Ave Barrera (Guadalajara, 1980) presenta Notas desde el interior de la ballena (Lumen), novela en la que va tras las huellas de su madre y a la vez reconstruye su vida.
“Dejé salir todo y fue una escritura muy fluida. Después fue un trabajo arduo darle una estructura y no aburrir a los lectores con algo como ‘te voy a recitar las memorias de mi infancia’. ¿A quién le interesan las memorias de alguien más? ¡Qué aburrido!”
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La escritora dice que su novela trata sobre contar una historia, de la transformación de una protagonista que estaba en sus 20 y regresa a visitar a su madre enferma, que no puede hablar y va a morir. “Y es únicamente por medio de las palabras que puede volver a tejer ese vínculo que se había roto, no a partir de la muerte sino a partir de la vida que no pudieron conciliar juntas. Es volver a hilvanar, a examinarse desde la hijitud, de lo que significa ser hija”, cuenta.
La entrevistada comenta que la novela surgió poco a poco y por sí misma. “La exploración era distinta, a lo mejor estaba escribiendo una novela de ficción y de repente me tomó por asalto la necesidad de escribir y hacerlo de esta manera; es que es como si la novela hubiera tomado forma casi que por sí misma y pidió, de alguna manera, ser escrita a modo de notas, de testimonios y mostrar las costuras expuestas de cómo se fue formando la propia búsqueda”.
El libro narra la compleja relación de una hija con su madre; se explora la reconstrucción del vínculo afectivo entre ellas a pesar de que “ser hija es andar en sentido contrario”, dice la autora.
“La escritura es muy generosa y casi siempre propone un espacio, un abrazo, comprensión y una escucha. La escritura en ese sentido es muy terapéutica y noble porque es una herramienta que permite irnos descubriendo sobre la marcha, pero por supuesto que da mucho miedo, es duro y muy difícil enfrentarse a uno mismo mientras escribe”.
La pérdida y el duelo
Barrera también se refiere a la certeza de que la escritura siempre está ahí para soportar y abrazar.
“La escritura le pone palabras a las cosas y es más o menos como funcionan los conjuros o los encantamientos: está el demonio horripilante y en el momento en el que el mago le pone nombre al demonio le quita su poder. Con la literatura funciona parecido, es ponerle nombre a las emociones incontenibles y monstruosas que nos desbordan, es restarles ese poder y empezar a intentar hacer las paces con el monstruo, negociar y llevar la fiesta en paz”.
¿La literatura es herramienta para sobrellevar un duelo?
Sí, pero un proceso tan complejo como la pérdida de una madre tiene que ser acompañado también por otros procesos terapéuticos. La escritura por sí sola no es la varita mágica que va a restaurar y resolver absolutamente todo. Sí es necesario el acompañamiento y las herramientas terapéuticas, pero vaya que la escritura ofrece un espejo ideal para comenzar a ponerle palabras a las cosas.
La escritora agradece a los lectores, pues piensa que la escritura soporta y abraza también a ellos:
“Los que están del otro lado también han sido un verdadero abrazo y ha sido muy reconfortante saber la manera amorosa en que han recibido estas notas, la experiencia de la hijitud y la búsqueda de lo qué significa ser hija y cómo elaborar el vínculo que puede llegar a ser súper complejo entre una hija y su madre. Creo que el libro se extiende y no se queda únicamente en la experiencia de un individuo que busca, sino que se expande hacia una experiencia colectiva y compartida por muchas personas”.
¿Por qué es un vínculo tan complejo el de madre e hija?
El libro busca poner una luz muy intensa que destaca todos los detalles y todas las aristas, no tanto de la figura materna, porque yo no la puedo comprender del todo, yo misma no soy madre, intento comprenderme como hija y ponerme sobre esta plancha de vivisección y examinar cuáles son los comportamientos, las dudas, las culpas, las emociones que puedo llegar a sentir como hija de una madre que viene de una tradición mexicana, que vivió las heridas del patriarcado y tuvo su propia lucha. Ella trató de protegerme contra ellas y después, bueno, como solemos hacer las hijas tomamos nuestro rumbo de la manera que también nosotras consideramos y es también un ejercicio de búsqueda de la identidad y de lo que significa ser mujer.
Autoras que validan su voz
En los últimos años, se ha dado un apogeo de escritoras que recurren a indagar en su relación con padres, madres, hijos y en su propia vida.
La autora opina al respecto: “Creo que nos estamos dando la oportunidad de hacer una especie de autoexamen, de una revisión y de validar nuestra propia voz. Durante mucho tiempo nos habíamos visto, digamos, inmersas como escritoras en un sistema que obedecía a valores distintos, a un canon literario que privilegiaba otros rasgos, otras formas de escribir y diferentes; una literatura construida por y para el mundo masculino”.
Virginia Woolf, Annie Ernaux o Vivian Gornick son escritoras que ya empezaban a desarrollar estos géneros híbridos.
Barrera concluye: “Son predecesoras que fueron abriendo camino en la posibilidad de la escritura del ‘sí’ o la escritura de la búsqueda hacia el interior. Creo que cuando las voces femeninas se permiten explorar estos mundos interiores nos encontramos con mares turbulentos y enormes complejidades que forman parte de la naturaleza humana y que no siempre habían sido validados como parte de la construcción literaria”.
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BSMM