El fotógrafo japonés Ikko Narahara, uno de los precursores del nuevo expresionismo fotográfico que surgió en el Japón de posguerra, murió en Tokio a los 88 años por insuficiencia cardíaca ayer domingo, según informó su familia.
Narahara saltó a la fama tras la buena acogida de su debut en 1956 con la exposición Ningen no tochi (Tierra de humanos), en la que plasmó la vida en parajes hostiles como la isla volcánica Sakurajima y Hashima, en el sudoeste del archipiélago japonés.
Natural de la ciudad de Omuta, en la prefectura de Fukuoka (sudoeste), Narahara nació el 3 de noviembre de 1931, se licenció en Derecho por la Universidad de Chuo, en Tokio, y en 1959 finalizó estudios de Historia del Arte en la Universidad de Waseda.
Un año antes de terminar sus estudios artísticos, 1958, recibió el premio al fotógrafo más prometedor de la Asociación de Fotografía de Japón por su exposición Okoku (El reino, conocida como Domains en inglés), su segunda exposición, que montó mientras estudiaba.
En 1959 Narahara cofundó junto a otras dos prominentes figuras de la fotografía japonesa, Eiko Hosoe y Shomei Tomatsu, la fugaz agencia Vivo, que fue disuelta dos años después, aunque su influencia perdura en la actualidad.
Narahara, que vivió en París y Nueva York entre la década de los años 60 y 70 del siglo XX, atrajo la atención del público internacional tras publicar en 1967 su primer libro, Where Time has Stopped (Donde el tiempo se ha detenido), con instantáneas de Europa, que fue premiado por el Ministerio de Educación de Japón en 1968.
Sus trabajos han sido expuestos, entre otros, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, y ciudades como Graz, Londres, Seúl, Tokio, París, Houston o Colonia.
Entre 1999 y 2005, Narahara impartió clases como profesor en la Universidad Kyushu Sangyo de Fukuoka.
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