El arte mexicano está de moda en Estados Unidos. La fascinación por Frida Kahlo es evidente desde hace décadas en este país, donde ahora se redescubre, sobre todo, el valor de los tres grandes del movimiento muralista: Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, protagonistas indiscutibles de la muestra que a partir de mañana y hasta el 17 de mayo se presentará en el Museo Whitney de Arte Americano de la ciudad de Nueva York.
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Desde 1925, Rivera, Siqueiros y Orozco mantuvieron residencias temporales en distintas ciudades de Estados Unidos, influyendo en el quehacer de pintores locales. “El argumento de la exhibición es que, si no hubiese sido por los mexicanos, el arte estadunidense de inicios de siglo hubiera sido otra cosa; el trabajo de los muralistas motivó un cambio en el lenguaje artístico en ese periodo”, dice a MILENIO Marcela Guerrero, curadora adjunta de la exposición Vida americana: Los muralistas mexicanos restauran el arte americano.
“La exhibición realmente reescribe la historia” —comenta Barbara Haskell, curadora principal—, pues existe la creencia de que los franceses fueron quienes más influyeron al arte americano durante la primera mitad del siglo veinte”.
Sin embargo, para la también investigadora, Vida americana muestra que los mexicanos “fueron la más profunda influencia del arte” en Estados Unidos. Para Marcela Guerrero, las cosas son tan claras como contundentes: “de no ser por Orozco y Siqueiros, no habría sido posible el Jackson Pollock que todo el mundo conoce”.
Cándida Fernández, directora de Fomento Cultural Banamex, afirma que la apuesta del Whitney, de no solo montar una exposición sino plantear la hipótesis de esa gran influencia mexicana: “desde un principio nos pareció atinada y oportuna, porque además es fruto de investigaciones y descubrimientos de años recientes”. Fernández, representante de una de las entidades patrocinadoras, recuerda que ya se sabía “de la influencia técnica de Siqueiros en algunos de los pintores estadunidenses, pero creo que aquí se hace más evidente”, sobre todo entre aquellos que buscaban una inspiración distinta al modernismo europeo y la escuela de París.
ESTRELLAS DE LA PLÁSTICA
Durante el tiempo que estará montada la exposición en Nueva York, y en los tres meses que correrán a partir del 25 junio en el McNay Art Museum de San Antonio, Texas, se podrán apreciar más de 200 obras de 60 artistas mexicanos y estadunidenses. Entre los primeros están, por supuesto, los tres muralistas mencionados, así como María Izquierdo, Alfredo Ramos Martínez, Miguel Covarrubias, Mardonio Magaña, Rufino Tamayo, Frida Kahlo y Luis Arenal; de los segundos aparecen Pollock —quien nunca ocultó la influencia de Orozco y Siqueiros—, Julius Bloch, Tomas Hart Benton, Joe Jones, Eitaro Ishigaki, Jacob Lawrence y Ben Shahn, asistente de Rivera en alguna época.
En Estados Unidos, “Los tres grandes” tuvieron un recibimiento como estrellas de la plástica que eran; su obra era reconocida en todos los sectores; ellos, por su parte, se sintieron impactados por los avances tecnológicos del vecino país, en el que expusieron una visión en la que obreros, campesinos y masas oprimidas son protagonistas; la injusticia y emancipación, el discurso; y las coloridas, tristes y en ocasiones grotescas figuras que ilustraban la identidad mexicana, la propuesta estética. Esa influencia se mira igualmente en las Acapulco Girl de Howard Cook o en las Women With Cactus de Everett Gee Jackson.
El discurso de izquierda de los mexicanos fue lo que propició que sus nombres y sus obras salieran de la escena, cuando al fin de la Segunda Guerra Mundial el macartismo mostró el rostro más fanático y violento del anticomunismo en todas las manifestaciones del arte y la cultura en Estados Unidos, que hasta entonces había sido hasta cierto punto tolerante.
La muestra (que hasta el momento no se tiene contemplado presentar en México) dedica una sala entera a la polémica más grande de aquella época: la destrucción, en el Rockefeller Center, en 1933, del mural El hombre en la encrucijada (del que se exhibe una réplica), de Rivera, en el que aparecía Lenin. El escándalo contribuyó a la proyección internacional de Diego, quien posteriormente pintaría uno parecido: Hombre controlando el Universo, en el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México.
Y ADEMÁS
CONTRA LA ESTÉTICA DOMINANTE
“México pasó por una transformación cultural radical al finalizar la Revolución —informa el museo—. Se estableció una nueva relación entre arte y público, lo que dio origen a un arte que hablaba directamente a la gente sobre justicia social. El modelo influyó en los artistas en Estados Unidos que buscaban liberarse de la dominación estética europea para crear un arte accesible y de valor público. Muchos artistas estadunidenses viajaron a México, mientras los muralistas mexicanos más destacados pasaron largas temporadas en Estados Unidos”.