El arquitecto mexicano Lorenzo Rocha es claro: “Quiero decirle a mis colegas que abran más los ojos al auténtico comportamiento o necesidades de las comunidades. Quiero invitarlos a bajar un poco de su pedestal, por así decirlo, y mezclarse más con la gente para hacer mejor su trabajo”.
El colaborador de MILENIO habla en entrevista de Comunidad en obra (Turner/Noema), un libro que aspira a provocar un debate sobre la relación entre la arquitectura y la sociedad.
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“Quisiera que mi libro lo leyera cualquier persona y también mis colegas, los arquitectos y urbanistas, con la intención de generar un debate, por eso es un libro radical, en el sentido que no deja espacio para un punto medio ni tiene una intención incluyente de presentar todas las maneras que considero que pueden solucionar las necesidades de la comunidad, sino que lo centro en la arquitectura participativa, que me parece la más adecuada hablando de comunidad. Esto en el sentido de que la arquitectura debe involucrar en el proceso de diseño las opiniones de los futuros habitantes”.
En el libro, el entrevistado cita algunos ejemplos exitosos como “el de Uruguay, donde la mayor parte de las viviendas son cooperativas, sus números en el tema son bastante más alentadores que los que tenemos en México y muchos otros países”.
Respuestas
Rocha aclara que él está reaccionando a ciertas ideas de estudiosos anteriores, como el filósofo francés Jean-Luc Nancy o el italiano Giorgio Agamben.
“Yo sostengo que la comunidad está en obra. La comunidad siempre tiene un propósito porque en el espíritu mismo de la existencia de la comunidad está la obra. O sea, no concibo que un grupo de seres humanos se asocien en comunidad si no tuvieran una obra que cumplir, porque si pudieran cumplir con esa obra sin los demás, probablemente lo harían solos, de hecho hay individuos que consiguen todo lo que necesitan para subsistir. Eso es, de alguna manera, la respuesta que yo intento dar a estos pensadores que cito y la doy desde lo que conozco: la arquitectura y el urbanismo, que de alguna manera comprueban que la comunidad tiene una obra porque la razón de la existencia de la ciudad y de la arquitectura es que está respondiendo a la necesidad de los seres humanos de vivir en comunidad”.
—¿Cómo se relaciona la arquitectura con la gente?
Simplemente, la arquitectura y el urbanismo existen para proveer a las personas de los espacios que necesitan. Evidentemente, si lo hacen con mayor calidad, seguridad, mejores elementos, más eficiente, ayudan a que esas necesidades planteadas queden satisfechas de mejor manera.
Aun así, Rocha señala: “Contrario a lo que mis colegas piensan, la calidad del espacio no es condicionante de la salud social de la comunidad, lo que es un debate. Yo soy bastante radical en el tema, mis colegas piensan que la felicidad de las personas depende de la buena arquitectura y yo digo que no, pero eso no quiere decir que no hay que esforzarse para hacer buena arquitectura. Tampoco hay que descartar que en un lugar aparentemente desordenado y feo también puede haber una comunidad que sea feliz”.
La opinión de la gente
El debate que Lorenzo Rocha propone en su libro es despertar la conciencia sobre cuál es el estado de la comunidad.
“Y por otro lado, en términos sencillos, intentar convencer a mis colegas, los arquitectos, que está muy bien lo que hacen con su mejor intención pero no determina el comportamiento de las personas. O sea, que abran más los ojos al auténtico comportamiento o necesidades de las comunidades con las que se relacionan, porque la comunidad en abstracto es muy amplia. En cambio todos sabemos si la familia González es la que me pide la casa, pues a los que tengo que estudiar, conocer bien, es a los miembros de esa familia y tengo que intentar preguntarles en algún punto del desarrollo de mi proyecto qué opinan sobre él. Y si son grupos más grandes, como instituciones universitarias, siempre se puede tener comités de personas que puedan tener discusiones con los técnicos para que conozcan más a la comunidad”.
En el libro, se lee: “Los arquitectos y urbanistas deben tener en cuenta que los espacios que diseñan casi seguramente cambiarán de sentido una vez que sean ocupados por sus habitantes. El proyecto solamente esboza el potencial de uso del espacio, carece de sentido hasta que sus ocupantes se lo dan. Al final las personas serán capaces de adaptar los espacios a sus deseos y necesidades, a veces incluso a pesar de los diseños de los arquitectos y urbanistas”.
“En el capítulo ‘Obra común’ hago una crítica bastante directa a la actitud de muchos arquitectos y arquitectas que son, hasta cierto punto, arrogantes, piensan que si no los comprenden es porque no eres lo suficientemente culto o no aprecias el buen diseño. Lo pongo en otras palabras: considerar a tu cliente o al habitante de ese espacio como inferior intelectualmente no está bien”, sostiene.
—Obras del gobierno, por ejemplo, el Proyecto Chapultepec, ¿es un tema diferente?
Pienso que son el mismo tema, el de la arrogancia. El privado es arrogante en el sentido de que lo que quiere es que sus colegas lo admiren, salir en las revistas y que les den un premio. Al final la familia González es lo de menos, es un pretexto; ellos quieren hacer una casa o un edificio increíble con premios. Por su parte, el Gobierno quiere hacer, por ejemplo, una obra en Chapultepec, espectacular y propagandística hasta cierto punto, con todos los talentos más reconocidos. Les da igual la familia González que hace picnic en el parque los fines de semana. Ellos quieren la foto de no sé qué cosa nueva que quieren instalar ahí. No estoy muy al corriente del desarrollo del Proyecto de Chapultepec porque no me fío que vaya a llegar a ningún lugar. Tenemos un parque, un bosque de ese tamaño y qué bueno, ahora, ¿qué le pueden hacer? Yo creo que habría que empezar por pensar más en las personas que van a Chapultepec, pero tampoco he escuchado reacción de las personas que exijan ser tomadas en cuenta.
La presentación del libro Comunidad en obra será el 11 de mayo en la librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Económica. Participarán el autor y la doctora Cecilia Martínez Leal. Tamaulipas 202 esq. Benjamín Hill Col. Hipódromo Condesa.
Lorenzo Rocha es arquitecto y maestro en teoría crítica. Su interés se centra en el uso experimental del espacio. Incorpora actualmente a su trabajo prácticas interdisciplinarias que le permiten explorar el impacto del diseño y la intervención en los espacios que produce, así como la reactivación de espacios por medio de su uso social.
Desde 2005 es director editorial de la revista 'Espacio arte contemporáneo' y colaborador de MILENIO desde 2006. Es profesor de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, donde también es coordinador editorial. En 2011 publicó el libro Ensayos sobre fotografía y arquitectura y en 2018 'Arquitectura crítica. Proyectos con espíritu inconformista'.
PCL