Friedeberg nació en Italia en 1936. Durante su infancia aprendió a tocar el violín y varios idiomas; detestaba quedarse en casa. Emigró a México en 1939 al estallar la Segunda Guerra Mundial, y se matriculó en la Universidad Iberoamericana en 1957 para estudiar arquitectura. Inicialmente, eligió esta carrera por su interés personal y por presión familiar, y abandonó después del tercer año. Sus profesores abogaban por un estilo arquitectónico simétrico, influido por Ludwig Mies van der Rohe. En cambio, Friedeberg se inclinaba hacia las creaciones de Antoni Gaudí.
Su trabajo es identificable por sus diseños inusuales y pinturas llenas de colores, líneas y códices. Forma parte del grupo de artistas que rechazaron el status quo del arte mexicano y participó en la exposición Confrontación en 1966, que da pie al movimiento La Ruptura. Sus influencias son artistas como Mathias Goeritz y pintores surrealistas del siglo XX.
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Entre sus obras más representativas se encuentra la Mano-silla (1962), que ha sido intervenida en cuanto a su color, tamaño, textura y material. También ha sido replicada por diferentes artistas como Martha Chapa, Carmen Gutiérrez, Jazzamoart y Vicente Rojo. Está constituida por proporciones ergonómicas que permiten sentarse en su palma y los dedos operan como respaldo. Friedeberg tomó de inspiración y de referencia un faraón egipcio, conocido por el nombre real de Akhenatón, de ahí viene el nombre completo de la obra, Mano de Akhenatón.
Tuvimos la oportunidad de hablar con el artista en la presentación de más reciente escultura, Faro del silencio (2023), expuesta en Casa Basalta hasta el mes de enero, y que forma parte de la exposición Life After Death. Dicha pieza es el resultado de una larga investigación artística desde los 90.
De acuerdo con Friedeberg, las torres de su trabajo siguen una estética italiana renacentista con tintes brutalistas que cuentan con elementos surrealistas. La punta más alta, conocida como faro, evoca en Pedro un sentimiento de serenidad y un grado de misticismo. Tenemos como registro su obra expuesta en la Bienal de Venecia, en la que encontramos la serie de torres que comienza a realizar a menor escala; dicha exposición forma parte del proceso de investigación del artista.
Así pues, el Faro del silencio (2023) está conformado por una serie de elementos que son el resultado de la exploración de Friedeberg de materiales en el mercado de artesanías de Ciudad de México, y que ha ido acumulando a lo largo de su vida en diferentes viajes. Si se observa con atención, se puede notar que cada calavera que está colocada en la obra representa la forma en la que distintas culturas han entendido socialmente a la muerte.
Al estar rodeados de constante ruido, la búsqueda incesante por el silencio o el vacío se vuelve urgente, es por ello que el nombre de la pieza enfatiza también el mundo de los muertos. ¿Qué nos dicen estos espacios huecos? ¿Qué encontramos en el desierto? Para acercarnos a la obra de Friedeberg necesitamos acercarnos a las cosas no dichas.
Acercarse a la obra pictórica del artista es sumergirnos a una realidad cautivadora que está creada por palacios, estructuras, palabras, símbolos y pasadizos que tal vez no nos lleven al sitio que esperábamos, pero que seguro nos harán asombrarnos.
La relevancia del quehacer artístico de Friedeberg radica en las diversas ráfagas estéticas que ha tenido a lo largo de su carrera, siguiendo siempre una línea que deviene de sí mismo, siendo fiel a su narrativa.
mrevistademilenio.com
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