienda no es un espacio más seguro para las mujeres porque al ser un espacio privado y ser un espacio de trabajo tampoco es la dueña del espacio ni tiene independencia económica. Entonces, la violencia tiene que ver precisamente con esa infravaloración o negación total del valor de las mujeres. Hay una frase que me gusta mucho y que ilustra bien esto, dice que el feminismo es una postura tan radical, que lo que dice es que las mujeres somos personas y esa concepción de mujeres como personas es lo que no tienen muchos hombres, por eso nos tratan a las mujeres como si fuéramos animales a los cuales tampoco habría que tratar así”.
Valorar los trabajos de cuidados, no sólo de otros y otras, sino también los cuidados de la vida y el planeta en los que las mujeres han desarrollado una labor importante, afirma Muxí, “cambiaría la posición desde la que pensamos el mundo y aparecerían otros espacios y otras actividades” en los que las mujeres tengan oportunidades no sólo de desarrollo laboral y económico justo, sino también de esparcimiento e interacción social.
¿Y qué hacer desde la sociedad que tenemos? —se le cuestiona a Muxí— “abrir los ojos, trabajar con las mujeres en los sitios viendo realmente qué es lo que ellas quieren hacer y cuáles son las dificultades para poderlo hacerlo; hablar con las mujeres y buscar desde políticas públicas y comunitarias cómo repartir las tareas y los tiempos para que todos cuidemos y que todos tengan tiempo para el ocio y el descanso. Pero una cuestión fundamental es que las mujeres tengan voz, sean escuchadas, sean tomadas en cuenta, sean respetadas y se considere, a la hora de hacer proyectos urbanos, sus experiencias como fuente de conocimiento y dato para la ciudad”.
Sobre la importancia de las políticas públicas y el acceso que las mujeres tienen a éstas también hablará dentro del seminario Rosalba González Loyde, urbanista mexicana, quien se ha enfocado en estudiar el papel de las mujeres en los movimientos sociales.
“En México, muchos de los movimientos sociales urbanos han comenzado por grupos de mujeres: en el caso de la vivienda en arrendamiento, si vemos lo que sucedió en Veracruz en la década de los 20, el Movimiento Inquilinario comenzó por las prostitutas y eso provocó que también mujeres madres de familia comenzarán a protestar por lo mismo, por los altos precios de la vivienda en renta. Ese movimiento que comenzó en un estado de la república se hizo un movimiento nacional que luego detonaría en uno de los movimientos más relevantes de América Latina que es el Movimiento Urbano Popular que sigue vigente hasta nuestros días”.
En nuestro país, dice Rosalba González Loyde, el tema de la vivienda como propiedad tiene mucho que ver con la Revolución Mexicana, en donde los ejidos como propiedades y el uso de suelo rural se costituyeron dentro de una estructura patriarcal: “a pesar de que las mujeres pueden participar en muchas decisiones, hasta hace poco no podían heredar suelo agrario, con la reforma de suelo se ha tratado de cambiar eso en los últimos años, pero si eso lo retomamos en fenómenos urbanos, hasta hace poco también era muy difícil que las mujeres accedieran a vivienda en propiedad; ha cambiado y desde la política pública se ha tratado de aminorar o disminuir la problemática, pero sigue vigente porque no es sólo que la ley diga ‘ahora sí las mujeres van a tener derecho de acceder a propiedad’ sino que hay toda una estructura que está detrás”.
Ejemplo de lo anterior, explica la urbanista, es que en América Latina las mujeres son quienes más rentan porque generalmente sus ingresos son mucho menores que los de los hombres o no tienen acceso a trabajos asalariados, además de que el trabajo en las casas no es remunerado y muchas veces implica una doble jornada laboral.
“Lo que también es relevante es que estos problemas tienen impacto más allá del tema de la vivienda. Por ejemplo, cuando hablamos de justicia no estamos hablando sólo de que le permitan a las mujeres tener vivienda, porque eso en términos técnicos y legales existe, sino de hacer este derecho factible y para hacerlo se deben equilibrar condiciones sociales como la carga de trabajo doméstico, es decir, pensar qué implica el trabajo de cuidados —que va más allá de la limpieza del hogar— también tiene que ver con la carga mental de criar a los hijos, de cuidar de las personas de la tercera edad, además de cuestionarse sobre qué implica en términos económicos; hay investigaciones que hablan del impacto económico del trabajo de cuidados como una especie de derrama económica en términos de qué pasaría si las mujeres decidieran no hacerlo”.
Además de Zaida Muxí y Rosalba González Loyde el seminario Ciudad feminista, ciudad del cuidado —que se llevará a cabo del 10 al 30 de julio— también contará con la participación de la arquitecta mexicana Tatiana Bilbao, la investigadora catalana Anna Puigjaner, la arquitecta española Izaskun Chinchilla y las mexicanas Mariana Ordoñez Grajales y Jessica Amezcua Carrer, integrantes del despacho Comunal.
PCL